Antón Saracíbar, el histórico lugarteniente de la UGT
El ‘Ciérvana’ del PSE
Publicidad
Actualizado:
MADRID.- Trae, repleta de apuntes y fichas manuscritas, una cartera roja de piel con un grabado circular y las siglas UGT. “¡UGT siempre!”, exclama. Pide un café con leche y se lanza a la narración mientras mira a los ojos y ofrece las palmas de las manos. Dos gestos que, según los entendidos del lenguaje no verbal, evidencian la franqueza y honestidad de un chaval de 74 años que se hizo a sí mismo a golpe de inquietudes y principios.
Publicidad
Pero Patricio, el guardés, murió cuando Antontxu tenía sólo 9 años y la amá, Natividad, tuvo que repartir a los cuatro hijos entre misericordias e inclusas. “Yo estuve siete años en la Casa de Misericordia de Bilbao. Allí es donde supe lo que era el hambre y donde las pasé canutas. La madre sólo nos venía a ver cada quince días. Pero, aunque fue una etapa de enorme dureza, yo salí de allí con un oficio: el de mecánico electricista”.
Tu navegador o dispositivo no soporta HTML5 audio
A los 18 años, Saracíbar se colocó de oficial de tercera y con el sueldo, además de mantener a la familia, colaboró en la educación de su hermana pequeña. Él mismo pasaba las horas libres encerrado entre libros en su habitación: “La madre se preocupaba porque me veía que no salía de casa con otros chicos; ¡mucho menos con chicas! Estaba preocupada y se lo comentó al párroco de la catedral de Santiago que me invitó a las reuniones de la Hermandad Obrera de Acción Católica”. Fue allí donde empezó la pelea proletaria de Antón.
La HOAC, plataforma cristina decisiva en la reconstrucción del movimiento obrero durante la dictadura franquista, implicaba la participación en un plan cíclico que terminaba con un compromiso. El que eligió el bilbaíno fue político. “Porque el plan me descubrió la revolución industrial, la del 17, me descubrió a Pablo Iglesias, la III República, me descubrió el funcionamiento de las Casas del Pueblo… para mí todo aquello fue una transformación brutal”.
Publicidad
El ‘Ciérvana’ del PSE
A los 28 años Saracíbar se afilió al PSOE y se tomó tan a pecho su contrato que, a los tres de militancia, ya se había convertido en miembro del Comité Provincial del PSE y de la Unión General de Trabajadores. Recuerda de aquellos años de clandestinidad su primer encuentro con el partido: “Me citaron en el kiosco de Santurce donde contacté con un tal Pablo. Lo primero que me dijo es que tenía que ponerme un sobrenombre -yo le contesté: ‘Ciérvana’, como un pequeño puerto pesquero- y que tenía que afiliarme a la UGT”.
Tras siete meses y siete kilos menos de peso, la amnistía dejó a la pareja en libertad. Eran los años previos a la Transición, que Antón recuerda como los de la recuperación definitiva del PSOE y la UGT: “Ramón Rubial y Nicolás Redondo se convirtieron en nuestro estandarte, tanto en el interior como en el exterior. Digamos que Vizcaya fue el lugar en el que se configuró definitivamente el partido y el sindicato; también con los asturianos, con el exilio y con la aportación de los intelectuales de Guipúzcoa como Enrique Mugica, Txiki Benegas o José Antonio Maturana”.
Publicidad
La ruptura con Felipe, ‘el Moro’
Con la legalización, Saracíbar se convirtió en secretario sindical del partido en Euskadi y responsable de la UGT de Vizcaya. En 1980, a la llamada de su hermano Nicolás, se traslada a Madrid donde es elegido secretario de Organización del sindicato. “Entonces estaba todo en barbecho, todo el trabajo por hacer. Era día y noche. Y en eso tiene razón Mari, la mujer: Yo no crié a los hijos”, se lamenta Antón, lugarteniente de Redondo hasta 1994.
El siguiente hito en su narración es la ruptura del sindicato con el PSOE que sería definitiva tras la huelga general del 88. “Los problemas empezaron en el Congreso Extraordinario en el que Felipe reniega del marxismo y el partido pasa de ser un partido de clase a ser un partido interclasista, preocupado por el compromiso electoral, por ocupar políticas de centro. Lógicamente choca contra el sindicato”.
Cuenta Antón como, en un Comité Federal, González le pasó una nota invitándolo a cenar. “Llamé a Nicolás y le dije: ‘Oye, el Moro –porque le llamábamos el Moro- me ha invitado a cenar’. Terminamos en Moncloa a hostia limpia, a las tres de la madrugada. Yo no podía hablar. Carmen Romero le decía: ‘Pero Felipe, déjale hablar a Antón’. Allí le anuncié que si no se atendían nuestras reivindicaciones, los sindicatos estábamos estudiando la convocatoria de una huelga general”. Saracíbar define el 14 de diciembre de 1988 como “la huelga más exitosa del movimiento obrero en España”.