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Milei, política psicotrópica

El presidente argentino se define como anarcocapitalista cuando en realidad es un ultraneoliberal que a base de histrionismo y populismo se ha ganado a pulso el apodo de El Loco. 

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Javier Milei. — Ilustración: Raúl.

buenos aires,

Como premisa de una serie de ficción política tiene maneras de sobra como para resumir la sinopsis: un economista argentino, impulsado por el éxito mediático cosechado en las tertulias infinitas de el infoshow televisivo, decide entrar en política.

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En un año llega a diputado nacional. Al año siguiente redobla la zancadilla y se presenta a la presidencia con una receta aparentemente infalible en un país políticamente quemado y económicamente colapsado: "Que se vayan todos". Y lo consigue.

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Hasta ahí, todo bien. El problema para vender nuestra serie llega a la hora de delinear al protagonista. Con dar dos trazos se corre el riesgo de que el receptor ría a carcajadas o se marche corriendo por lo que parece más una trama lisérgica de un inspirado guionista que una historia del terciopelo del poder.

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Vamos allá: nuestro personaje, de nombre Javier (53), gasta chupa de cuero, melenas leonadas y lleva patillas de prócer de las independencias latinoamericanas. Los ojos celestísimos se le llenan de sangre cuando sale a los mítines, mientras salta y gesticula con los brazos como en la final de un mundial chillando "¡Viva la libertad, carajo!" y "¡La casta tiene miedo!" como un Rod Stewart desgreñado.

Motosierra

En otros actos, en barrios populares, sale con la cara enrojecida encima de una camioneta agitando una motosierra encendida "para recortar el Estado". Porque Javier es un economista liberal que no tiene otro credo político que el libre mercado. Por eso aboga por eliminar el banco central, hacer desaparecer la moneda local y dolarizar la economía.

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También dice que la justicia social es un robo, y que hay que eliminar los subsidios para los más pobres, porque "son cómo quitarle el pan a uno para dárselo a otro". Tanto cree en el mercado que afirma que en su mundo ideal, en vez de las donaciones, debería crearse un mercado de órganos y hasta de bebés. Javier dice que es anarcocapitalista en la teoría (dentro del capitalismo quiere destruir el Estado) pero minarquista en la práctica (acepta que exista en la mínima expresión).

Milei no tolera ni al Papa Francisco, compatriota suyo, porque es "un comunista"

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Prometió reducir los ministerios eliminando el de Educación, por ejemplo, acabar con la "ideología de género", hacer que la obra pública sea privada y liberalizar la tenencia y porte de armas. No tolera ni al Papa Francisco, compatriota suyo, porque es "un comunista", al tiempo que niega el número oficial de desaparecidos en la última dictadura argentina.

Pero lo llamativo de Javier no es (solo) la doctrina política, sino su propia vida. Cuando llega la casa, allí lo esperan, cada uno en su cuarto propio, cuatro mastines ingleses, a los que les dio los nombres de sus ídolos de la teoría liberal: Murray (por Rothbard), Milton (por Friedman), Robert y Lucas (por Robert Lucas).

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El perro Conan, su "hijo"

Los cuatro, en realidad, son clones, que mandó hacer en los Estados Unidos, para "reencarnar" a su "hijo", así lo llama él: Conan, un perro que murió hace cinco años, pero con el que Javier habla a través de una médium.

Cuando le muestran una foto de Conan, como ya sucedió en la televisión, llora y queda aturdido, con el rostro ido. La interlocución con el "primer libertario en cuatro patas", como rezaba el perfil de Twitter que le hizo, será su guía en los inextricables caminos de la política argentina.

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¿Cómo será una comunicación con dios, el "número 1", la que dictará su futuro? Según Javier, el designio divino le conmina a "la misión" de ser presidente de la Argentina.

En el país de los divanes, el análisis psicanalítico de Javier parecer dar respuestas: maltratado físicamente por su padre en la infancia, rechazado por los compañeros en un colegio católico de Buenos Aires, se refugia en el fútbol (de hecho, llega a ser portero de Chacarita Juniors) y en la música (lidera un grupo adolescente de rock, Everest).

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Sin relaciones sentimentales conocidas, se refugia en su hermana Karina, El jefe, su gran consejera.

"El punki de la economía"

Con 45 años empieza a asomar en las televisiones y enseguida causa furor. Al principio lo presentan como "el punki de la economía". Hace subir las audiencias, enamora a las masas con su histrión a base de insultos y arrebatos pasajeros y llenos de osadía. Especialmente entre los (varones) más jóvenes. En la Argentina votan desde los 16 años: aquellos que ya no conocieron más que crisis (y que aún no emigraron). Javier les da exactamente lo que quieren y ellos lo amplifícan en las redes.

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Los críticos ponen en entredicho su estabilidad mental, pero él va subiendo escalones de diez en diez

Los críticos ponen en entredicho su estabilidad mental, pero él va subiendo escalones de diez en diez. Para completar el viaje presenta en sociedad su primera joven conocida: Fátima Flórez, famosa en la Argentina por ser la imitadora de Cristina Fernández de Kirchner, el demonio mismo para Javier (con permiso de Keynes).

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En esta ficción psicotrópica solo faltaría un grand finale a la altura de semejante parideira creativa. Pero lo malo es que esto que acaban de leer no es House of Cards con retazos de Zucker-Abrahams-Zucker: todo es pura realidad, incluso pasada por el tamiz de aquel que se hace llamar León pero al que todos conocen desde siempre como Loco. El Loco Javier Milei.

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