De los bombardeos en Madrid al asentamiento de chabolas: excavaciones que desentierran la historia de Vallecas
El informe final de los arqueólogos del CSIC que excavaron en la vallecana plaza de Robert Capa confirma las condiciones de vida en las que se vieron obligados a sobrevivir miles de familias que se asentaron en el extrarradio de la capital.
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Madrid, Actualizado:
Juguetes de niños, discos de flamenco y utensilios para la higiene y limpieza fue lo que los arqueólogos se encontraron al excavar la única tierra virgen que queda en Madrid tras los bombardeos de la Guerra Civil. Ubicada en el distrito de Entrevías, en Vallecas, la actual plaza de Robert Capa guarda una realidad que se convirtió en secreto por el paso del tiempo. El edificio semidestruido del enclave dejó paso a chabolas de trabajadores de 12 metros cuadrados en las que se asentaron durante décadas.
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Ahora, un equipo de especialistas del CSIC presenta el informe final de la intervención, una experiencia que va mucho más allá del papel. El orgullo de este barrio obrero persiste entre sus gentes al decir, sin pudor, "ahí y así viví yo, y de ahí salimos".
José María Uría es el director del área de Cultura de la Fundación Anastasio de Gracia, entidad impulsora de la investigación: "Lo primero que hicimos fue seguir la pista de las hojas de contacto de Robert Capa que se conservan en Francia junto a la tira de negativos en las que aparecen las dos casas de la calle Peironcely, 10. Ahí aparecía otro edificio que había sido semidestruido por un impacto de bomba", explica.
Es en ese lugar exacto en donde el equipo de arqueólogos del CSIC ha llevado a cabo su intervención, la hoy renombrada plaza con el alias que los fotógrafos Endre Ernő y Gerda Taro adoptaron: Robert Capa. A través de una ayuda de la secretaría de Estado de Memoria Democrática, comenzaron los trabajos para levantar del olvido y la tierra la respuesta a quiénes fueron las personas que ahí vivieron.
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Durante 17 días de octubre de 2022, el equipo dirigido por Alfredo González Ruibal volvió a arrodillarse ante un pasado oculto que, ahora, tan solo es posible vislumbrar en esa parcela, la única no reconstruida tras haber sido bombardeada durante la Guerra Civil por el bando sublevado.
"Sabíamos que el edificio fue bombardeado en 1936 y que nunca se levantó nada en su lugar, a diferencia de los demás, que o fueron reconstruidos durante la posguerra o demolidos para sustituirlos por otras edificaciones más modernas", comenta el propio González.
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Por lo pronto, sus indagaciones previas les llevaron a saber que lo que restaba de edificio quedó en pie hasta finales de los años 70, y que desde décadas antes el espacio fue ocupado por chabolas que reutilizaron los restos de la edificación bombardeada.
Los restos de las ruinas que sobrevivieron al tiempo
La idiosincrasia del barrio vallecano jugó un papel crucial, sin quererlo, en la conservación de estos restos. "Nos sorprendimos porque se conservaba hasta medio metro el alzado de los muros, en algunos casos. Eso era debido a que en 1975 se demolieron los restos para arrasar con el barrio de chabolas que había, una vez que los vecinos fueron realojados", añade el arqueólogo. Es decir, esa demolición significó sellar los restos del edificio primigenio, pero también los de las chabolas.
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Lo peculiar de esta excavación radica en la calidad de los restos hallados de unas chabolas que poblaron la periferia madrileña durante los años 60 y 70, una época de pleno desarrollismo franquista. "Aquí se conserva un momento muy importante de la historia de Madrid, pero también de España, porque las grandes ciudades se poblaron de semiconstrucciones en zonas bajo mucha presión inmobiliaria y en la que se levantaron nuevos edificios, no como en la plaza de Robert Capa", dice al respecto el director de la excavación.
Juguetes y discos de flamenco enterrados
González indica que este tipo de chabolas, aunque consideradas marginales, no fueron tal: "En realidad, así vivieron millones de españoles a partir de los años 40". Familias numerosas venidas de provincias lejanas llegaban a la capital para ganarse el pan y construirse, con sus propias manos, un techo. "Encontramos cerca de 80 juguetes en esta primera intervención. Esto indica que en ese momento se empieza a tener un mayor poder adquisitivo y se abre el acceso a los bienes de consumo masivo", relata el arqueólogo.
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Eso fue lo que ocurrió en aquellas décadas: podías vivir en condiciones precarias, pero el precio de los bienes de consumo desciende tan drásticamente que objetos completamente accesorios como los juguetes de los niños era algo habitual en cada casa.
También han aparecido discos de flamenco, "una forma de vincularse con la tradición cultural de la que procedían estas personas", apuntilla González. Junto a ellos, otros tantos objetos relacionados con la higiene y la limpieza, tanto personal como de las chabolas en sí.
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"Pensamos que por vivir en chabolas están en una situación insalubre pero, aunque muy limitados por no tener agua corriente y electricidad, ponían todo su empeño en tenerlas las más limpias posibles", sostiene el propio González.
Ese esfuerzo de limpieza, pero también el de crianza, recaía en las mujeres. Ellas eran las encargadas de alimentar a la familia y conseguir que la chabola no se viniera abajo. En total, unos 12 metros cuadrados, dos habitaciones, en las que se distribuía una familia que podía llegar a componerse de siete personas. La excavación, además, ha llegado a ubicar los antiguos muros del edificio bombardeado en 1936.
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"Encontramos los niveles de antes de la guerra, lo que nos cuenta cómo vivían estas personas en los años 20 y 30. Por ejemplo, ubicamos los basureros donde tiraban los restos. Por eso, supimos que comían carne de cerdo y de pollo, y bacalao, una dieta con abundante aporte de proteínas animales", se explaya el director de la intervención.
Así empeoró la calidad de vida tras la guerra
Debido a estas averiguaciones, no resulta aventurado constatar cómo los obreros de Madrid vivían en mejores condiciones que la gente de las chabolas de los años 50. "Mientras estábamos trabajando, una persona que había vivido en esas chabolas nos dijo que su padre ya se había dado cuenta de esto mientras excavaba para levantar la chabola al ver el adoquinado que había en el edificio casi destruido", ilustra González.
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Él mismo afirma que este tipo de intervenciones ayudan a ver cómo la clase obrera de la capital empezaba a mejorar sus condiciones de vida justo antes de que todo fuera interrumpido de forma radical por el estallido de la Guerra Civil.
Estos restos, que hablan de un pasado oculto pero no lejano, fueron la realidad para una mayor parte de los españoles durante décadas en las que la pobreza y miseria no les permitieron costearse una vivienda.
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"Tenemos que asumir que la historia no es la que se cuenta en los museos. Hay que empezar a contar lo que no aparece en los libros, la historia de los migrantes y los obreros. Nadie se encontrará nada de esto en el centro de Madrid, ni será algo que vayan a visitar los turistas, pero no podemos olvidar que al menos la mitad de los habitantes de la capital, en algún momento, vivieron en estas condiciones", desarrolla González.
El pueblo orgulloso espera el Centro de Interpretación
Uría, el miembro de la Fundación Anastasio de Gracia, destaca la gran acogida que ha tenido la excavación en el barrio. "Lejos de avergonzarse, la gente estaba orgullosa de venir de esas chabolas, de salir adelante. Gracias a la intervención, se ha puesto de relieve su historia en un lugar de Madrid tan denostado como sigue siendo Entrevías y donde ellos son los protagonistas", expresa.
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Por ello, los resultados que ahora presentan van más allá de los tecnicismos y averiguaciones concretas. Lo intangible de verse reconocido y valorar las raíces de uno no cabe en un papel.
Ahora, la entidad impulsora de la investigación pretende seguir con ella. Ya proyectan una segunda fase para este mes de octubre. "Queremos compaginarlo con visitas guiadas de colegios y asociaciones vecinales, algo que ya hicimos el año pasado y fue una experiencia muy positiva", dice.
Estas visitas, por otra parte, tan solo serían una especie de preludio para el futuro de este espacio de Vallecas, en donde quieren crear el Centro Robert Capa para la interpretación de los bombardeos de Madrid en Peironcely, 10 con un museo al aire libre, que no sería otro que esta parcela que excavan, para complementarlo.