A CORUÑA
A Miguel Sobrino le pasó lo que a Portugal: que ni supo, ni pudo ni quiso quedarse en casa. En cuanto Radio Renascença comenzó a emitir Grândola, Vila Morena, de nada sirvieron los llamamientos del Movimento das Forças Armadas. "Queden en casa, con tranquilidad", repetía una y otra vez el locutor de la RTP, leyendo durante horas una interminable lista de comunicados.
"Queden en casa", decían los altavoces de los vehículos militares por las calles de Lisboa. Pero la gente solo escuchaba a José Afonso cantando que "el pueblo es quien más ordena". Y como en un Hamelin de liberación, salieron todos a las calles, desoyendo las consignas y las prevenciones, para tomarlas, hacerlas suyas y festejar la victoria. Aquella llamada, aquel aúllo de democracia que fue el 25 de abril de 1974, le llegó también al gallego Miguel Sobrino, entonces estudiante de Sociología en Madrid. Así que, movido por el mismo impulso que Portugal entero, tomó el primer tren para Lisboa. Y finalizó por convertirse en un testigo excepcional de la Revolución de los Claveles.
Estuvo presente en la rendición de la PIDE, la temible policía secreta del Estado Novo. Patrulló con tanques por el centro de Lisboa. Presenció la liberación de los presos de la cárcel de Caxias. Participó en la asamblea que, en la primera noche revolucionaria, cambió el nombre del puente Antonio Salazar por 25 de abril. Asistió a la llegada del exilio de Mário Soares. Y a la reunión entre Cunhal y Spínola. Y convivió con el propio José Afonso en los primeros días revolucionarios. También apareció en las páginas de Paris Match. Y ahora, cuando se cumplen 40 años, recuerda los días rojos de la explosión de los claveles.
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"En la facultad estábamos muy sensibilizados con la cuestión portuguesa gracias al movimiento de la canción. El 25 de abril llegamos por la mañana y, como estábamos muy pirados, dijimos: ¡vamos para allá!", recuerda Sobrino, después profesor de Comunicación en la misma Universidad Complutense donde de aquella estudiaba Políticas. "A lo largo del día, algunos compañeros fueron perdiendo interés. El tren salía de noche y subí solo. Recuerdo que me despedí de mi novia pensando que no iba a volver. Quería sumarme a la revolución. Y morir allí si hiciese falta", comenta riendo por la fiebre de la juventud.
El primer miedo llegó en la frontera. Cruzar a Portugal, en la madrugada del 26 de abril de 1974, era altamente sospechoso. "Llegamos a la frontera. El tren iba quedando vacío. En la frontera estaba el control salazarista. Pero no hubo problema. Mostramos los pasaportes y entramos. Por la mañana llegamos a Lisboa", recuerda Sobrino. El chico, cargado de fuerzas, se presenta allí a su contacto. Era el cantautor José Jorge Letria (hoy presidente de la Sociedad de Autores de Portugal), hermano del famoso periodista Joaquim Letria. "Llegabas allí con aquel romanticismo, pidiendo alguna misión, pensando ‘Yo quiero morir aquí’. Así que me dijeron: si quieres hacer algo, ve a la PIDE y haz lo que puedas".
La PIDE, la Polícia Internacional e de Defensa do Estado, era la fuerza del terror en la dictadura salazarista. Era la policía política que secuestraba y torturaba a los opositores. Y que mantenía un control total de la sociedad a través de los búhos, los informadores civiles incrustados en cada barrio y en cada puesto de trabajo, dispuestos a delatar toda disidencia. Así que no fue extraño que, leales al régimen y temiendo la reacción popular, fueran los últimos en rendirse. Atrincherados en su cuartel general en la calle Antonio María Cardoso, habían disparado sobre la multitud durante la noche, asesinando a cuatro manifestantes. Los únicos cuatro muertos de la Revolución de los Claveles. Así que, a la mañana siguiente, en medio de una tensión enorme, llegó Miguel Sobrino al epicentro de la revuelta.
"En las calles ya se veían a los militares con los claveles en los fusiles. Y lo que se veía era un ambiente de alegría. Aquellos soldados viendo cómo la gente los apoyaba", relata Sobrino. "Pero esa noche había habido disparos, había muertos y heridos; y los de la PIDE estaban dentro, ganando tiempo para quemar lo máximo posible. Cuando yo llegué estaban las hogueras ardiendo". Sobrino ideó hacerse pasar por periodista: "Atravieso el cordón militar como si fuera de la prensa, con mi carné de la facultad de Sociología. Como ponía ‘Ciencias PP y Sociología’, yo decía que PP era ‘Imprensa’. En el fregado, dentro del edificio, con aquellos pides allí, estábamos cuatro tontos: yo, un equipo de la televisión sueca y tres más. Y teníamos a los fusileros apuntándonos".
"A lo largo del día hubo más tiros. Unas ráfagas me pillaron en una cabina de teléfonos y temí por mi vida. Dije: ‘Mi madre, ¿que hago aquí?’", recuerda. "Cuando se rindieron, iban llegando pides detenidos, algunos con la cabeza sangrando, porque había gente que no había quien la parara…".
Tras asistir a la rendición de la PIDE, Miguel Sobrino va a vivir otro momento histórico. "Cuando salía el convoy con los agentes detenidos, nos subimos en un camión artillado. Y llegamos a la prisión de Caxias, donde la gente estaba en la puerta, pidiendo que liberaran a los presos. Y cuando llegó la noche comenzaron a salir". Aún recuerda la emoción del momento: "Se abren las puertas, y un tío me abraza y se ponen a llorar y chillar: ‘Llevaba 19 años aquí metido!’. Allí lloraba todo el mundo. Fue una fiesta". Pero la catarsis estaba aún por llegar.
"Nos metimos en un coche cuando ya no quedaban presos en la cadena… Y volvimos al centro. Y sentí algo indescriptible. La plaza del Rossio, montón de gente bailando, cantando… Era un estado de catarsis y de felicidad enorme. Fue una fiesta hasta las dos de la mañana. Cada tanto, aparecía un convoy de soldados con banderas rojas, los claveles en los fusiles y la gente echándoles flores. Es increíble lo que siente un pueblo cuando pasa algo así", recuerda Sobrino. Había prisa por cambiarlo todo. Por ejercer la libertad. Y por vivir la democracia. Así que allí mismo, en el Rossio, votaron cambiar un símbolo de la dictadura: "Eran las doce de la noche, y en el centro de la plaza hicimos una asamblea para cambiarle el nombre al puente… No podía seguir llamándose Oliveira Salazar. Había que cambiar aquello. Mientras que la gente se bañaba en la fuente, votamos. No esperamos ni un minuto. Salieron algunos con una camioneta y con una brocha tacharon ‘Oliveira Salazar’ para poner ‘25 de abril’".
Para Miguel Sobrino, aquella noche fue la más emocionante de la Revolución: "El Rossio fueron millares y millares de personas sintiendo la libertad". Al día siguiente, el hoy profesor se convirtió en periodista y casi agente secreto. Porque comenzó a visitar la central de la PIDE, en la búsqueda de información reservada. "Como tenía mi falso carné de prensa me colaba por todas partes. Fueron varias mis visitas a la PIDE. Y salía siempre cargado de papeles. Había restos de hogueras, pero aún encontrabas papeles con el rótulo de ‘Top Secret’ por todas partes".
Sobrino le iba llevando todo a los revolucionarios: "Saqué material confidencial bastante duro. Pero no sabía lo que llevaba. Solo veía ‘Top Secret’, ‘Top Secret’… Cuando les entregué los documentos, alucinaron: ‘¿Pero tú sabes lo que has traído?’, me preguntaban. Eran las listas de todos los búhos de Portugal". Allí estaban los nombres de los colaboradores de la policía política, los delatores que enviaban sus vecinos al infierno.
Como Sobrino estaba en todas partes, siempre colándose en los momentos clave, fue de gran ayuda para la prensa destacada en Lisboa. "Les pasaba la información a los periodistas de España, de Le Monde, de los grandes medios… Porque yo estaba allí, viviendo aquello y era una fuente de primera mano", cuenta. Pero la información que se publicaba en España, aún en la dictadura franquista, estaba muy manipulada. El diario ABC titulaba en primera: "Golpe de estado en Portugal". Y dejaba claras sus simpatías por Marcelo Caetano y el difunto Salazar: "Se ha consumado el cambio de régimen en Portugal. Concluye un largo período tras no pocos aciertos y éxitos económicos y sociales". TVE, en un papel aún más penoso, llegaba a informar de un brote de cólera en Portugal, alertando a los gallegos de que no cruzaran la frontera por razones sanitarias.
"Recuerdo los informativos de Televisión Española y el papel vomitivo de Diego Carcedo. El papel que jugó en la contrarrevolución fue lamentable", critica. "Luego decían que en Portugal había una epidemia de cólera. En Galicia vacunaban a la gente contra el cólera. No querían que se conociese lo que estaba aconteciendo allí. No fuera que en España quisieran lo mismo. Fue vergonzosa la información de Televisión Española y de Radio Nacional. Era el año 74. Aún gobernaba el viejo. Y a la gente la tenían engañada con Portugal".
Aún le quedaba mucho por vivir a Sobrino: "Cuando todo se calmó, decidí ir a ver a José Afonso a Setúbal para darle un abrazo. Pasé toda la tarde y la noche con él. Al día siguiente era cuando llegaba el avión con Cunhal y el músico José Mário Branco que estaban en el exilio. Y quedamos en ir juntos para allá. Estuvimos mismo a repartir pasquines por las calles de Setúbal, hasta que le aconsejaron no exponerse tanto, porque había amenazas de muerte contra él", rememora.
"Por la mañana fuimos a recibir a Cunhal. Y de ahí a ver a Spínola. Yo iba con Cunhal. Llegamos a la Cova da Moura y quedamos en la antesala, mientras decidían el futuro de la revolución. De ahí fuimos a la sede de un movimiento democrático… ¿Y a quién me encuentro? ¡A Galvão! Y me lo presentaron. Era increíble, porque me iba encontrando con todos los protagonistas, uno tras de otro", recuerda el que entonces era un entusiasta joven revolucionario.
Sobrino estuvo también en la llegada de Mário Soares. Mismo aparece en una foto en la revista Paris Match con el líder del Partido Socialista o en otra abriéndole paso a Soares y la Cunhal: "Me pescaron en esa y en otras fotos de las agencias internacionales, porque yo estaba allí; tuve la suerte de vivir la Revolución de los Claveles en primera línea, como un inconsciente", bromea.
El Primero de Mayo fue la gran explosión de libertad del país: "Era el primer acto oficial tras años de dictadura y fue un día emocionante". Sobrino se quedó sin dinero días más tarde y no tenía billete de vuelta. Fue a la embajada de España en Lisboa y pidió que lo repatriaran: "Yo allí disimulando: ‘Pasaba por aquí de turismo y encontré esto’. Uno de los funcionarios se apiadó de mí y me prestó el dinero para comprar el billete de vuelta". El que después sería profesor en la Complutense, hoy ya jubilado, recuerda que fue recibido de vuelta en Madrid casi como un héroe. Todos querían conocer su narración de los hechos. "Para nosotros supuso un camino a seguir. Había que ver lo que era Portugal antes de 25 de abril. Cualquier joven tenía que pasar cinco años de mili. Y estar al servicio de las multinacionales matando negros en África".
Hoy, cuando mira atrás, lamenta que la Revolución de los Claveles evolucionara hacia el conservadorismo: "La gente esperaba mucho pero aquella revolución fue reconducida". Pero reconoce que fue "una ruptura, no una transición como la que hubo en España en la que, al final, están los mismos". Y Sobrino ríe, se emociona y disfruta cuando recuerda aquellos días revolucionarios de hace ahora cuarenta años. Los días en los que el chico de la Revolución de los Claveles fue testigo en primera fila de un momento que cambió la historia. De esos acontecimientos únicos en los que parece imposible quedarse en casa.
Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público.
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