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Alberto Garre, un 'pata negra' del PP condenado al ostracismo por su actitud ante la corrupción

Presidente de Murcia entre abril de 2014 y julio de 2015, su intento de arrojar luz sobre ciertos casos sospechosos que festonean el historial de su partido le costó no ser el candidato del PP a las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo.

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Alberto Garre durante un discurso en el Parlamento murciano. / EFE (ARCHIVO)

MURCIA.— Quien piense que el hombre que acaba de destapar la caja de los truenos en el PP, Alberto Garre, es un oportunista, un advenedizo, un interesado o un traidor, se equivoca. Probablemente, esas acusaciones le lloverán inmediata e incesantemente de su propio partido a partir de ahora. Caerán en saco roto, al menos para quienes conocen al personaje en cuestión.

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Es un pata negra a todas luces, sin lugar a dudas y de fidelidad probada al PP. Por eso, entre otras cosas, lleva casi un año resistiéndose a sumar su nombre a un intento de gestar una formación regionalista de centro-derecha que rompa con la putrefacción del PP murciano y rivalice con Ciudadanos. Él es pepero hasta la médula.

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Lleva casi un año resistiéndose a sumar su nombre a un intento de gestar una formación regionalista de centro-derecha que rompa con la putrefacción del PP murciano

Pronto corrió la voz de que el nuevo presidente se horrorizaba al ver "lo que había en los cajones" heredados de su predecesor. Su intento durante los meses subsiguientes de, en alguna medida, tirar de la manta o, al menos, clarificar ciertos casos de corrupción que festonean el historial de su partido le costó no ser el candidato del PP a las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo.

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El expresidente Valcárcel no le ha llamado ni una sola vez desde entonces. "Ni siquiera para preguntarme cómo estoy", cuenta

Su actitud también le ha causado un cierto coste personal: ha perdido contacto y cercanía con quien él mismo llama su "hijo político": el joven ex alcalde de Torre Pacheco, Daniel García Madrid, condenado a diez años de inhabilitación por un delito continuado de prevaricación administrativa por las adjudicaciones de contratos a dedo en el ayuntamiento. Tuvo que dimitir y Garre dejó de convocarlo a la junta local del partido. Resultado: amistad rota.

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