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Un cantaor debe morir

Por ANTONIO ARIAS           

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Hay discos, como Omega, donde los orígenes se difuminan, empiezan con un rumbo distinto del que alcanzan y terminan modificándolo todo y a todos. El tronco era Lorca: de sus obsesiones bebimos y su raíz buscamos en un viaje hacia un punto entre el pasado como tradición y el futuro como entorno. Cuando sacamos el tema Omega, nos dimos cuenta de que, casi sin darnos cuenta, ya teníamos musicados dos poemas de Poeta en Nueva York, ¡¿Coincidencias?! Enrique Morente, apasionado de Leonard Cohen, y la versión que hace del Pequeño Vals Vienés, adaptando el poema mismo a la música del canadiense, en su sencillez, es una idea asombrosa y el resultado, inolvidable.

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Pudimos bucear en el repertorio de Cohen y juguetear un poco con él. Yo entonces era bastante dylanita y no había prestado la atención suficiente a su discografía más allá de haber aprendido en el instituto Suzanne y haberme sorprendido totalmente con el genial álbum I'm your man. En casa de Morente es donde conocí más a fondo los entresijos de Cohen. Admiraba en la forma que Enrique lo adoraba, como una alma gemela, como inspiración.

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