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Emergencia climática en Galicia

Cuando superemos la pandemia de la covid-19, el mundo seguirá teniendo su mayor problema por resolver: la crisis climática. Sus consecuencias ya empiezan a ser catastróficas e irán en aumento: más sequías, desertización, olas de calor, incendios más virulentos, más pobreza, desplazados climáticos... Los efectos son casi innumerables y nadie escapa de ellos.

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Vista del antiguo Portomarín, inundado por el embalse de Belesar. — LUZES

Ya no se puede hablar de distopía. La ciencia lleva años advirtiendo de la deriva autodestructiva del ser humano, y los síntomas son cada vez más evidentes. Construimos una sociedad indeseable que nada tiene de imaginaria y que se manifiesta en múltiples males desencadenados por episodios extremos relacionados con el trato que llevamos años dispensando al medio ambiente.

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Central térmica de Meirama. — Pilar Ponte / CC-BY-SA

Galicia. Año 2100. Una nueva sequía prolongada mantiene los embalses prácticamente vacíos; la Xunta vuelve a imponer, sine die, restricciones totales al consumo de agua no esencial, cortes en el suministro a los hogares de doce horas al día y restricciones de consumo de diez litros por habitante y día (trece veces menos del consumo medio en 2020). En el horizonte, los montes –otrora de un verde exuberante– se avistan ennegrecidos y pelados por los devastadores incendios que azotaron el país durante las últimas décadas; los pocos bosques autóctonos que resistían frente al fuego y la invasión del eucalipto desaparecieron, y la masa forestal se redujo más de un 50% en la última centuria; solo el eucalyptus globulus y el eucalyptus nitens progresan en la Galicia rural, prácticamente yerma, abandonada. En la costa, puertos fantasma cobijan barcos oxidados reconvertidos en casas okupas; de la grandiosa flota pesquera gallega de más de 5.000 barcos de principios del siglo XXI no queda apenas ni rastro, solo un par de cientos de naves salen al mar a la búsqueda de pescado, pero traen más plástico que pescado; y de la industria marisquera solo se conservan despojos y recuerdos. Las rías quedaron asfixiadas por el calentamiento del mar, la contaminación industrial, las cenizas de los incendios arrastradas por lluvias torrenciales a través de los ríos, la acidificación marina y la llegada de especies exóticas e invasoras. De las dunas de Corrubedo, el castro de Baroña, A Lanzada, la playa de Carnota, Samil, Valdoviño y decenas de arenales solo quedan recuerdos rescatados de la memoria de los más viejos, postales digitales y documentos audiovisuales. Y decenas de infraestructuras fueron también arrasadas por la subida del nivel del mar en las ciudades y villas costeras.

Imagen de un incendio en la Costa da Morte en 2016. — Xurxo Lobato / LUZES

Los males se multiplican. La sanidad pública ha quebrado, incapaz de soportar el aumento de accidentes, dolencias, ingresos hospitalarios y muertes causadas por las olas de calor y frío, eventos meteorológicos extremos, inundaciones y sequías, el aumento de la temperatura y de la contaminación atmosféricas y de aeroalérgenos, el cambio en la distribución de vectores de enfermedades infecciosas, la menor disponibilidad de agua y la inseguridad alimentaria. Y la población de Galicia se ha duplicado en las últimas seis décadas por la avalancha de migrantes climáticos, llegados principalmente desde el norte de África, el sur de la península Ibérica, la meseta y el Mediterráneo. No hay recursos suficientes para atender a todos. La crisis climática ha provocado la ruina económica, una catástrofe alimentaria, una emergencia sanitaria, una hecatombe ecológica y una fractura social de dimensiones insoportables, pero pronosticadas por la comunidad científica.

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Esta distopía tiene base empírica. Durante décadas, los científicos alertaron de una hecatombe climática si no se revertía la situación, si no reducíamos las emisiones de gases de efecto invernadero y no mudábamos nuestro estilo de vida, basado en el consumo masivo de los recursos naturales y la contaminación. Volvamos a nuestro presente.

El 9 de agosto de 2021, se hizo público el sexto informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), elaborado por expertos de todo el mundo reunidos por la ONU. El documento era un último aviso a la humanidad para frenar la hecatombe climática. El consenso es pleno: este cambio climático es atribuible a la actividad humana y algunos efectos ya son irreversibles, pero aún podemos revertir, evitar o paliar otros. Y ya no puede haber más prórrogas.

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Galicia, por supuesto, no escapa de esta emergencia climática. El conocimiento sobre el impacto de la crisis climática en el país es amplio y abarca distintos campos de estudio. Aquí repasamos algunas de las aportaciones más recientes.

Fuego en O Pindo desde el cementerio de Ézaro. — Xurxo Lobato / LUZES

Radiografía de la contaminación en Galicia

Una pregunta clave es cómo contribuye Galicia al efecto invernadero y a la crisis climática. Como punto de partida para poner en funcionamiento medidas de mitigación y adaptación al cambio climático es necesario un inventario de gases de efecto invernadero. En 2017, científicas de la Universidad de Santiago de Compostela y del Environmental Life Cycle and Sustainability Assessment (ELSA) de Montpellier (Francia) presentaron un estudio detallado sobre la huella de carbono de Galicia, en el que por primera vez se midieron las emisiones directas e indirectas de todas las actividades de producción y consumo. Los datos de este estudio elevan la huella total de carbono en el país a 52,7 millones de toneladas de CO2 equivalente al año: 17,8 millones de toneladas por actividades de consumo y 34,9 millones por actividades de producción.

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El 88% de la huella de carbono de las actividades de consumo en Galicia se atribuye a los residentes (15,7 millones de toneladas) y un 12%, al consumo turístico (2,1 millones). El principal contribuyente a la huella de carbono de los habitantes es la vivienda (31%), seguida por el consumo de alimentos (29%), transporte (17%), consumo de bienes (12%) y servicios (11%). Pero el estudio también evidencia que la huella de carbono por día de un turista es mucho mayor que la de un residente.

En cuanto a la huella de carbono de la producción gallega, alcanza los 34,9 millones de toneladas de CO2 equivalente al año y su principal contribuyente es la producción de electricidad (21%), seguida de la de alimentos (19%).

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Como dato «positivo», las emisiones per cápita en Galicia son menores que en países como Estonia, Letonia, Lituania, Noruega, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Australia o Suiza.

Dieta atlántica contra lo cambio climático

Desde hace tiempo, los científicos están preocupados por el impacto ambiental que generan nuestros hábitos alimentarios. Desde la fase de producción y almacenamiento, hasta la de gestión de residuos, pasando por el transporte o el cocinado, los alimentos van dejando tras de sí una huella hídrica y otra de carbono que impactan en el medio ambiente. De hecho, se sabe que el sistema alimentario es uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.

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Algunos estudios han demostrado que la dieta atlántica, propia de Galicia, es una de las mejores opciones, tanto para nuestra salud como la medioambiental. Por ejemplo, una aportación de investigadores de las universidades de Santiago de Compostela y Londres avala esos «beneficios ambientales y para la salud humana». En un trabajo previo, investigadores de la USC resaltaron que «las características de la dieta atlántica, basadas en promover el consumo de productos locales, frescos y de temporada, la cocina casera y los alimentos de bajo procesado también contribuyen a una baja huella de carbono». En este sentido, dicen, puede considerarse una dieta sostenible, según las guías de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).

En otro trabajo, estos investigadores alertaron de que los gallegos estamos cada vez más alejados de la dieta atlántica y más apegados a la sal, carne, dulces y comidas procesadas y precocinadas, «con peor calidad ambiental y nutricional». Al comparar los dos escenarios dietéticos, observaron que las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas son aproximadamente un 15% más altas para la dieta gallega actual que para la atlántica recomendada.

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Una hoja yace en tierra quemada. — Xurxo Lobato / LUZES

La biodiversidad de las rías, en peligro

El cambio climático está causando la sexta extinción masiva de especies animales y vegetales en el planeta (se calcula que hay alrededor de un millón de ellas en peligro de extinción). En este contexto, en Galicia se está investigando el impacto de la crisis climática en los ecosistemas.

Por ejemplo, el calentamiento del mar puede conducir a la extinción de algunas macroalgas en las Rías Baixas, como la Himanthalia elongata (conocida como correola, espagueti de mar o cinta). Los mismos investigadores pronostican impactos en el mejillón que obligarán a trasladar las bateas. Según sus proyecciones, a finales de este siglo estos moluscos van a estar sometidos a un estrés térmico que se traducirá en un crecimiento más lento y en una menor productividad.

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En este estudio científico, las proyecciones para el período 2080-2099 indican que los mejillones van a estar sometidos a condiciones de estrés más del 60% del tiempo en más del 50% de los polígonos de bateas. Preocupa especialmente la parte interna de las rías, donde creen que se puede pasar de un 100% de tiempo bajo condiciones óptimas para el mejillón, actualmente, a un 20-40% a finales de siglo. Y consideran que trasladar polígonos de bateas a las áreas externas de las rías podría mitigar el impacto.

Precisamente sobre el mejillón, otra investigación apunta que el calentamiento del mar aumentará la bioacumulación de metales en estos moluscos en las rías y, por tanto, su toxicidad. Las predicciones son que el aumento de la temperatura del agua causará una bioacumulación más alta en los mejillones para metales como el plomo, el cadmio y el cromo.

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Investigadoras del Centro Oceanográfico de Vigo presentaron un estudio sobre la presencia de contaminantes en las Rías Baixas en el que encontraron concentraciones relativamente altas de plomo en la ría de Vigo y niveles altos de hidrocarburos en las de Arousa y Pontevedra, que podrían causar efectos biológicos adversos en algunas especies.

En otro estudio, los científicos analizaron la mortandad de las almejas babosa (Venerupis corrugata), japónica (Ruditapes philippinarum) y fina (Ruditapes +decussatus) por la caída de la salinidad causada por precipitaciones extremas, con cálculos para el período 1990-2019 y para el futuro 2070-2099. «En general, las condiciones futuras de mortandad pueden ser peores de las que se observan históricamente, siendo más intensas y cubriendo áreas más grandes», advierten.

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En este escenario de cambios, también está en riesgo a explotación del percebe. Una investigación identificó las áreas de Muxía y O Pindo como las «más vulnerables» al cambio climático desde un enfoque socioecológico.

El aumento de la temperatura del océano y la introducción por vía humana estarían detrás de la aparición de especies exóticas e invasoras nunca vistas en aguas gallegas. El proceso de tropicalización del Atlántico parece estar variando la distribución de algunas especies.

Ejemplares de especies inéditas aquí, como el mero dorado (Epinephelus costae) o el pez globo (Ephippion guttifer), fueron identificados por biólogos en los últimos años. Pero no son las únicas.

En 2016, se dieron a conocer los primeros registros de cangrejo azul (Callinectes sapidus) en aguas de Galicia. De origen americano, esta especie exótica invasora, considerada una grave amenaza para las rías, es muy peligrosa por su voracidad y agresividad, y podría poner en peligro la subsistencia, entre otros moluscos, de la Sepia officinalis, conocida popularmente como choco, chopo o xiba.

Los cangrejos azules comprometen la supervivencia de bivalvos y pueden entrar en «competencia feroz con otros crustáceos autóctonos como la nécora, el buey o el centollo, que pueden verse parcial o totalmente desplazados», según Juan Y. Trigo, del Grupo de Estudio del Medio Marino (GEMM), con sede en Ribeira.

El GEMM ha identificado más especies exóticas e invasoras de moluscos en las rías que suponen una grave amenaza para vieiras, zamburiñas, volandeiras, mejillones y ostras.

Se sabe también que la llegada de pescados tropicales amenaza a fauna de las rías con una invasión de parásitos exóticos. Científicos del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) encontraron nematodos nunca antes identificados aquí, en ejemplares de dos especies exóticas capturadas en aguas gallegas: el pez globo (Ephippion guttifer) y el roncador riscado (Parapristipoma octolineatum), típicos de aguas africanas, más cálidas. «No podemos descartar que esos parásitos puedan encontrar portadores adecuados entre las especies de peces locales, convirtiéndose en parásitos invasores», previenen los investigadores.

Belesar, Portomarín, en 2001. — Gerd Eichmann / CC-BYA

Sequías prolongadas y menos precipitaciones, pero torrenciales

En los peores escenarios del cambio climático, los modelos científicos apuntan hacia un futuro inmediato con episodios de inundaciones y sequías cada vez más recurrentes. Así lo predice, por ejemplo, un estudio de investigadoras de las universidades de Vigo y Aveiro (Portugal).

Calcularon el comportamiento de las precipitaciones en España para el período 2021-2050. Los resultados muestran que, «aunque en conjunto podamos tener menor cantidad de precipitaciones, los cambios en su distribución temporal pueden provocar que en el futuro, tal y como ya estamos viendo en las noticias, tengamos un mayor número de episodios de lluvias torrenciales junto con períodos de sequía que se repiten con más frecuencia, lo que nos llevaría a estar alternando alertas de inundaciones y sequís de forma cada vez más frecuente», precisa una de las autoras, Nieves Lorenzo.

Para Galicia se espera una merma de precipitaciones en verano y primavera, con un aumento de períodos secos. A la par, el territorio gallego puede verse «afectado por un aumento de días con precipitaciones intensas más acusado en otoño e invierno, lo que provocaría un aumento de las alertas por inundación», aporta la investigadora de la Universidade de Vigo.

Lorenzo lideró otro trabajo en el que se describe una Península ibérica azotada en las próximas décadas por olas de calor cada vez más extremas, con un aumento significativo general de su intensidad, frecuencia, duración y extensión espacial.

De aquí al año 2050, se calcula que la intensidad de las olas de calor podría duplicar la registrada entre los años 1971-2000, con un aumento del 104% de media para todo el territorio peninsular. El peor escenario se prevé para la zona centro, la franja mediterránea y los Pirineos, donde la intensidad aumentaría hasta un 150%, mientras que Portugal, Galicia, la costa cantábrica y la parte suroccidental de Andalucía muestran, en general, incrementos menores (por debajo del 100%).

Una ciudad fresca como A Coruña podría pasar de 1,14 olas de calor y 4,43 días de calor extremo al año (datos del período 1986–2005), a 2,14 episodios de calor extremo y 10,48 días al año entre 2046 y 2065. Pero lo peor llegaría la finales de siglo, con hasta tres olas de calor en 15,62 días al año en el período 2081–2100. Son datos de otro estudio climático realizado por científicos portugueses y coordinado por el Departamento de Física de la Universidad de Aveiro.

Otro trabajo pronostica que las temperaturas máximas en las principales urbes gallegas podrían subir de 5 a 7 grados más de aquí la finales de siglo, con más días de calor extremo. «En las primeras décadas del siglo XXI, ninguna ciudad supera el valor de 20 días con temperaturas extremas por año y, sin embargo, si nos fijamos en la recta final del siglo, ya nos encontramos con valores de cerca de 40 días por año en algunas ciudades», se detalla.

Entre 1981 y 2018, las precipitaciones en Galicia se redujeron notablemente, con la mayor tasa de variación en toda España, según el informe «Evolución de las precipitaciones en España», con datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), publicado por el Observatorio de la Sostenibilidad.

Pontevedra es la provincia donde más cayó la tasa de precipitaciones en el Estado, y las cuatro provincias gallegas se sitúan entre las seis que más vieron reducirse las lluvias en las últimas cuatro décadas.

Incendios más devastadores

En octubre de 2017, Galicia se convirtió en un infierno. Alrededor de 62.000 hectáreas fueron arrasadas por múltiples y estratégicos incendios que se cobraron cuatro vidas. También sabemos ahora que la magnitud de la catástrofe humana y económica pudo haber sido mucho mayor: unos 80.000 edificios (viviendas y estructuras no residenciales) y más de 87.000 personas estuvieron en riesgo, expuestos a los fuegos, según un estudio de investigadores de las universidades de Santiago de Compostela, Zaragoza y York (Reino Unido).

Hay consenso en que la enorme ola de incendios que asoló en otoño de 2017 Portugal, Galicia y Asturias fue intencionada, pero también en que esas manos criminales contaron, y cuentan, con el favor del cambio climático.

Aquel evento llevó al EU Science Hub –el servicio de ciencia y conocimiento de la Comisión Europea–, a emitir un comunicado en el que alertaba de mayores y más intensos fuegos en el futuro y de las graves consecuencias que tendrán para la salud pública por la contaminación del aire.

El informe anual de los incendios forestales del Centro Común de Investigación, más conocido como JRC (en inglés, Joint Research Centre) confirmaba una tendencia hacia temporadas de fuegos más largas e intensas en Europa, con incendios que se sucederán a lo largo de todo el año y que serán más catastróficos.

Datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) sugieren que casi todos los incendios forestales son provocados por el ser humano. Con todo, los científicos observan que las condiciones cálidas y secas inducidas por el cambio climático están contribuyendo a provocar fuegos cada vez más severos y frecuentes.

Impactos en la salud humana y medioambiental

El sur de Europa será unas de las áreas más golpeadas en el planeta por el aumento en la intensidad y frecuencia de las secas, suponiendo también una amenaza para la salud humana.

Investigadores de la Universidad de Vigo y del Instituto de Salud Carlos III (Madrid) hicieron el primer estudio diagnóstico de series temporales sobre el impacto de las sequías y olas de calor en la mortalidad diaria en Galicia por causas naturales, circulatorias y respiratorias. Según los hallazgos, los períodos de sequía tuvieron mayor influencia en la mortalidad diaria en las provincias del interior, con Lugo liderando los porcentajes de riesgo de mortalidad por causas naturales y circulatorias atribuibles a las sequías, mientras que Ourense se sitúa a la cabeza en las respiratorias y en A Coruña se encontraron asociaciones entre sequías y muertes por causa circulatoria. Pontevedra es la única en la que no se encontraron asociaciones significativas.

Este mismo equipo profundizó en el problema a escala peninsular en otro trabajo en el que se observó que las áreas más afectadas en términos de mortandad diaria por las sequías son las occidentales.

Las sequías también impactarán en la biodiversidad. Por ejemplo, un estudio liderado por el CSIC expone que los bosques autóctonos de Galicia tienen menor capacidad de recuperación tras episodios de sequías que los de zonas del este y el sureste de la península Ibérica.

De igual manera, los cada vez más intensos y devastadores fuegos tendrán un impacto negativo en la biodiversidad, pero también en los ciudadanos. Los expertos del EU Science Hub avisan en su informe: «La medida que las temporadas de incendios se alarguen, inevitablemente crecerán los problemas potenciales para la salud humana».

Científicos del Instituto de Salud Carlos III y del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) hicieron también un estudio pionero en España sobre el impacto de la combustión de biomasa en la mortalidad humana. Los resultados sugieren una relación entre incendios forestales y un aumento de fallecimientos en las ciudades, posiblemente relacionados con la advección de partículas en suspensión por la combustión de biomasa.

Follas de eucalipto. — LUZES

Polémico eucalipto

Algunos investigadores apuntan que el cambio climático aumentará el potencial invasor y la expansión del polémico eucalipto en Galicia. Por ejemplo, recientemente se publicó un estudio sobre el estado actual del Eucalyptus globulus y su potencial invasor presente y futuro bajo el cambio climático en el norte de España, donde cubre ya cerca de 400.000 hectáreas en Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi, esto es, el 18,22 % del terreno boscoso de estas cuatro autonomías.

Las estimaciones son que las alteraciones climáticas producirán «un aumento significativo del hábitat adecuado» para esta planta «en las áreas interiores de Galicia» y «una leve reducción en las otras tres comunidades autónomas».

La situación presente ya es problemática, pues «la superficie actualmente ocupada por eucaliptos en el norte de España se quintuplicó en los últimos cincuenta años», advierten estos investigadores, que destacan el caso de la provincia de A Coruña, la cual «sufre un desarrollo excesivo de plantaciones, con más del 44% de la superficie arbolada ocupada por eucaliptos».

Los pronósticos indican que el hábitat adecuado neto para el eucalipto en estas comunidades puede duplicarse hacia el año 2070, en el peor escenario de cambio climático. De las 830.885 hectáreas de superficie adecuada para su expansión que calculan, 587.448 están en Galicia.

En los escenarios del cambio climático moderado y extremo, los resultados de otro estudio «no muestran cambios importantes para Coruña, ya que casi toda la provincia ya es adecuada para lo Eucalyptus globulus». Pero sí se esperan importantes aumentos de la idoneidad para el eucalipto en las otras tres provincias, en distritos como Lugo-Sarria, Terra Chá, Ribeiro-Arenteiro, Miño-Arnoia, Deza-Tabeirós y O Condado-Paradanta.

Y científicos de la Universidad de Vigo y de Coímbra (Portugal) realizaron un trabajo de investigación en el que afirman que los fuegos aumentan el riesgo de invasión del Eucalyptus globulus, poniendo en riesgo a la vegetación nativa, especialmente los robles, más resistentes al establecimiento de plántulas de eucalipto en ausencia de incendios, pero que se muestran muy vulnerables a la invasión eucaliptal tras un fuego.

Aumento del nivel del mar

La organización científica Climate Central publicó en 2019 un estudio sobre el aumento del nivel del mar –causado por la contaminación de gases de efecto invernadero y el deshielo de los polos–, que dio como fruto un mapa interactivo con proyecciones para 2050 sobre áreas costeras con riesgo de ser anegadas por el mar en todo el mundo. En Galicia, podrían quedar bajo el agua las dunas de Corrubedo, el castro de Baroña, parte de la Illa de Arousa, puertos como los de Foz y Burela y el núcleo urbano de la villa de Betanzos, entre otros.

Más zonas están amenazadas. Por ejemplo, en A Coruña, afectaría gravemente la zona portuaria y gran parte de los arenales; en Vigo también están en riesgo el puerto, la playa de Samil y la isla de Toralla, pero también una industria vital como la factoría de automoción Stellantis, que se vería amenazada por la crecida del mar por la desembocadura del río Lagares. Otra factoría, la naval de Navantia en Ferrol, también estaría en riesgo de ser anegada. Los ríos Miño y Lérez servirían de canales para inundar todo lo que se encuentre en sus riberas, incluida la planta de Ence en Pontevedra. Y entre las villas, Cee y Laxe también serían gravemente dañadas.

Un análisis de la vulnerabilidad al aumento del nivel del mar de 724 playas en Galicia, mostró que 76 arenales están situados en «áreas con alto riesgo de inundación». La zona más vulnerable sería la ría de Muros y Noia, donde «una inundación de un metro podría inundar un área de 104,3 kilómetros cuadrados», se afirma en el estudio, de investigadores de las Universidades de Vigo, Linneo y Lund (Suecia), Canterbury (Nueva Zelanda), Waterloo (Canadá) y del Western Norway Research Institute (Noruega).

Otro trabajo de la Universidad de Santiago señala como zonas de alta vulnerabilidad a los temporales o la posibles cambios ambientales, por ejemplo, la playa de Rodas (islas Cíes), Corrubedo y A Lanzada.

Parte del patrimonio arqueológico gallego también podría desaparecer por los destrozos y el abandono de yacimientos bioarqueolóxicos en la costa, y los efectos del cambio climático, poniendo en peligro depósitos milenarios, algunos de los cuales ya han sido destruidos.

En otro trabajo, los expertos señalan como caso «más dramático» el del islote Guidoiro Areoso, en Arousa, que documenta tumbas megalíticas y un asentamiento de la Edad de Bronce, y donde los depósitos de pescado se erosionan gradualmente. Solo entre 2008 y 2014, perdió un metro de arena, aunque se construyeron barreras para proteger los yacimientos. Los científicos avisan de que «la pérdida de estos depósitos significaría que una de las explotaciones de moluscos más antigua documentada en el noroeste de Iberia, junto con las primeras evidencias de pesca en la Edad de Bronce en el norte ibérico, desaparecerían para siempre jamás».

La Galicia poscovid

Cuando superemos la pandemia de la covid-19, el mundo seguirá teniendo su mayor problema por resolver: la crisis climática. Sus consecuencias ya empiezan a ser catastróficas, global y localmente, e irán en aumento: más sequías, desertización, olas de calor mortales, incendios más virulentos y dañinos para la salud, fenómenos climatológicos cada vez más extremos, inundaciones por el aumento del nivel del mar, tropicalización de los mares, alteración y destrucción de ecosistemas, extinción de especies, propagación de enfermedades, pérdida de terrenos agrícolas, más pobreza, desplazados climáticos... Los efectos son casi innumerables y nadie escapa de ellos. Galicia tampoco.

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