santiago
El 1 de octubre de 1931 se aprobó el derecho al voto de las mujeres. El debate parlamentario generó gran expectación, y según el diario El Imparcial, "las tribunas estaban muy animadas, predominando el elemento femenino, estimuladas o reclutadas por la señorita Campoamor". Esa "senorita" protagonizó uno de los debates más importantes de nuestra historia. Pero cayó en el olvido como otras tantas mujeres republicanas. Noventa años después, Clara Campoamor ha salido de la niebla de la desmemoria en gran parte gracias a los trabajos de Isaías Lafuente, escritor y periodista en la SER desde hace 35 años, premio Ondas en 2018 por su Unidad de Vigilancia y autor de varios libros en los que recupera parte de la historia que nos obligaron a olvidar. Esclavos por la patria, Agrupémonos todas: la lucha de las españolas por la libertad o Tiempos de hambre, dirigen una mirada esclarecedora y crítica a los años de la República y la posguerra. En su último libro, Clara Victoria, reconstruye un episodio imprescindible del siglo XX e intenta poner fin a muchas falsedades dichas sobre él. Hablamos con Isaías de Clara Campoamor, de periodismo y de memoria en su casa de Madrid, una vivienda construida a principios del siglo pasado que, quién sabe, quizá conocieran muchos de los personajes de sus obras.
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Clara Campoamor fue una de las muchas "mujeres olvidadas” de su generación, ¿por qué su atracción por este personaje?
Hace algunos años quise profundizar en la lucha por la igualdad que llevaron a cabo las mujeres en nuestro país desde finales del siglo XIX. De este interés nació Agrupémonos todas y en esa historia, lógicamente, había un capítulo dedicado a Clara Campoamor. Cuando comencé a investigar, me encontré con que no había nada publicado sobre ella. Sólo existía una biografía editada unos años antes por Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, prácticamente ningún material más. De hecho, en la famosa enciclopedia Espasa revisada en los años ochenta no aparecía ninguna entrada dedicada a Clara. Cuando estaba escribiendo ese libro, en la televisión emitían un programa de baile en el que participó la nieta de Franco. Las dos imágenes me parecieron tremendas: ¿cómo era posible que un joven pudiera conocer a la nieta de un dictador y no encontrar apenas datos de la vida de Clara Campoamor, la responsable del sufragio femenino en España?.
Se publicó entonces "La mujer olvidada", la historia novelada de Clara Campoamor en la que se basó una serie de Televisión Española.
Sí, y ahí di por terminada mi aportación sobre Clara Campoamor. Pero quince años después, y a través de Twitter sobre todo, me he pasado muchas horas intentando corregir a personas públicas, políticos en su mayoría, que tienen una visión incompleta, torcida o construida a base de mentiras sobre Clara y el sufragio femenino y, especialmente, sobre lo que hicieron sus compañeros de partido.
¿Qué bulos se difundieron sobre ella?
El gran bulo que se ha difundido es que Clara sacó el sufragio adelante con el apoyo de los liberales con la oposición del Partido Socialista. Eso lo dijo Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia entonces, a Elena Valenciano en el Parlamento y tuvo que rectificar. Eso sí, tardó tres meses en hacerlo. Fue una declaración gubernamental absurda, sobre todo viniendo de quién venía, un ministro del Gobierno, preparado, formado... La realidad es que los socialistas aportaron la mitad de los votos que sacaron adelante el sufragio y los que no votaron a favor, se abstuvieron. El partido socialista no tuvo ningún voto en contra.
¿Era "liberal" Clara Campoamor como afirmaba Ciudadanos con esa fotografía suya como fondo de la plana de mayor del partido?
Esa imagen salió justo después de la famosa foto de Colón con Vox y el PP. Albert Rivera afirmó entonces que el sufragio femenino salió adelante con el voto de los liberales y teniendo en contra a los socialistas, cuando fue justo lo contrario. Todos los liberales del partido de Clara Campoamor, salvo un diputado de noventa, votaron en contra del sufragio, y la mitad de los votos que recibió Clara vinieron del partido socialista. Tampoco se han enterado estos liberales de hoy que cuando el Gobierno de Lerroux pactó con la CEDA, Clara Campoamor se fue del partido liberal.
¿Por qué su figura se ha utilizado recientemente por las derechas?
Eso sólo puede ocurrir por dos razones: por una ignorancia absoluta, algo tremendo en pleno siglo XXI y en personas que aspiran a gobernarnos, o porque haya una intención malévola de torcer la historia, de contarla de otra manera. Cualquiera de las opciones me parece terrible. Y, sobre todo, si tenemos en cuenta que todo el debate está en las actas del Congreso, digitalizadas y al alcance de cualquiera que quiera consultarlas.
En el libro narra lo difícil que resultó ese debate, ¿qué se argumentó en contra del voto de las mujeres?
El debate parece un guion cinematográfico. Hay algunas intervenciones dignas de mención como la del psiquiatra gallego Novoa Santos. Este hombre era un patólogo muy prestigioso, no solo en España sino también en Europa. A pesar de sus declaraciones misóginas, llama la atención que en su departamento hubiera muchas mujeres trabajando. Novoa Santos creía en la mujer excepcional, las mujeres eran incapaces para casi todo, pero había algunas mujeres excepcionales a las que había que apoyar. Pero la mayoría no pertenecían a este selecto grupo. A principios de siglo Novoa Santos escribió un tratado que se titulaba La indigencia espiritual de la mujer española y en él ya defendía que la mujer no podía votar porque era "histérica por naturaleza". No es que esta enfermedad pudiera afectar a algunas, no, él consideraba que la mujer era así naturalmente. Y un histérico no podía ejercer un derecho tan importante como el voto. Otro diputado dijo que la mujer era incapaz pero sólo durante unos años, hasta la llegada de la menopausia, porque ya se relajaba y entonces sí podía votar.
Todas estas opiniones supongo que serían esperables, ¿pero qué ocurrió con los demás partidos?
Yo creo que Clara Campoamor no podía esperar que los grandes partidos republicanos, el de Azaña y el de Victoria Kent, le dieran la espalda. Ella cambió de partido para poder estar en las Cortes. Clara militaba en el partido de Azaña, pero en las elecciones generales no había un hueco para ella y aceptó al oferta del Partido Republicano Radical de Lerroux con una condición: quería estar desde el primer momento den la elaboración de la Constitución. Y, de hecho, formó parte de esa comisión, la única mujer que, hasta el momento, ha participado en la redacción de una constitución. En esa comisión no hubo ningún problema para aceptar el sufragio, pero en el debate parlamentario, muchos diputados de los grandes partidos republicanos comenzaron a manifestarse en contra.
¿Qué razones daban?
Decían que las mujeres debían tener los mismos derechos que los hombres, pero no en ese momento porque consideraban que no estaban preparadas. Entre las mujeres había un nivel alto de analfabetismo y, sobre todo, porque estaban sometidas a la iglesia y eso podía derechizar el voto hasta el punto de poner en peligro la República.
¿Y estaban en lo cierto? Dos años después ganaron las derechas...
Clara basó sus argumentos políticos y éticos en el sentido común. Primero, no se podía construir una república democrática sin contar con la mitad de la ciudadanía; segundo, era absurdo que se permitiera ser diputadas a dos mujeres que, sin embargo, no podían votar. Era cierto que había muchas mujeres analfabetas, pero también muchísimos hombres y era bastante contradictorio que un hombre analfabeto pudiera votar y no Clara Campoamor, que tenia la carrera de Derecho. Sobre la iglesia y su influencia dijo algo muy elocuente: afirmó que había visto a muchos de los diputados allí presentes desfilar en una procesión.
¿Y por qué se opuso con tanta vehemencia Victoria Kent, mujer y republicana?
Por el miedo. El prejuicio sobre el voto derechista de las mujeres existía y, de hecho, Gil Robles empleó una estrategia muy eficaz. Presentó más de un millón de firmas de mujeres que se oponían a la separación entre Iglesia y Estado. Esto asustó a los políticos de izquierdas. El cuerpo electoral de las mujeres que se podían incorporar era más o menos de 6 millones y ese millón de firmas recogidas en los atrios de las iglesias documentaba el poder que la iglesia tenía sobre ellas.
¿No hubo firmas que apoyaran el sufragio femenino?
No, no las hubo, pero Clara argumentó con algo muy sencillo: hay un millón de mujeres posiblemente votantes de partidos de derechas, pero quedan cinco millones. Vamos a conquistar a esas mujeres. Dijo una frase muy bonita: todos somos fruto del hombre y de la mujer,- "yo quiero votar con mi capacidad masculina igual que vosotros votáis con vuestra incapacidad femenina".
¿Se utilizó esta discrepancia entre las dos únicas mujeres parlamentarias por sus enemigos políticos?
Sí, muchos dieron a este hecho una carga simbólica. "Si sólo dos mujeres son incapaces de ponerse de acuerdo, imagínense la algarabía si hubiera más", decían. En realidad, sólo se enfrentaron ese 1 de octubre de 1931 y no fue una discusión. Victoria se levantó, expuso su argumentación, y luego Clara expuso sus razones, sin más peleas. Pera Clara se sintió defraudada, porque Victoria Kent había dicho poco tiempo antes en una entrevista que la República iba a conceder a las mujeres todos los derechos. Ninguna de las dos salió diputada en las siguientes elecciones de 1933. Victoria volvió al Parlamento en 1936 con el Frente Popular, pero Clara ya no. Otra decepción. Pero no tuvo nada que ver con el hecho de que fueran mujeres o de que hubieron votado alas mujeres. Lo que sucedió es que el Partido Socialista perdió muchos votos en 1933, pero tuvo muy buen resultado en Madrid, y el partido de Clara tuvo buenos resultados en otras ciudades, pero no en Madrid y por eso ella no fue diputada. En 1934 le nombra Lerroux Directora General de Beneficencia, pero decepcionada por el pacto que hace con la CEDA, abandona el partido.
¿Nunca pudo volver a España?
Nunca volvió y la nostalgia pesó mucho en su vida. Los cinco años de la República hasta el golpe de Estado supusieron unos avances muy importantes que no consiguieron otras mujeres europeas hasta mucho más tarde, y todos estos avances se eliminaron con la dictadura. Ella nunca lo aceptó. En los años 50 intentó regresar pero le dijeron que no lo hiciera porque tenía una causa pendiente por haber pertenecido a la masonería y la pena por ese delito era de doce años de cárcel, una pena que se hubiera acortado si delataba a otros compañeros masones, pero ella se negó.
¿Por qué los políticos que intentan apropiarse de Clara Campoamor son los mismos que ahora llaman "brujas" a algunas políticas de izquierdas?
Esa España casposa que existía en 1931 sigue existiendo ahora, lo que pasa es que hemos consentido que entren en el Parlamento y ese es el gran peligro. Siempre ha habido gente de este tipo, pero digamos que ahora están desmelenados y hablan a calzón quitado, son todo desparpajo y no tienen ninguna vergüenza. Creo que hay que tener cuidado porque a veces caricaturizamos este tipo de intervenciones y debemos tener en cuenta que son señales de alarma. Las generaciones más jóvenes deben saber que conseguir determinados derechos ha costado mucho, décadas, siglos de lucha, y en cinco minutos se pueden desbaratar. Los derechos adquiridos se pueden dinamitar solo porque haya algunos que prefieran las botas a los votos, como ocurrió en 1936.
¿Hay posibilidades de que se repita la historia más reciente?
Yo creo que la historia nunca se repite de la misma manera, pero a veces se nos repite, se nos atraganta, hay cosas que, de pronto, regurgitan y debemos tener mucho cuidado.
¿Cómo se entiende que aún se lave la cara al franquismo?
Como Franco convivió con un bestia que era Hitler, cualquier comparación parece que lo convierte en una ursulina, pero en esencia Franco hizo lo mismo que Hitler: encarceló, persiguió al oponente y a muchos de ellos los mató, y a los que no mató los mandó al exilio. Y después de eso, a los presos los utilizó como esclavos.
¿No es excesiva esa palabra, "esclavos"?
No, responde a una realidad. Lo que hizo el dictador fue aprovechar esos años de cárcel de los presos para reconstruir el país. El sistema era muy pulcro, pues se exigía que estos presos que trabajaban para empresas privadas o para organismos del estado cobrasen el salario que se estipulaba en cada zona donde trabajaban. Ese salario venía a ser de unas 13 pesetas diarias. De esas trece pesetas, conforme a las normas que establecía el patronato, el trabajador, el preso, se llevaba 50 céntimos. Es como si a una persona que cobra 1000 euros le dejas ahora con 35 euros. A mí me parece que técnicamente estamos hablando de esclavitud.
¿Qué empresas se aprovecharon de este trabajo?
El Estado fundamentalmente. Cuando estos esclavos trabajaban para organismos públicos, solamente recibían esa parte mínima del salario, 50 céntimos; si estaban casados por la iglesia, recibían dos pesetas más y por cada hijo que tenían, una peseta más. Muchos eran jóvenes y no tenían hijos, pero pongamos el caso de un hombre casado con dos hijos: su salario era de 4 pesetas, es decir, el 25% de lo que debería percibir. Eso era lo único que pagaba el Estado, se ahorraba un 75%, un porcentaje que robaba a los trabajadores y empobrecía a una gran parte de la sociedad.
¿Trabajaban también para empresas privadas?
En muchas ocasiones. Las empresas privadas, aunque en teoría pagasen esas 13 pesetas, tenían dos beneficios: en primer lugar, recibían todas la materias primas de forma preferente. Normalmente trabajaban para construcción de obra pública, carreteras, embalses... Y eso, en una época de escasez, era un gran privilegio; en segundo lugar, pagaban el mismo salario tanto si se trataba de un peón caminero como si era un ingeniero.
¿Qué empresas se beneficiaron de este sistema?
Algunas muy conocidas como Dragados y Construcciones, que nace en 1940, prácticamente a la vez que el sistema de redención de penas, y durante veinte años trabajó con presos republicanos. La compañía creció muchísimo durante el franquismo. También constructores como José Banús. Este sistema permaneció vigente hasta los años 70 y sabemos que algunos barrios de Madrid como el barrio del Pilar o la colonia de Mirasierra se construyeron con presos, no todos presos de la Guerra, pero al fin y al cabo, presos. Está claro que los vínculos entre gran parte del mundo empresarial y el régimen franquista fueron muy estrechos, entre otras razones, por eso pudo sobrevivir durante 40 años.
Viendo esto ¿hemos avanzado en los llamados pilares de la memoria histórica verdad, justicia y reparación?
Vamos avanzando, pero tenemos grandes lagunas. Es cierto que la República tuvo sus imperfecciones, pero yo siempre digo que nos paremos a pensar qué es preferible, ¿una democracia imperfecta o una perfecta dictadura?. No se puede equiparar las dos cosas, no podemos ponerlas en la misma balanza. ¿Alguien podría pensar que un chaval alemán en estos momentos no estudiara el fascismo? ¿Alguien imagina una avenida en Berlín que se llamara Adolf Hitler? ¿O un monumento a las SS? En España ponemos una calle a Millán Astray y se la quitamos a Justa Freire y los mismos que piensan que es una barbaridad que en Alemania se dedicaran calles a Himmler, lo absolutamente ven normal.
¿Los medios de comunicación deben dar voz a la derecha más radical?
Yo trabajo en un medio que apuesta por la memoria y creemos que los derechos conquistados son irrenunciables y a veces tenemos el dilema de dar o no eco a muchas barbaridades que se escuchan. Lo que pretenden es eso. Ellos trabajan para su público y a su público este tipo de barbaridades les parece bien. Pero ¿la alternativa es no contarlo? ¿dejar que la gente crea que las cosas van bien? Yo creo que hay que contarlo para que la gente sepa lo que nos puede esperar. Hay que recordar a los ciudadanos que muchos de los derechos que tenemos en estos momentos no están en la Constitución sino en leyes que se hicieron después. La ley del aborto, la del divorcio, el matrimonio homosexual no aparecen y no hace falta cambiar la Constitución para revertir todos estos derechos, se puede conseguir con una mayoría absoluta. Por eso creo que hay que estar prevenidos e informados.
¿Alguna vez se ha sentido presionado para no dar o dar determinadas noticias?
Nunca. Jamás. Trabajo en la SER desde hace 35 años y si alguna vez me he pasado o no he llegado, habrá sido por mí, pero nunca porque nadie me haya dicho tienes que escribir o decir esto.
¿La mirada del periodista es lo importante, como decía Iñaki Gabilondo ?
Yo creo que sí, siempre ha sido así, pero en estos momentos es aún más verdad. Todo el mundo tiene toda la información, cualquier persona en cualquier lugar conoce al segundo una noticia importante, por eso creo que lo que aporta un valor diferente y añadido es mirar las cosas desde otro ángulo, buscando a los protagonistas de las historias o pasando de las grandes estadísticas para poner nombre y apellido a los números.
¿Han aumentado los bulos, las llamada 'fake news', durante estos años?
No podría dar una respuesta, porque creo que hay que investigarlo en profundidad, pero tengo la sensación de que pasa lo que ha pasado toda la vida. Las mentiras han existido siempre, pero antes en el quiosco había seis cabeceras de periódicos y uno sabía cuáles mentían, qué ideología defendía cada una de ellas. Los medios de comunicación eran una especie de bosquecito con muy poco árboles, pero ahora tenemos una selva y lo que hay que intentar es desenvolvernos en esa selva para saber qué es periodismo y qué no lo es. No debemos olvidar que la prensa de este país se pasó 40 años mintiendo, la información era propaganda.
Desde 2004 es responsable de la Unidad de Vigilancia en 'La Ventana' una forma humorística de corregir los errores en el lenguaje ¿alguien se ha enfadado por llevarle a la UVI?
Solamente una vez, un compañero de otro medio. Las normas del juego de la
Unidad de Vigilancia son pocas y muy claras: la primera, es que ahí cabemos todos: han entrado los dos reyes, los papas, desde Iñaki Gabilondo hasta el último becario y, por supuesto, Carles Francino y yo somos los que más entramos porque la gente quiere caza mayor.
¿Es tan necesario cumplir la norma?
Yo soy cumplidor de la norma porque creo que esto es una convención que nos ayuda, pero la norma muta. Si fuéramos todos puristas estaríamos todavía declinando. Creo que el ser humano ha evolucionado gracias a la palabra, la palabra es un organismo vivo. Desde que cuatro malhablados decidieron no hablar latín hemos ido progresando y hemos sido los hablantes los que hemos permitido que la lengua cambie.
¿Y no cree que en el lenguaje abundan últimamente los eufemismos?
Los eufemismos tenían sentido en una sociedad analfabeta, pero ahora sabemos quiénes los manejan y podemos decodificarlos. Creo que reflejan el carácter ridículo de quienes intentan engañar a la ciudadanía. Cuando lo hace un político, dice muy poco de la consideración en la que tiene a los ciudadanos.
Usted es muy activo en Twitter , ¿le preocupa que en las redes sociales el lenguaje sea tan agresivo?
Utilizo Twitter y soy peleón en esta red. Pero me lo pienso mucho antes de escribir, aunque una vez que me meto, lo hago a conciencia. No respondo a todos los insultos; puedo entender que alguien conteste airado a alguna afirmación mía, y a esos primeros insultos no contesto, pero cuando veo que hay profesionales que te buscan, pues me meto a fondo. Y si se trata de datos, no dudo en desmentir a quien corresponda. No se puede decir como dijo Pablo Casado, por ejemplo, con motivo del 90 aniversario del sufragio femenino, que el líder del partido socialista votó en contra. El líder era Largo Caballero y votó tres veces a favor del sufragio femenino. Si uno dice esto por ignorancia, es malísimo, pero si lo haces con intención de mentir, es insoportable.
¿Cree que existe el peligro de que se pierda el periodismo que aboga por la profundidad a favor de un periodismo de titulares al estilo Twitter?
La herramienta, la red social, sí parece que nos está llevando a otra forma de tratar la información y eso es peligroso. Una de las esencias de la información es que el titular se da en la primera línea y la información esencial en los primeros párrafos, pero ahora, como hay que hacer clic, pues vas clicando una y otra vez y, cuando por fin llegas a la noticia, a lo mejor hasta el segundo párrafo no se cuenta lo que ha pasado. Eso no es periodístico. Forma parte de las reglas del juego de las redes sociales y de internet que buscan que se permanezca más tiempo manejando la herramienta: cuantos más clic des, pues mejor, y de alguna forma se desvirtúa la esencia del periodismo que siempre ha sido: "el rey ha muerto" y punto. También me preocupa que haya tanta gente que sólo se informe a través de Twitter. Gabilondo dijo una vez que con el periodismo pasa como con las farmacias: hay farmacias y hay parafarmacias. También hay paraperiodismo y lo que es necesario es entrar en la tienda correcta.
¿Y cómo es ese periodismo "correcto"?
En el periodismo hay crítica. La objetividad no es una frialdad notarial, sino la obligación que tenemos los periodistas de dar una serie de pasos atrás para mirar todo el panorama, y cuando lo vemos, al violador y a la mujer violada, al empresario explotador y al trabajador explotado, al invasor y al pueblo invadido, al fusilado y a quien lo fusila, pues hay que tomar partido. Yo no he venido a esta profesión para ser un frío notario de la actualidad, trabajo en este oficio para conocer la actualidad, contarla en profundidad y combatir aquello que hace que esta sociedad sea peor.
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