Jeanne du Barry, prostituta y reina en el Palacio de Versalles
Jeanne era despreciada por todos, incluida la princesa Maria Antonieta. La idea de que una prostituta fuera la favorita del rey era insoportable. A pesar de todo, Jeanne era cortés incluso ante las más explícitas humillaciones.
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madrid,
Jeanne du Barry, la última amante oficial del rey Luis XV de Francia (1754-1793), era prostituta.
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Odiada por la corte de Versalles pero adorada por el rey, consiguió durante seis años imponerse como la favorita del monarca ignorando a todos los que la detestaban por su vergonzosa profesión y por no pertenecer a la nobleza. Sin embargo, hasta la malograda reina Maria Antonieta tuvo que ceder y aceptarla.
Se la ha retratado durante siglos como ordinaria, fea y sucia, pero nada parecido a la realidad. Como recoge el experto Emmanuel de Waresquiel en su biografía de Du Barry, era culta, bellísima, rubia, con rasgos y porte exquisito (nada que ver con su representación en películas como Maria Antonieta). Conocía las formas de la elegancia y el protocolo del palacio de Versalles gracias a sus relaciones con la alta nobleza y su formación en un convento. Además, sus trabajos como peluquera y como costurera en un taller de ropa para damas marcaron la personalidad y elegancia de su estilo refinado y sofisticado.
Pero sí, era prostituta. Eso fue lo que encandiló al rey. Jeanne du Barry era una experta profesional en la intimidad, se habla incluso de que usaba pastillas afrodisíacas. Fue en esos años una compañera fiel, que no interfirió directamente en los asuntos del gobierno del rey. Esto no evitó que fuese considerada manipuladora y ambiciosa.
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El tiempo de los Libertinos
Jeanne Bécu, su nombre de soltera, conoció al rey a través de su proxeneta, el conde Jean-Baptiste du Barry, que tenía contactos entre los cortesanos y consiguió que el asistente personal del rey la introdujera en su entorno, o más bien en su cama.
Esto era fácil y posible porque en el siglo XVIII francés la moral de la alta sociedad se dejaba influenciar por los libertinos: intelectuales y aristocracia se mezclaban en ambientes relajados, donde el erotismo, la sexualidad y la libertad en la intimidad no tenía límites. Así lo cuenta Pierre Choderlos de Laclos en su novela Las amistades peligrosas (1782), a través de 75 cartas en las que se pueden ver reflejadas las costumbres de la época. La novela ha sido varias veces llevada al cine.
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Los reyes de Francia tenían esposa y, normalmente, una amante oficial, una favorita. La amante oficial de Luis XV durante años, Madame de Pompadour, murió en 1764, y en 1768 lo hizo la reina consorte, María Leszczynska. También habían muerto el heredero al trono, Luis Fernando, y su esposa, María Josefa de Sajonia, padres del futuro Luis XVI. Así que en 1768, cuando conoció a Jeanne, Luis era un rey triste, impopular, se sentía solo, con poca ilusión y arte para el gobierno.
Y encontró a Jeanne
Según los historiadores Emmanuel de Waresquiel (anteriormente mencionado), Marc Fourny y Alexandre Maral, una vez que Luis conoció a Jeanne, se enamoró y ya no tuvo más amantes hasta su muerte. Él tenía 59 años y ella, 23. Esta relación despertó su vitalidad perdida y le alegró hasta el día de su muerte: "Elle est très jolie, elle me plaît; cela doit suffire." (Es muy guapa, me gusta; eso debería ser suficiente).
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Para ser la amante oficial del rey era conveniente que la mujer tuviera un título nobiliario y que no siguiera soltera para mostrar una imagen de decencia. El monarca concertó un matrimonio blanco con el hermano de su proxeneta, Gillaume du Barry, quien recibió por ello dinero y bienes. Después de la boda, él se retiró a Toulouse y nunca ejerció realmente de marido. A cambio, ella se convirtió en condesa du Barry.
Fue entonces cuando Luis XV se llevó a Jeanne du Barry a vivir a Versalles, a unos apartamentos privados justo al lado de sus habitaciones, decorados con gran lujo y con bastante espacio, comparado con lo que era habitual en el palacio en aquel momento. En la actualidad, se consideran el ejemplo de la elegancia y el refinamiento del arte del siglo XVIII. Le dio una asignación de tres millones de libras anuales, además de joyas y bienes. Sin contar con un niño negro que hacia de paje, llamado Zamor, regalo de un capitán inglés.
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Durante el tiempo en el que Jeanne fue la favorita, se relacionó amistosamente con filósofos como Voltaire, apoyó las artes decorativas y fomentó su desarrollo. Grandes artistas trabajaron para ella: músicos, escultores y arquitectos.
"Hay mucha gente hoy en Versalles"
Según los historiadores, Jeanne era despreciada por todos. ¿Una prostituta, la favorita del rey? Era una idea insoportable. Por eso era insultada por todo París, en las canciones, en los panfletos y por todas las clases sociales. Aún así, los testimonios del momento no pueden dejar de reconocer su saber estar. Jeanne era cortés incluso ante las más explícitas humillaciones. Según la historiadora Evelyne Lever, permaneció hasta el final amable y respetuosa con todas las personas que la rodearon.
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La propia princesa en ese momento, Maria Antonieta, casada con el heredero Luis XVI, provocó un incidente diplomático al no querer ni saludarla. La consideraba una ramera y una escandalosa intrusa en la corte. Al final, cedió a regañadientes y un día se acercó a ella y le dijo: "Il ya bien de monde aujourd' hui à Versaille." (Hay mucha gente hoy en Versalles).
"Il ya bien de monde aujourd' hui à Versaille" (Hay mucha gente hoy en Versalles) - Maria Antonieta, a Jeanne du Barry
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Eso fue todo. Maria Antonieta siguió rechazando y despreciando a Jeanne. Ésta intentó sin éxito ganarse su afecto con regalos y deferencias que la princesa devolvía sin contemplaciones. Sin embargo, cuando llegaron los días de la Revolución y todo el reino detestaba también a la ya reina Maria Antonieta, cedió y hubo un acercamiento.
Adiós, Versalles; hola, guillotina
En 1774 el rey cayó enfermo de viruela. Jeanne lo cuidó incluso ante el riesgo de contagio. En mayo, tras su muerte, los nuevos reyes María Antonieta y Luis XVI la expulsaron de Versalles inmediatamente.
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Tras vivir una época en un convento, se instaló en el palacete de Louveciennes que el rey le había regalado, alejada de la vida de la ciudad y de la corte. Llevó una vida burguesa, tranquila, recibiendo visitas de sus pocos amigos íntimos. Tuvo un nuevo amor incondicional, el duque de Brissac.
Su vida podría haber seguido apacible hasta el final. Sin embargo, sufrió el robo de unas joyas que habían sido pagadas por las arcas reales: diamantes y perlas de un valor actual de 60 millones de euros. Hizo una denuncia pública por todo París y la noticia la situó de nuevo en el objetivo de la mirada pública. Sus propiedades, sus afectos y amistades se consideraron delitos de Estado.
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Fue detenida, juzgada por el tribunal revolucionario y condenada a la guillotina. Jeanne du Barry murió decapitada a los 50 años, el 8 de diciembre de 1793. Se cuenta que fue entre gritos, llantos y rogando por un minuto más de vida.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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