a coruña
"Lo que no se cuenta no existe", escupe a la cámara una histriónica Candela Peña, caracterizada como Rosario Porto, con acento de señora del Ensanche compostelano, en la última gran producción de narrativa gallega que arrasa entre el público español, El caso Asunta. Peña, en la boca de Porto, revela la gran razón que suele lastrar la verdad y la información hasta un pozo insondable. Un factor peor que el miedo: la vergüenza. El pudor por el estigma, por confirmar ciertos los perjuicios sobre lo propio, mantuvo en la oscuridad durante décadas la realidad del narcotráfico en Galicia, hasta que el periodismo valiente rompió el silencio e hizo comprender a la sociedad que las miserias, por oscuras que sean, también forman parte de nuestra historia. En la Costa del Sol se escuchan disparos y, a veces, huele la pólvora, de vez en cuando aparece algún cuerpo inerte en la calle y hay críos armados haciendo la compra en el hipermercado, pero nadie hablaba del que pasaba. Hasta ahora.
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De Fariña a Marbella. Detrás de la serie que Movistar Plus+ estrenó a principios del pasado mayo se desgrana un lío criminal que se fue desparramando, como un cáncer silencioso y devastador, por todo el litoral mediterráneo frente a la inacción de las autoridades. En su concepción hay dos firmas gallegas. Las de Nacho Carretero y Arturo Lezcano, periodistas coruñeses, amigos y socios antes de nada, que un día decidieron que ya bastaba de aquel oscurantismo. «Desde que empezamos la promo de la serie –comenta Lezcano– la gente comenzó a enterarse de lo que pasa. Dicen: ¡parece que os están haciendo la promo! Claro, escuchan hablar de un tiroteo, otro día de otro… No es algo de ahora. Lleva pasando años, y nadie se había ocupado", lamenta.
Lo que hoy es una serie de éxito empezó como un reportaje a cuatro manos en el que los dos periodistas desmenuzaban ese complicado e intrigante ecosistema de criminalidad organizada que había tomado como sede neurálgica la región, pero cuyos tentáculos se ramificaban alrededor del mundo. Lo que un día fue el epicentro de las fiestas de la jet set de decadente abolengo queda ahora convertida en la "ONU de la delincuencia organizada", tal es la amalgama de nacionalidades que operan en el territorio, alertaban Lezcano y Carretero en el reportaje, publicada en el periódico El País, que más tarde serviría de base para el guión de la serie.
"¿Que por qué no se había contado antes? Al final, hay situaciones que se normalizan cuando gotean. En la Costa del Sol goteaban noticias. Si cada dos por tres hay un ciudadano búlgaro tiroteado en Fuengirola, la gente se habitúa. No es un silencio premeditado, la situación acaba pasando desapercibida", explica Carretero.
"En España escondemos nuestras miserias, que no se explotaron culturalmente, cuando no hay nada más fascinante para explotar que nuestra singularidad" (Arturo Lezcano)
Hasta el momento, solo la prensa local de las localidades afectadas transformaba los sucesos en titulares. A ellos les tocó unir todos esos puntos, seguir la línea y ver hacia dónde les llevaba. La función última de la serie que bebe de su trabajo de investigación, como cualquier producto audiovisual, es entretener, pero también actúa como martillo percusor en las conciencias de los que callaron y como activador de curiosidad para quien lo desconoce. "El reportaje, si tiene recorrido, reaviva el interés de la gente, que no lo percibía en esa pequeña gota aislada. Si tienes la suerte de que acaba convertido en serie, entonces se cierra el círculo. Pasó con Fariña: el interés mediático sobre la cuestión se reactivó", explica Carretero.
Los dos amigos, que habían trazado su vínculo en el césped del estadio de Riazor 20 años atrás, como cronistas deportivos locales, llevaban tiempo maquinando la manera de desarrollar productos audiovisuales ambiciosos partiendo de historias periodísticas de calidad. Así nació su hijo en común, la productora Ailalelo. En el caso de la serie de Movistar Plus trabajaron con la productora Buendía Estudios en el que es su primer proyecto de narrativas propias a gran escala. Antes de eso ambos ya habían desarrollado carreras de éxito que los habían situado como figuras solventes del periodismo gallego y nacional.
Pero faltaba cubrir ese nicho que percibían vacío. "Cuando pasa algo en los Estados Unidos la gente ya se pregunta '¿cuando saldrá la película?'. Aquí no. Fue difícil, pero nosotros apostamos porque sabíamos que había un interés genuino en la gente en hacer memoria de nuestra historia contemporánea", valora Arturo Lezcano. Su amigo lo corrobora. De nuevo, la respuesta a esa demora parece flotar en el ambiente. "Por alguna razón, parece que en España escondemos nuestras miserias, que no se explotaron culturalmente, cuando no hay nada más fascinante para explotar que nuestra singularidad. Y aquí acontece mucho y de manera muy singular, hay universos fascinantes", asevera Carretero.
Y en Marbella, claro que los hay. Mafias, armas, montones de dinero en efectivo, drogas, desproporción y exceso. Para saber contarlo, hay que verlo. Y para verlo, hay que vivirlo. Carretero y Lezcano lo hicieron en el tiempo que invirtieron en documentarse para su reportaje, y lo volvieron a hacer de nuevo junto a Dani de la Torre y Alberto Marini, creadores de la ficción televisiva, meses después. Los cuatro recorrieron el ambiente sórdido de las discotecas, los restaurantes y los clubes nocturnos, las voluntades que se compran con oro y las que se doblegan con el hierro. Los propios integrantes de las mafias prestaron sus testimonios. "Al final les gusta decir: mira, yo soy éste, hice tal", confiesan.
Tales excesos suponen una tentación para los creadores de la ficción audiovisual. Pero ellos son, antes de nada, periodistas.
Marbella juega con la realidad y trampea con la ficción, sin dejar que una interfiera demasiado en los códigos de la otra, de manera que ambas puedan convivir en paz en un producto cuya principal función es entretener al espectador y, de manera subyacente, disipar las tinieblas. «Fuimos muy pesados. Parecíamos los apóstoles de la realidad. Son temas muy apetecibles para los cineastas, pero nosotros nos empeñamos en dejar nuestro punto de vista como periodistas, y en anclarlo al máximo a la realidad", asegura Lezcano.
"Si un reportaje tiene recorrido se reaviva el interés de la gente en un tema que antes pasaba desapercibido, ya pasó con 'Fariña'"(Nacho Carretero)
En la serie Fariña, adaptación televisiva de la investigación homónima de Nacho Carretero, el espectador podía seguir los pasos de los capos gallegos de la droga a través de la experiencia de un carismático y atractivo Sito Miñanco, encarnado por el noiés Javier Rey. En Marbella, el peso de la acción recae sobre Hugo Silva en la piel de un abogado de las mafias que traspasa las líneas rojas. Ni los autores del reportaje ni los ejecutores de la idea son ajenos al magnetismo que el mundo criminal puede suscitar en el ojo del telespectador, que puede asumir los valores de estos personajes como aspiraciones, pero los periodistas no temen a la romantización del gánster made in Marbella. Escogen valorar sus beneficios colaterales, en vez de temer por su banalización.
"Es inevitable que aparezcan personajes fascinantes, tienen que serlo. Si fueran repulsivos no verías la serie. De todos maneras, que un fenómeno se convierta en folclore no es necesariamente malo, porque la alternativa es el silencio y el tabú. Aquí en Galicia lo sabíamos bien con el narcotráfico. Quedaba en el cajón porque hablar de él era agitar el estigma", señala Carretero.
En el caso de Marbella, el ecosistema criminal coexiste, sin convivir, detrás de un muro invisible, con la otra Marbella, una ciudad de servicios en la que el día a día no es muy diferente de cualquier otra de su tamaño. "Existe la Marbella normal, una ciudad media, que también da servicio a la gente que vive en urbanizaciones con ese dinero de dudoso origen. No hay que estigmatizar la ciudad, pero tampoco se puede tapar y decir que allí no pasa nada", advierte Lezcano.
Pie de foto: Los tres gallegos responsables de Marbella. Los periodistas Arturo Lezcano (a la izquierda) y Nacho Carretero (a la derecha), con el director Dani de la Torre, en medio.
No temen a las reacciones que pueda suscitar este retrato llevado a la pantalla. No les inquietan las de las mafias y asumen las del vecindario de las localidades, que habita en esa realidad paralela e inmiscible con la que narra Marbella. La reacción que esperan expectantes es la de los representantes políticos e institucionales, culpables, en parte, de que la Costa del Sol haya quedado convertida en el escenario óptimo de una serie de mafiosos.
"Si los políticos de Marbella se enfadan por la serie, lo percibiremos cómo una buena noticia. Esperamos que se enfaden. Son quienes llevan años sin dar respuesta a lo que acontece en sus ciudades. Si la Administración se enfada, mejor. No nos preocupa, al revés", resuelven.
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