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Balance de la acción del Gobierno Cien días en La Moncloa: del Gobierno de la ilusión al Gobierno de la rectificación

La aprobación generalizada que recibió la composición del Ejecutivo hecho por Sánchez empieza a sufrir un serio desgaste por los cambios de criterios constantes e incoherentes que apuntan a una profunda descoordinación gubernamental.

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El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, durante su comparecencia en el Palacio de La Moncloa.- EFE/Emilio Naranjo

madrid, Actualizado:

“Me preocupa mucho el desgaste que en sólo dos meses está teniendo el Gobierno, después de la ilusión que despertó la elección del Gabinete”. Con esta frase, un dirigente socialista que conoce bien al presidente del Gobierno y está muy informado de los avatares que acontecen en el Ejecutivo, hizo su personal balance de los cien días que lleva Pedro Sánchez en La Moncloa, que se cumplen este domingo.

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Pero esa opinión es bastante compartida por diputados y miembros de la Ejecutiva Federal consultados por Público, que achacan a distintas causas de cómo se ha podido dilapidar en tan poco tiempo —”y con agosto de por medio”, apuntan— la imagen que había del Gobierno de Pedro Sánchez.

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Como siempre, cuando las cosas se empiezan a poner feas, algunos lo achacan a los problemas de comunicación, y otros a las supuestas ocurrencias del jefe de Gabinete del presidente. Iván Redondo, a quien siendo o no responsable directo, se le achaca todo lo que le sale mal a Sánchez.

Algunos achacan el desgaste a las ocurrencias de  Iván Redondo

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Sin embargo, la opinión más generalizada apunta a que el desgaste —que ya empiezan a apuntar algunas encuestas con la bajada de intención de voto de los socialistas— se debe a una evidente descoordinación gubernamental y a múltiples rectificaciones y cambios de criterios en temas claves que desconciertan mucho a la ciudadanía.

Ambos males tienen nombres y apellidos: del primero se culpa a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y del segundo, al propio Sánchez, que cambia de opinión sobre los temas con demasiada facilidad.

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Calvo ha querido aglutinar mucho poder, llevando la vicepresidencia, Presidencia y Relaciones con las Cortes y el Ministerio de Igualdad —incumpliéndose la promesa de que tuviera un ministerio propio— y, para sorpresa de muchos, hasta ha ejercido en una ocasión como portavoz del Gobierno tras una reunión de los viernes, relegando a la portavoz Isabel Celáa a los sillones de la sala de prensa.

Pero, además, quiere imponer su criterio en otras áreas y eso le ha llevado ya a enfrentamientos con el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska en temas de inmigración; con la ministra de Justicia, Dolores Delgado, por la defensa del juez Pablo Llanera y, recientemente, con la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, y la polémica por la legalización del sindicato de trabajadoras del sexo. También, algunas fuentes apuntan, que su relación con Iván Redondo no es precisamente plácida.

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Además, su sorprendente silencio con el caso del sindicato de trabajadoras del sexo, pese a ser la ministra de Igualdad, ha llevado a la conclusión a algunos miembros del Ejecutivo que cuando las cosas salgan mal, no estará allí la vicepresidenta para dar la cara.

Aunque no todos los errores o rectificaciones se le pueden achacar a la vicrepresidenta, tampoco ha estado acertada con su empecinamiento en desarrollar la Ley de Violencia de Género por Real Decreto, teniendo que rectificar finalmente para hacerlo vía ley orgánica, tal y como opinaban muchos diputados socialistas y casi todos los grupos de la oposición.

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"El problema es que Calvo no es De la Vega", afirma un veterano socialista

Su valoración en el CIS también ha sido sorprendente, ya que quedó en la cuarta posición de todos los miembros del Gobierno, cuando lo habitual desde la etapa de Zapatero y durante el Gobierno de Rajoy, es que la persona que ocupaba la vicepresidencia fuese la más valorada por la ciudadanía, incluso por encima del inquilino de La Moncloa. “El problema es que Calvo no es De la Vega”, afirmó un veterano socialista haciendo un paralelismo entre ambas vicepresidentas.

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En cuanto a las rectificaciones, la sombra del presidente planea sobre todas ellas. De un museo de la memoria en el Valle de los Caídos a un cementerio civil; de un impuesto a la banca a un impuesto sobre transacciones financieras; de rescatar el Acuarius a expulsiones en caliente; de la urgencia de un nuevo sistema de financiación autonómica a que puede esperar; de no vender armamento a Arabia Saudí a ya se verá.

José Luis Ábalos, con su habitual socarronería, dice que “rectificar es de sabios”, pero es el primero que es consciente de que estos “bandazos” no favorecen al Gobierno.

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Los aciertos

No obstante, algunos opinan que el panorama para el Gobierno no es tan negativo y tampoco se puede caer en el catastrofismo porque se han hecho ya cosas muy positivas que son apreciadas por los ciudadanos, y que ven un Ejecutivo que quiere hacer cosas frente a la inactividad del Gobierno de Mariano Rajoy.

La aprobación de la Ley de universalización de la Sanidad Pública, el aumento de becas, la decisión de abordar definitivamente el traslado de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, las medidas para luchar contra la pobreza infantil, etcétera, han dado una impronta progresista al Gobierno que ha calado en la ciudadanía. Incluso, se valora como positiva la nueva relación con Catalunya, pese a que sea el principal objeto de crítica de la oposición.

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Pero, además, está en capilla propuestas como la ley para luchar contra la brecha salarial, derogación de parte de la “ley mordaza”, la derogación de las tasas judicial y la reforma laboral, así como la ley de eutanasia. Y, a medio plazo, un ambicioso plan integral contra la violencia infantil o la ley contra la trata y la explotación sexual.

La imagen de Sánchez y su Gobierno

Con todo, la imagen del presidente Pedro Sánchez no pasa por mal momento, según la mayoría de las encuestas. El inquilino de La Moncloa ha ejercido desde el minuto uno su papel presidencial, dando prioridad al papel exterior, lo que rompe un precedente con sus antecesores.

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Tanto José Luis Rodríguez Zapatero como José María Aznar, dedicaron su primera legislatura a la política doméstica y su segundo mandato a la política exterior. Aquello le hizo escribir al actual presidente de Efe, Fernando Garea, que “los presidentes en el primer mandato están pendientes de los periódicos, y en el segundo de los libros de Historia”; y llevó al ex presidente del Congreso, Jesús Posada, a advertir seriamente a Aznar en su segunda legislatura, cuando le dijo: “Presidente, menos Siria, y más Soria”.

Sánchez parece que ha optado por los libros de Historia y por Siria desde que llegó, con una intensa agenda exterior, centrada fundamentalmente en Europa.
En España tardó más de dos meses en dar su primera conferencia de prensa, y se ha prodigado poco en actos fuera del Palacio de la Moncloa, hasta tal punto que ni siquiera ha celebrado un acto con su propio partido hasta este pasado domingo.

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En cuanto a su Gobierno, la primera encuesta del CIS situaban como más valorados a Pedro Duque y Fernando Grande-Marlaska, pero en estos primeros cien días se han mostrado más activas políticamente las ministras de Sanidad, Carmen Montón; la de Política Territorial, Meritxell Batet; y la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio. También han tenido especial protagonismo las ministras económicas; mientras que Josep Borrell tiene peso propio por sí mismo.

Queda camino

El resultado de la reciente reunión de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias ha dado tranquilidad al Ejecutivo, según confesaron a Público algunos miembros del Gabinete, ya que se estaba instalando la idea de la convocatoria inmediata de elecciones.

Ahora, la sensación que existe entre los miembros del Gobierno es que queda camino, que hay tiempo para hacer cosas y que se quieren hacer. “Tengamos o no Presupuestos, no habrá elecciones antes del otoño de 2019, y en un año tenemos margen para cambiar muchas política y dejar la impronta de este Gobierno”, afirmó un alto cargo del Gobierno.

No obstante, todos el Ejecutivo son conscientes de su debilidad parlamentaria y que dicho camino está lleno de dificultades, “pero ya superamos otras cuando nadie creía en nosotros. Sin ir más lejos, ganar una moción de censura”, afirmó José Luis Ábalos.

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