Antonio Caño
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Madrid,
Antonio Caño solo ha dicho la verdad. Se puede criticar a un periodista por muchas cosas, pero nunca por decir la verdad. En estos tiempos, además, que un periodista de derechas diga nada menos que la verdad es digno de admiración y de elogio. Bien por ti Antonio; tú sí que merecerías uno de esos premios que os dais entre vosotros.
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Antonio Baños escribía ayer un tuit que fue el grito del niño del cuento de Hans Christian Andersen, "El traje nuevo del emperador". ¡El rey está desnudo! Gritó Don Antonio Caño al escribir que cuando era director de El País, el periódico más leído en España y quizá el medio español más influyente en América Latina y a nivel internacional, que usaron el periódico para intentar evitar que el PSOE llegara a un acuerdo con Podemos y los independentistas porque eso, a juicio de Caño y del equipo que entonces mandaba en El País, era malo para España e incluso para la izquierda.
¿Saben qué les digo? Es absolutamente legítimo que El País tuviera esa línea político-editorial según la cual, lo que le convenía a España era mantener a la izquierda lejos del Gobierno y que el PSOE buscara al PP o a Cs para evitar a toda costa a esa izquierda. Es legítimo que El País de Caño llamara a Podemos populista y a ERC y a Bildu separatistas. Es legítimo que El País, con Caño, Alandete y Torreblanca (los tres mosqueteros al servicio de su majestad) fuera un periódico abiertamente de derechas. Los periódicos, como las televisiones y las radios, no son máquinas angelicales sin ideología, no son asépticos vehículos que transportan hechos. Los periódicos y los medios en general son los principales poderes ideológicos y políticos en nuestras sociedades. Cualquier profesor de periodismo o de opinión pública lo sabe.
El problema no es que los periódicos y las televisiones tengan ideología y traten de influir. El problema es que mientan y que manipulen. El problema es que estén en manos de fondos buitre, de bancos y de grandes empresas y que esa estructura de propiedad amordace a los periodistas que nunca podrán informar de manera crítica sobre los propietarios o sobre los grandes anunciantes de los que depende el medio que les paga el sueldo con el que viven. El problema es que en sociedades plurales, haya un evidente predominio de la ultraderecha y la derecha mediáticas en todo lo que puedes ver, leer y oír. El problema son los oligopolios y los monopolios mediáticos y que a veces ni la izquierda se atreva a proponer leyes de medios que garanticen la pluralidad y que pueda haber medios comunitarios. El problema es que con Caño y su tropa, hasta El País, el gran intelectual orgánico de la democracia española y referente de la progresía mediática, era un medio de derechas que trabajaba a favor de la derecha económica y de la derecha política.
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El problema no es que Caño diga, por una vez, la verdad. El problema es que con él, un periódico como El País, cuya ideología no compartimos en La Base pero que mantenía unos mínimos deontológicos, se convirtió por momentos en un tabloide más como El Mundo o La Razón. Gracias a Caño Eldiario.es pudo ocupar un valioso espacio socialdemócrata y hasta el liberal La Vanguardia se convirtió en una referencia para gente progresista y hasta para gentes de izquierdas que, fuera de Cataluña y del País Vasco, se quedaron sin nada que poder leer en papel desde que Público pasó a ser un digital, y que al menos necesita que no le mientan aunque no comparta los enfoques de los periódicos que compra. Pero estos logros de Caño en favor de Eldiario.es y La Vanguardia hacen evidente la abrumadora presencia de medios de derechas o de centro, y la escasez de medios de izquierdas. Y sin pluralidad mediática no hay democracia.
Así que gracias Antonio Caño por reconocer lo que desde aquí llevamos diciendo mucho tiempo y por hacer quedar como lo que son, a los que tratan de vendernos que es posible un periodismo sin ideología y sin intención política. Te has ganado, por tu sinceridad, que te dediquemos un programa. Gracias, camarada.