Justa Montero*
El ya exministro de justicia no se cansó de repetir que el anteproyecto de “protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada” era el proyecto más importante de su carrera. Pero lo que no se podía ni imaginar es el sentido que iba a adquirir esa afirmación, puesto que ese proyecto ha acabado con su carrera política. Una carrera de treinta años, plagada de desastres de las dimensiones de la astronómica deuda que tendrá que pagar la ciudadanía madrileña por su gestión, de sus reiterados fracasos olímpicos, del recorte a las libertades perpetrado con la ley mordaza o de la conversión de la justicia en un lujo para la mayoría de la población. Y como guinda: su misoginia y desprecio a las mujeres.
Pero conviene no olvidar que fue todo el gobierno quien aprobó, en diciembre de 2013, el anteproyecto de ley que defendía Gallardón, de igual forma que acompañó mancomunadamente el proceso de casi tres años de duración desde que anunciara sus intenciones. En este tiempo muchas mujeres han vivido una situación de angustia y temor ante la incertidumbre de lo que podría sucederles en caso de tener que abortar; y la indignación feminista ha ido en aumento ante semejante ofensiva patriarcal y a medida que Gallardón iba concretando sus propuestas, hasta llegar al extremo de querer establecer en qué casos de malformaciones del feto podría abortar una mujer y en cuáles no.
El fracaso total de este proyecto demuestra hasta qué punto el Gobierno y quienes le apoyaron, con la Conferencia episcopal a la cabeza, están alejados de la sociedad real, de la realidad de las mujeres, de sus distintos proyectos de vida y diversas formas de plantearse y vivir la maternidad y la sexualidad. Unos cambios profundos a los que no estamos dispuestas a renunciar. Por eso su intento de retrotraernos a una situación del siglo pasado era una batalla perdida de antemano, pero su soberbia y su profundo conservadurismo patriarcal no les permitía sospechar que un error así se paga caro, tan caro como la descomposición que hoy hacen visible entre sus filas. Y más caro aún lo pagará el gobierno si intenta utilizar a las mujeres como moneda de cambio, ya sea para contentar a un sector ultra en permanente cruzada contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, o, girando un poco la mirada, instrumentalizando nuestro cuerpo y derechos para remontar en las encuestas de intención de voto ante la proximidad de las elecciones.
La ceremonia de despedida de Gallardón ha tenido como contrapunto la fiesta y celebración de miles de mujeres en todos los rincones del Estado español, y su aspecto abatido y derrotado era la otra cara de la moneda de la alegría de quienes confiamos en el triunfo de las razones feministas y la movilización. Porque la retirada del anteproyecto es una primera victoria del movimiento feminista, impulsor de un profundo cambio en nuestra sociedad, una victoria que es el resultado de la movilización que se ha venido trabando de forma sostenida, unas veces muy visible, otras no, a veces en grandes manifestaciones, otras en acciones provocativas, en escraches, aquelarres, encierros en centros de salud, en Iglesias, también en reuniones en el Parlamento, en cientos de iniciativas de los más diversos grupos feministas. Una movilización que ha estado acompañada de la de la que han protagonizado, entre otros, profesionales de la sanidad, en definitiva de una importante movilización ciudadana. Y siempre con el interés por explicar y convencer que cuando se reclama “Aborto libre, las mujeres decidimos”, se exige la soberanía sobre nuestro cuerpo, lo último que se puede arrebatar a una persona, y cuando defendemos nuestro derecho a decidir, afirmamos nuestra condición de sujetos de derecho, unas reivindicaciones feministas de justicia social y democracia real.
El domingo 28 de septiembre, día internacional por la despenalización del aborto, hay manifestaciones convocadas por el movimiento feminista en muchas ciudades. Será una magnífica ocasión para encontrarnos todas y todos y celebrarlo, para manifestar que sí se puede. Se ha podido con Gallardón y se podrá parar unos planes del gobierno, que su presidente ya se ha apresurado a adelantar: nuevos recortes a la capacidad de decisión de las mujeres jóvenes y un plan de “protección a la familia”, claro está que se trata de “su” familia radioactiva (por su carácter nuclear). Eso si no se deciden por la vía de acelerar la sentencia del Tribunal Constitucional ante el recurso que presentaron contra la actual ley. Una ley que efectivamente requiere modificaciones pero en un sentido radicalmente opuesto al propuesto por el gobierno, para conseguir que el aborto esté fuera del Código Penal y se normalice como prestación en la red sanitaria pública.
Este próximo domingo, doblemente festivo, es también la ocasión para reclamar los derechos sexuales y los derechos reproductivos, entre otros, el derecho de las lesbianas para acceder a la reproducción asistida, para que todas las mujeres inmigrantes tengan su cartilla de la seguridad social, para que la educación sexual vuelva a las escuelas, para que se respete la autonomía e identidad sexual de todas las personas. La historia nos da la razón en nuestra determinación de no ceder ante nada ni nadie en la defensa del derecho a decidir sobre nuestra vida, y en reclamar los derechos para todas, pero todas, todas, todas las mujeres.
*Forma parte de la Asamblea Feminista de Madrid
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