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El papel de los medios en una sociedad democrática

No es concebible un modelo de sociedad, cualquiera que sea su estructura política, en la que los medios de comunicación no tengan un papel preponderante y una intensa capacidad para interferir, con sus informaciones y opiniones, en la vida política, económica y social de un país.

No es concebible un modelo de sociedad, cualquiera que sea su estructura política, en la que los medios de comunicación no tengan un papel preponderante y una intensa capacidad para interferir, con sus informaciones y opiniones, en la vida política, económica y social de un país.

En la práctica totalidad de los sistemas políticos, cuando se trata de ejercer la libertad de prensa y el derecho a una información veraz, nos encontramos con una realidad que dista mucho de satisfacer estos ideales. Los ciudadanos tienen derecho a una información veraz y contrastada, pero la realidad que estamos viviendo no parece responder a esta exigencia democrática. Los obstáculos son de diferente signo, pero de idénticos resultados. El peligro proviene del dirigismo de los propietarios y de la opacidad de los gobernantes que se escudan en la barrera de los secretos oficiales.

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1. ¿Es posible, en el mundo actual, una comunicación veraz y libre? Albergo serias dudas sobre la posibilidad de disponer mayoritariamente de una información despojada de ataduras y condicionantes. Vivimos en un mundo con una capacidad ilimitada de emitir y lanzar al espacio toda clase de noticias y comentarios. El Homo Sapiens que describe Yuval Noah Harari no puede abarcar todo el espectro de comunicaciones que recibe de los diferentes medios de comunicación. La Galaxia Gutenberg se vio desbordada y casi eliminada por otros medios audiovisuales que disponen de un potencial tecnológico capaz de almacenar –en el espacio que acertadamente se definió como la nube– el presente y el pasado de toda clase de información. Las informaciones algunas veces son veraces y en la mayoría de los casos deliberadamente falsas. Noah Harari admite resignadamente que nos encontramos viviendo en una terrible era de una posverdad construida sobre la base de repetir hasta el infinito la mentira. Mirando hacia atrás sin ira, pienso que más bien con melancolía, pregunta: ¿Cuándo exactamente tuvo lugar a era dorada de la verdad? Desde luego, no en el momento presente.

2. Impacto de las plataformas digitales. ¿Información o negocio? Tendencia al monopolio. Las plataformas digitales se concibieron como un negocio y no como un instrumento al servicio de la comunicación y de la información. Inexorablemente, rompieron los principios o reglas del capitalismo, eliminando la libertad de mercado, convirtiéndose en monopolios personalistas. Tienen nombres y apellidos: Mark Zuckerberg, Bill Gates, Jeff Bezos y Elon Musk son los dueños y señores de estos inmensos poderes que deberían estar controlados por los gobiernos como cualquier otra corporación financiera o industrial. Las maniobras especulativas, y en cierto modo alocadas de Elon Musk, descubrieron a cielo abierto la fragilidad y la insensatez de personajes que se mueven como figuras relevantes en las élites mundiales.

3. ¿Los medios de comunicación respetan las reglas de una sociedad democrática? Los que ejercen la titularidad de los grandes medios de comunicación pueden dosificar e incluso manipular la información. Con honrosas excepciones, no permiten que se les escape el control de las líneas editoriales y el sesgo de la comunicación. Los principios rectores de la ética periodística les incomodan. Cuando la falsedad o la tendenciosidad de sus informaciones les hace incurrir en responsabilidades civiles o penales, disponen de una potente maquinaria legal para hacer frente a las reclamaciones. Los grandes titulares que abren las portadas de la mayoría de nuestros periódicos servirían para un máster de ética periodística en nuestras facultades de Ciencias de la Información.

4. Los medios de comunicación al servicio de una política de bloques. Ante la invasión rusa, primero de Crimea, con el silencio cómplice de toda la comunidad internacional y, de momento, de la República Popular de Lugansk y de la República Popular de Donetsk, muchos medios de comunicación se situaron a favor de posturas políticas, esgrimidas por los Estados Unidos y seguidas sin opciones propias por la Unión Europea. Se nos cerró el acceso a los medios de comunicación rusos y no podemos contrastar las informaciones. ¿Alguien en su sano juicio piensa que a Rusia se le puede pasar por la cabeza bombardear una central nuclear situada a escasos kilómetros de su frontera, cuyas consecuencias devastadoras la alcanzarían irremediablemente con unos efectos aún más desastrosos que los de Chernóbil? Por favor, no nos tomen por idiotas.

Los medios de comunicación prestarían un gran servicio a la paz mundial si intensifican, en sus editoriales y artículos de opinión, la necesidad de suspender el envío de armamentos e incrementar las conversaciones diplomáticas.

5. La presión de los medios de comunicación sobre los tribunales de justicia. Por mi profesión y por moverme desde hace muchos años en el mundo del Derecho, me preocupa especialmente el alineamiento de los medios de comunicación ante conflictos políticos judicializados o cuestiones relacionadas con el avance y la conquista de derechos. En mis dos últimos libros, El Gobierno de las togas y La guerra de los jueces (Catarata), denuncio los casos judiciales relevantes que desembocaron en condenas incompatibles con el sistema democrático y el principio de la división de poderes. Entre otros muchos, merecen especial mención las condenas a muchos políticos en los juicios de los ERE de Andalucía, el proceso a los independentistas catalanes o la sistemática persecución judicial contra el partido político Podemos y el que fue su líder Pablo Iglesias. En todos estos casos la presión de muchos medios de comunicación condicionó y alentó el sentido de las resoluciones judiciales. En nuestro país, la presión de los medios sobre los jueces que instruyen o juzgan casos de relevancia política supera las barreras del permisible en una sociedad democrática.

6. Los medios de comunicación al servicio de las grandes corporaciones financieras e industriales. A nadie puede extrañar que los grandes poderes tecnológicos, industriales y financieros tengan interés en controlar los medios de comunicación para preservar sus intereses. Pero un sistema democrático exige transparencia y responsabilidad, no solo a los poderes públicos, sino también a las corporaciones, asociaciones y ciudadanos. En el debate entre la supremacía del público y lo privado, no puede extrañar que los medios de comunicación financiados exclusivamente por fondos de inversión se decanten por una cuestionable superioridad de la gestión de los intereses públicos por empresas privadas, frente al imperativo deber de los poderes públicos, por mandato constitucional, de promover y fomentar las condiciones favorables para el progreso social y económico. En estos momentos se ha impuesto un neoliberalismo desbocado que pretende acabar con el Estado, coincidiendo paradójicamente con el anarquismo más ortodoxo. Las consecuencias negativas de estas teorías las sufre una clase media trabajadora abocada a una pérdida progresiva de la capacidad de bienestar y de acceso a los servicios públicos fundamentales como la salud, la enseñanza, el desempleo o las pensiones.

Los medios de comunicación tienen el deber de conceder espacios a los sindicatos y asociaciones y abrir el debate, como ya hacen algunos, publicando tribunas de personalidades del mundo de la economía como Paul Krugman, Joseph Stiglitz o Thomas Piketty, que rebaten, con análisis científicos, la falsedad y la impostura política de los neoliberales.

7. ¿La pluralidad informativa nos hace más libres? Incuestionablemente sí. La realidad no es objetiva por mucho que así intentemos reflejarla. Su percepción es muy distinta según la persona que recibe la información.

Los grandes medios periodísticos tradicionales se consolidaron gracias a la busca de la objetividad y de la neutralidad. Siempre fueron un oscuro objeto de deseo de los poderosos. Pero no solo los intereses financieros y económicos son un peligro para la libertad de información, algunos gobiernos pretenden subordinar la información a la propaganda.

Ante la existencia inevitable de las nuevas tecnologías de la información, se puede y se debe aprovechar su versatilidad. El ejemplo más potente e irrefutable de su alternatividad lo encontramos en la energía nuclear. Nació lamentablemente como un arma de destrucción masiva que nos debe avergonzar a todos como seres humanos, pero se encontraron alternativas para generar energías que sirven para el desarrollo de la economía y de la vida e incluso se encontraron aplicaciones en la medicina. No podemos darnos por vencidos y abandonar la lucha, hay un espacio y un deber de revertir los efectos negativos de la posverdad y del metaverso que ofrece Internet y ponerlos al servicio de la verdad y del pluralismo.

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