La batalla de los nietos
Pablo Casado calificó de “batallitas del abuelo” la reivindicación de la memoria de los asesinados y enterrados en fosas comunes en el transcurso de la Guerra Civil y aún después. Estaba muy equivocado, sin el pavor que provocaron cuarenta años del fascismo y el temor timorato de la transición, es la batalla de los nietos de los desaparecidos
sdel franquismo que, orgullosos de sus orígenes, reivindican que se conozca la verdad. Este reportaje es la octava y última entrega de la serie 'Senderos Públicos' , que recupera rutas que merecen ser recordadas como memoria histórica.
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PRIARANZA DEL BIERZO (LEÓN).- El 23 de octubre de 2000 “a eso de las once, el operador de la excavadora anunció que al meter el cazo en la tierra había notado un cambio de densidad. Cuando sacó la pala sobre la tierra, había una bota”, Emilio Silva Barrera relata así en el libro Las fosas de Franco, escrito junto a Alejandro Macías, el momento en que se abría la esperanza para recuperar los restos de su abuelo, Emilio Silva Faba, ejecutado sin juicio y enterrado en una fosa común de Priaranza del Bierzo en octubre de 1936. Ese día comenzó una batalla, todavía inconclusa, de los familiares de decenas de miles de asesinados por el franquismo, 140.000 según los trabajos más recientes, para recuperar sus restos enterrados en fosas comunes.
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Tres días después del comienzo de la sublevación franquista, tropas insurrectas gallegas al mando del comandante Jesús Manso Rodríguez tomaron Villafranca del Bierzo. Antes de proseguir su marcha hacia Ponferrada y dejar el control de la localidad en manos de la Falange, los sublevados realizaron la primeras detenciones, entre otros Emilio Silva, que posteriormente fue puesto en libertad por la mediación de algunos vecinos. Los presos fueron conducidos al actual Parador de San Marcos de León, en aquel momento centro de detención y ejecución de la provincia.
El convoy enfiló la antigua carretera N-VI, actualmente la León-713, para dirigirse a Ponferrada en cuya cárcel recogieron al hijo de un guardia civil que estaba preso ahí y al que los falangistas locales no se atrevían a ejecutar. En algún punto del recorrido, hicieron otra parada para apresar a otro hombre al que sacaron de la cama en ropa interior. El camión y el coche siguieron por la carretera de Orense y se detuvieron a la entrada de Priaranza.
"Estábamos comenzando a poner las cosas en su sitio, a obtener una isla de justicia histórica en aquel inmenso océano del olvido de aquellos hombres que con sus ideas y con su trabajo político habían construido la primera democracia que había existido en España”
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La apertura de la fosa confirmó la presencia de restos de trece hombres, Cubero explicó que la familia del que hacía número catorce pagó para poder desenterrar y trasladar el cuerpo al día siguiente de la ejecución. El análisis forense determinó que todos menos uno presentaban dos disparos en la cabeza. Fueron enterrados en una fosa de ocho metros de largo por uno de ancho.