MADRID
"Puede haber menores que sí lo consientan y de hecho los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y además, deseándolo. Incluso si te descuidas, te provocan".
El malnacido que dijo esto se llama Bernardo Álvarez y es hoy obispo de Tenerife. Ojalá existiera el infierno.
"Tenía unos ocho años, estudiaba en el colegio 'La Salle Premiá de Mar' y tengo mal recuerdo de mi infancia. Viví una infancia muy triste. Era un niño muy introvertido, muy solitario, hipersensible. Era un niño diana. Fui acosado, abusado y agredido sexualmente".
"Vamos a llamarlo 'hermano L'. El 'hermano L' era un tío como muy popular. Era muy extrovertido, muy afable, era como el gran papá y yo era un niño muy vulnerable (...) Empezó la historia porque yo empecé a enfermar. Empecé a enfermar cuando estaba en el colegio. Tenía mucha amigdalitis y enfermaba muy rápido. El proceso era llamar a casa, me llevaban a casa y el que me llevaba era él. Y durante esos viajes empezaron los abusos".
"Hubo una vez que lo que hizo fue parar el coche. Paramos, entró en la parte de atrás, me incorporó, me puso la cabeza en sus piernas y a partir de entonces me bajó los pantalones y los calzoncillos e intentó masturbarme. Al mismo tiempo que él se masturbaba. Ahí ocurrió algo y él terminó, eyaculó, entiendo y cuando pasó esto se enfadó muchísimo porque él tenía momentos de violencia. Cambios de humor mientras ocurría esto. De repente me echó a un lado y cuando bajó del coche me dijo una frase que se repitió mucho: ¿Ves lo que me haces hacer?"
"En aquel momento yo no sabía que lo que estaba viviendo era horrible. No sabía si era horrible por mí, no sabía hasta qué punto yo tenía la culpa de eso. Era un niño que buscaba protección e inconscientemente pensaba que era el precio que tenía que pagar".
"El gran punto de inflexión físico fue la violación. La violación ocurrió en la casa de colonia. Verano, entre cuarto y quinto. Estaba jugando un partido de tenis. Alguien me tiró una piedra y me fue a dar en el ojo. Me reventó el cristal de las gafas y tenía todos los cristales incrustados en el ojo. Me llevaron a la enfermería y el encargado era el 'hermano L'. Estuvieron durante mucho rato quitándome los cristales de los ojos. Me quitaron la ropa y me quedé solo en calzoncillos. Él decidió que tenía que quedarme ingresado 24 horas, en observación. Me tumbaron, me pusieron una sábana y ya. A la hora de dormir vino él y lo que hizo fue decirme que como tenía tanto miedo de que yo me hiciera daño, lo que hizo fue atarme las manos (...) Me puso de lado y se fue. A partir de ese momento llegó la noche más larga de mi vida de niño. Entré niño y salí superviviente".
"Durante las siguientes dos semanas no me bañé en ninguna piscina, ni me puse el bañador ni nada. Tenía miedo de que me llevaran al médico o que alguien pudiera ver que sangraba".
"No sé cómo conseguí no contárselo a mis padres. Yo me di cuenta de que era algo super vergonzoso (...) Terminó el verano, volvimos al colegio. En quinto de EGB el 'hermano L' era mi tutor. Yo era muy bueno en la creación literaria. A él le encantaba todo eso y lo que hizo fue decirme que me iba a dar clases particulares para sacar todo mi rendimiento. Durante el recreo de la comida me daba esta clase extra que suponía ir a su habitación. Se sentaba conmigo y repasábamos la redacción. Duraba tres minutos el máster y luego empezaba el infierno (...) Al final lo que quería era sentarme encima de él y masturbarse contra mí. Intentó dos veces que le hiciera una felación".
"Él está vivo, pero nunca he vuelto a ese pueblo. Nunca he vuelto a ese colegio. Me parece imposible. Los delitos "están prescritos". Él es un nombre, uno de muchísimos. Creo que, de alguna manera, yo, el Alejandro que tiene cierta relevancia, puede poner un poco de cara a esto. Porque hay muchos 'hermanos L'. Los hubo y hay".
"Uno siente que está manchado por dentro, como esas manchas que no salen nunca. O tiro el suéter o me acostumbro a la mancha y no la veo. Vives con esa mancha y piensas que te la van a ver y que la has creado tú, por mucho que la gente te diga que no. Siempre creí que no me querrían por esto".
Testimonio de Alejandro Palomas, víctima de violaciones cuando era un niño, por parte de un cura.
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