Argentina, país de calamidades
El país austral, territorio infestado de riquezas naturales, octavo en el mundo por superficie y con un pueblo sin conflictos raciales ni religiosos, encadena crisis financieras de antología y, ahora, en sintonía con la violencia política mundial, un intento de magnicidio desestabilizante. ¿Qué pasa en el sur del mundo para que todo vaya siempre mal?
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buenos aires, Actualizado:
Nota.- Este artículo se publicó en la revista Luzes en octubre pasado, es decir antes de la sentencia que condena a seis años de cárcel a Cristina Fernández de Kirchner y antes de la Copa del Mundo de Fútbol.
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Tac. Tac. El sonido seco puede escucharse en varios de los vídeos registrados en la noche del 1 de septiembre en la esquina de las calles Juncal y Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta. La vicepresidenta de la Argentina y dos veces presidenta (de 2007 a 2015) Cristina Fernández de Kirchner, lleva minutos saludando sus seguidores, firmando libros y posando para las fotos selfies. En ocho minutos serán las nueve de la noche. Tac. Puede escucharse el sonido justo cuando ella baja la cabeza porque uno de los ejemplares de su ensayo Sinceramente, que pretendía dedicar, cae al suelo. Lo que pudo pasar, si la mayor líder política del país y una de las más importantes de la región fuera víctima de un magnicidio, lleva varias semanas ocupando la mente de los argentinos. Lo que pasó, también.
"Hay cuatro clases de países –explica el economista y premio Nobel de Economía en 1971, Simon Kuznets–: los desarrollados; los que están en vías de desarrollo; Japón, que no tiene nada pero tiene todo; y la Argentina, que lo tiene todo y no tiene nada". Además de un inventario de recursos naturales que van desde reservas de agua dulce, pesca, ganado a tierras fértiles y energías diversas; de una superficie de 2.780.400 kilómetros cuadrados; y una población de 47 millones de personas sin conflictos ni raciales ni religiosos ni de otro tipo; el país austral tiene una historia institucional joven, en la que apenas cuenta algo más de 200 años. He aquí lo todo que tiene según Kuznets.
Con esas posibilidades, el país tiene la mitad de su gente viviendo en la pobreza (cuando no en la miseria). Según datos oficiales elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), los ingresos promedio per cápita de la población más necesityada es de unos 78 euros mensuales (23.628 pesos argentinos). El nada de Kuznets.
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Así, la pobreza y la crisis económica, un panorama bien conocido en el país del "corralito" y de la mayor deuda externa de todo el mundo, tiene en la memoria reciente a dictadura militar más salvaje de la región (con 30.000 desaparecidos, torturados y asesinados y 400 niños robados que las Abuelas de la Plaza de Mayo aún buscan). De esos seis años de espanto salió el país, también hay que recordarlo, con un proceso judicial de investigación y condena ejemplar en el siglo XX. Algo de aquel pacto democrático quebró en los últimos años. Y de esa hendidura es que surge el tac que gatilló un hombre de 35 años a 15 centímetros de la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner en la noche de 1 de septiembre pasado.
El brasileño nacionalizado argentino Fernando André Sabag Montiel está preso desde la noche misma en la que disparó contra la vicepresidenta argentina. Si no le voló los sesos no fue porque no lo quisiera hacer: cargó la pistola a conciencia con cinco proyectiles (de los seis que puede llevar), la probó días antes, hizo esa noche los movimientos necesarios para colocar la bala en la posición, se acercó entre la multitud a pocos centímetros de la mandataria, pero un fallo en el accionar del arma impidió la muerte de Fernández de Kirchner.
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Desde el presidio en el que permanece, Sabag Montiel dijo dos cosas: que no le importa dar la cara delante de la Justicia porque va a ser liberado "por clamor popular" de los que odian –como él mismo– a Fernández de Kirchner; y también que quiere ser defendido por el fiscal en el ámbito del derecho penal económico Diego Luciani, el litigante que acusa la vicepresidenta en una causa por corrupción en la que, aunque sea inverosímil, ninguna prueba la señala claramente.
Medios para muchos, jueces para pocos
En ese proceso, los jueces y el propio fiscal son compañeros de deporte del expresidente Mauricio Macri, adversario político de la vicepresidenta, y no se apartaron del caso a pesar de esos lazos. Las testigos que convocaron al estrado no la acusaron y desmintieron los supuestos robos. La documentación reunida no lleva a su nombre. Las escuchas telefónicas hechas por el juzgado no la tienen como protagonista ni en una llamada de segundos. Y, con todo, el fiscal Luciani dijo –a lo largo de nueve días– que ella era la líder de una banda de corruptos porque "no podía no saber" de esos hechos incompatibles con la ley, aunque él mismo no puede probar que efectivamente supiera.
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El alegato fue transmitido por los canales y los medios de comunicación con los que Fernández de Kirchner tiene una disputa que cuenta más de quince años. Ella dice que ese ensañamiento fue construyendo un odio que explica el atentado. "Hasta la fecha de 1 de septiembre , yo pensé que estas actitudes (de la justicia y de los medios) era estigmatizarme, proscribirme, difamarme, calumniarme, pero después me enteré de que puede haber otra cosa detrás de todo esto, porque de pronto el Poder Judicial parece dar licencia social para que cualquiera pueda pensar y hacer cualquier cosa. Esto va estigmatizando a una persona, que no por casualidad es, además, mujer", dijo días después del ataque, cuando fue trasladada de su casa a un emplazamiento secreto y custodiado por fuerzas de seguridad.
De medios y de política sabe Oscar González, abogado y periodista y académico en la Universidad de Buenos Aires y en la Nacional Autónoma de México durante su exilio. Socialista desde chico y referente del periodismo en los años de la recuperación democrática, en la actualidad asesora al Ministerio de Justicia de Derechos Humanos de la Nación. Antes, fue secretario de Relaciones Parlamentarias y antes de eso ocupó un escaño de diputado nacional entre 2000 y 2003.
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"Hubo condiciones que permitieron la emergencia de este episodio de extremo impacto, que nos sorprendió como si fuera un hecho repentino e imprevisible, cuando en realidad vino precedido de retóricas violentas, incitaciones mediáticas y no pocos hechos hostiles y manifestaciones preocupantes en el espacio público", señala a Luzes González, no por nada apodado el gallego, ya que es hijo de padres nacidos en Galicia.
El referente socialista señala entre esos antecedentesl a resistencia a la política sanitaria oficial durante la pandemia (una mezcla entre "arcaicas visiones de rumbo anticientífico, imaginarios terraplanistas y odio clasista"). Con eso como pasado próximo, "y obviamente el contexto económico heredado de la anterior gestión neoliberal del presidente Macri, agravada por la crisis global, que acentúa la pobreza y la exclusión de enormes porciones de la población, todo eso se convierte en el caldo de cultivo para que la frustración derive hacia la desconfianza en las prácticas democráticas y a la aparición de una nueva derecha, primitiva y febril, que sorprende con ataques como lo que padeció Cristina Kirchner".
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A vueltas con la crisis económica
Si bien es cierto que la pobreza descendió durante los tres gobiernos kirchneristas (el de Néstor Kirchner en 2003 y los dos de su mujer hasta 2015), ese panorama no fue estable. De hecho, para el momento en el que Macri vence al candidato de Fernández de Kirchner en 2015, los indicadores económicos eran muy malos y los pronósticos, peores. Aunque, vistos en la perspectiva del presente –con una inflación del 100% anual y un 50% de pobreza–, parecen un paraíso perdido.
Candelaria Botto es economista, académica y divulgadora desde una perspectiva feminista. Trabaja como coordinadora de la asociación civil Ecofeminista, es profesora universitaria y columnista económica en diversos medios de comunicación y explica el vínculo entre la situación económica y la circulación de discursos de odio y la radicalización de la política.
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"Es interesante tener en cuenta las experiencias que ya vivimos como humanidad, y en ese sentido la experiencia más clara es la situación económica en la que estaba Alemania cuando surge el nazismo, de la mano de un partido político que gana las elecciones democráticamente y que tiene un claro discurso de odio. Años antes de eso, y desde el punto de vista económico, se publica sobre 1919 un texto muy conocido de John Maynard Keynes que analiza las consecuencias de la paz: los resultados que tenía firmar los tratados de Versalles, que dejaban en una situación económica insostenible a Alemania, y como –en el propio transcurso de la historia– en las épocas de grandes crisis económicas, justamente las personas simpatizan con los discursos de odio porque facilitan identificar un enemigo sobre lo que poner todo este sufrimiento, todo este malestar, esas faltas de oportunidades de realización, la imposibilidad de encontrar un trabajo".
Para la analista económica, ahora mismo, el panorama vuelve a ser muy difícil: "Hay una crisis, que comenzó en el año 2008 y que nunca se terminó de resolver en términos económicos, que solo fue postergada. Tenemos que añadir la pandemia, de la que salimos con una mayor desigualdad económica y social, con una mayor concentración de los ingresos por parte de los grupos más concentrados y poderosos. Y ahora, con una guerra en suelo europeo, que también pone en primera plana la posible crisis alimentaria y una fuerte crisis energética que estamos viviendo nuevamente como humanidad". Por todo ello, es esperable para Candelaria Botto la radicalización de los discursos de odio y de la violencia política.
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¿Pero qué pasa con la Argentina en concreto? ¿Como se puede explicar que sea un país rico con una población empobrecida y rabiosa porque nada mejora? "Coincido en que la Argentina es un país muy rico y lleno de oportunidades: es muy rico en términos de recursos naturales, estamos hablando de que la crisis alimentaria y energética está en primer plano en el mundo, mientras este país tiene energía y tiene alimentos que exceden las posibilidades de consumo de su propia población. En ese sentido, existen ciertas oportunidades históricas para acomodarse a esta globalización. El problema siempre está más allá de las actividades. El punto es cómo y para quién, de qué manera la Argentina puede explotar esos recursos. Recordemos que somos uno de los países que más dólares tiene fuera de sus fronteras. Entonces, claramente hay una forma de apreciación de capital fuera del país, lo que llamamos 'fuga' o evasión de impuestos, que muchas veces significa que la riqueza que se genera aquí no se queda dentro de las fronteras del país. Esto genera muchas complicaciones en un país donde, además, esa riqueza no siempre rebosa al resto de la sociedad, sino que se concentra en algunos grupos que no son los que más empleo generan y más desarrollo económico siembran. De esta manera, existen tensiones constantes y cíclicas entre el sector que más ingresos produce en dólares (por ejemplo, la actividad agropecuaria y agroexportadoras, que no se dedican mayoritariamente al mercado interno) y otros sectores como la pequeña y mediana empresa. Empresas de gran tamaño que sí son las principales generadoras de trabajo en este país. Estas tensiones van estallando y desencadenando crisis de deuda recurrentes".
El amor conquista el odio
Tanto como puso blanco sobre negro y denunció a los grupos concentrados de poder que enfrentaron las medidas distributivas de su gobierno, como se desvinculó de las responsabilidades de los problemas de su plan económico y social sobre los medios y la justicia creando un enemigo, el caso es que -desde la presidencia de Fernández de Kirchner- la sociedad argentina sabe con plena conciencia que está fragmentada en dos partes. Por un lado, la líder peronista y sus seguidores (un tercio de la población), un puñado de medios minoritarios, mucha gente de la cultura e intelectuales y los sindicatos. Por el otro, una mezcla de antiperonistas de distinta estirpe, empresarios, los más importantes medios de comunicación y un importante y poderoso sector de la justicia. Uno y otro no podían entenderse, pero siempre dentro de las reglas de la democracia. Hasta que sonó el primer toque el 1 de septiembre.
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Adriana Amado es académica y doctora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), magíster en Comunicación Institucional y licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Durante años, ha sido una de las analistas de medios más importantes de Argentina y ha desarrollado una visión menos dogmática del papel de los medios en la circulación del odio y el odio entre las personas.
"No he podido encontrar, desde el momento en que se abrió el debate en Argentina, ninguna prueba que involucre directamente a los medios en insultos o amenazas. De hecho, diría que esos medios son incluso demasiado prudentes en algunos temas. Los estudios, en cambio, lo que dicen es que las redes sociales tampoco son agresivas, sino que tienen clusters, nichos muy intensos y muy agresivos que generalmente se involucran en política. Por lo tanto, podríamos suponer que la violencia en las redes viene de la mano de la política: generalmente relacionada con periodistas que se dedican al tema de la política o con grupos y activistas".
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Los medios argentinos no se detuvieron a reflexionar sobre la validez de la acusación de fomentar el odio
La experta (también hija de gallegos) señala entonces que "si hay que criticar a los medios argentinos es señalando que no se detuvieron a reflexionar sobre la validez de la acusación de fomentar el odio. No salieron a contestarla, a decir 'yo no hago discursos de odio', y así fue como, en definitiva, se zanjó esa discusión y tuvo cierto eco en los medios extranjeros. Todo esto es muy sensible porque tiene que ver con movimientos como Black Lives Matter o el problema migratorio que tuvo Alemania en 2015. O sea, el mundo es muy sensible a estos temas y cuando aquí nos percibimos como víctimas de discursos de odio, se presta mucha atención".
El caso es que, para Amado, aquí no hay discurso de odio, sino algo más. "Tenemos una cultura política que no sabe encauzar el declive, que no sabe expresarlo de manera operativa, es decir, produciendo algún cambio en el juego político. Luego se dedican a insultarse unos a otros. Pero no dejaría de subrayar que en estos casos estamos hablando de personas mayoritariamente anónimas, y que quienes se consideran víctimas también lo son muchas veces de otros a los que atacan con insultos".
Se repite que Buenos Aires es la quinta provincia gallega, pero también es la capital de la Argentina, la ciudad más rica del país y una de las más importantes del continente. Si para muestra es suficiente un botón, la propia colectividad gallega podría ser objeto de análisis sobre las pasiones, enfrentamientos, odios y violencias que circulan por parte del mundo occidental. Y aunque hay bandos, bandas y cotilleos, acusaciones más o menos explícitas y otras fincas, violencia no hay y odio tampoco. ¿Por qué?
"Sería aburrido que todos pensáramos igual",–responde a Luzes Diego Martínez Duro, presidente de la Federación de Sociedades Gallegas, esquina más progresista de la colectividad, desde su pazo histórico sobre la calle Chacabuco–. "Tenemos respeto el uno lo por el otro, compartimos nuestro origen y, quien más, quien menos, somos hijos de gente que escapó de la represión y del hambre. Es verdad que algunos moderan uno poco el discurso y otros protestamos más, pero es indudable que el respeto es la clave que en los permite hoy, como colectivo, que pidamos todos por la derogación en el ruego del voto exterior".
El presidente de la Federación recuerda que esa institución fue la primera que protestó contra este sistema indigno hace once años. "Y si hoy los partidos que provocaron esto se suman a este reclamo, es un ejemplo de que, ante todo, somos un colectivo con las mismas problemáticas a resolver. Por eso, si se metiera el odio entre nosotros, ni los unos ni los otros podremos resolver nada".
Desde la calle Paso, donde impone en el barrio de Once la arquitectura gallega el Instituto Santiago Apóstol –único colegio oficial gallego fuera de Galicia–, su director, Carlos Rodríguez Brandeiro, coincide: "Es cierto que la colectividad tiene diferentes sectores con diferentes proyectos, que incluso pueden ser opuestos. Pero esos sectores también tienen un nexo común, que es Galicia, como eje de todo lo que se desarrolla dentro de esas instituciones. Esa marca Galicia es la que defendemos todos: unos, desde cuestiones más históricas y tradicionales, y otros, como la que tenemos en el colegio, más dinámica y activa".
Rodríguez Brandeiro recuerda también que las instituciones gallegas se deben a sus estatutos, que introducen claramente la hermandad más allá de las ideas y pensamientos de cada uno. "Aunque sean contrapuestas muchas veces, son enriquecedoras también porque cada institución acoge diversidad de pensamientos a partir de la individualidad de cada persona que forma parte de esa institución", puntualiza.
Contra el odio, cultura e igualdad
Para el abogado, político y periodista de origen gallego Oscar González, el odio se vence con una "enorme batalla cultural, en sentido amplio, contra toda forma de exclusión, sea social, nacional, de género, religiosa, o de cualquier otra índole". "Eso es lo que puede atenuar los efectos del actual predominio de las visiones egoístas y de la exaltación de los perjuicios. Es una tarea para los gobiernos, para los medios, para las organizaciones políticas, sociales y educativas y para todas las personas que entiendan que a existencia humana está obligada a la convivencia, que no es un vínculo opcional, sino un destino común".
Para el pedagogo gallego afincado en la Argentina Carlos Rodríguez Brandeiro, "el activismo centrado en principios comunes y no particulares es el fundamental, y que esos discursos de odio o de violencia, que pudieran estar presentes en otros ámbitos, las instituciones gallegas supieron cómo mantenerlos fuera porque la pluralidad está contemplada en sus principios estatutarios y es central".
Para el presidente de la Federación de Sociedades Gallegas, Diego Martínez Duro, "el odio y los discursos de derecha son simples y de fácil llegada y, frente a una crisis, se extienden aún más profundamente. Pero lo cierto es que no soportan un análisis crítico, por lo que se debe convencer a quién lo recibe mostrándoles a dónde llevaron a la gente en la historia estas políticas y esos mensajes de odio. Sobran ejemplos en la Argentina, en España y en cualquier otra parte del mundo".
Para la investigadora y académica Adriana Amado, "hay que remitirse varios años atrás en el tiempo para ver un intento de asesinato a un mandatario en la Argentina, y eso considerando que se sucedieron conflictos de mucha seriedad mientras la sociedad permaneció en calma". "Por eso, es relevante analizar el problema desde una perspectiva amplia. Aun hoy tramitamos nuestras diferencias de manera civilizada y cordial, y en eso también los medios tienen un rol crucial: el de generar entornos de amabilidad y dejar claro que se pueden tener diferencias agudas sin por eso tener miedo de que la democracia, como sistema, esté en riesgo".
El amor vence al odio. Es un eslogan que la vicepresidenta repite desde hace años. De momento, con todo, el amor no es suficiente.