Abril, claveles y revolución
El 25 de abril de 1974 Rádio Clube Portugués anuncia el fin de la dictadura salazarista en Portugal: "El Movimiento de las Fuerzas Armadas acaba de cumplir con éxito las misiones cívicas más importantes de los últimos años de nuestra historia"
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vigo, Actualizado:
A las 8 de la tarde del jueves 25 de abril de 1974 la emisora Rádio Clube Portugués emite un comunicado que anuncia el fin de la dictadura salazarista en Portugal: "El Movimiento de las Fuerzas Armadas, que acaba de cumplir con éxito las misiones cívicas más importantes de los últimos años de nuestra historia, expresa a la nación su intención de llevar a cabo, hasta su plena realización, un programa de salvación de la patria y de restitución al pueblo portugués de las libertades civiles de las que ha sido privado".
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No habían transcurrido ni 24 horas desde que sonara en otra estación, Rádio Renascença, la señal de puesta en marcha de un insólito movimiento en la Europa de la guerra fría, la Revolución de los Claveles, asociada en el imaginario colectivo a la canción que sirvió de contraseña. Compuesta e interpretada por José Afonso, Grândola, Vila Morena, la música que arranca con el batir in crescendo de los pasos de una multitud, ya era en esa altura un símbolo de la resistencia popular.
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«Grândola, Vila Morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade
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Abril y el imperio colonial portugués
La revolución en Portugal dejó en la memoria un montón de nombres simbólicos, pero son tres los oficiales que por su importancia en la coordinación y en la dirección del movimiento que floreció el 25 de Abril de 1974 permanecen en la memoria: Vasco Lourenço, Otelo Saraiva de Carvalho y Vítor Alves.
Vasco Lourenço no estaba en Lisboa, le obligaron a irse a las Azores unas semanas antes. En una entrevista recordaba aquellos días: "La operación se organizó muy bien. Participamos prácticamente todas las unidades del Ejército y no quedaban unidades para reaccionar contra nosotros. La adhesión de la población ayudó bastante. Estábamos convencidos de que íbamos a hacer algo que la gente quería, pero el 25 de abril y después las manifestaciones en el Primero de Mayo superaron todo lo que esperábamos. Es imposible de describir, sólo haberlo vivido, es algo... Yo suelo llamarlo borrachera colectiva. Cuando volví de la guerra, retorné dispuesto a involucrarme en todo lo que pudiera acabar con ella, solucionar el problema colonial y acabar con el régimen de la dictadura. El poder político veía la guerra como un fin en sí misma. Y llegamos a la conclusión de que la guerra era injusta, no tenía sentido y había que procurar una solución política. Nuestro deber era acabar con la dictadura".
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El momento decisivo fue cuando una fragata apunta sus cañones contra las fuerzas del capitán Salgueiro Maia, encargado de cercar el cuartel de la GNR
Porque, en el debate sobre qué elemento actuó como reactor absoluto del 25 de abril, no existen dudas de que la guerra y el fin del imperio colonial portugués fueron la motivación esencial. A la altura de 1974, de los otrora grandes imperios coloniales europeos sólo quedaban en África dos excepciones: Portugal y España. También eran las dos excepciones dictatoriales, por tanto muy inestables políticamente en una fase especialmente intensa de la guerra fría.
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A mayores, Portugal pertenecía a la OTAN desde su fundación en febrero de 1949 (no importó a los otros socios de la organización militar el carácter fascistoide del régimen de Salazar), y contaba con una base aérea en las Azores (Lajes), vital en la estrategia norteamericana para Europa.
Lo cierto es que en esos días de abril a flota atlantista estacionada en Lisboa estaba fuera, de maniobras. Después, la OTAN, sus redes clandestinas y la embajada americana, serían críticas con su acción, continua, abierta o soterrada, frente los sucesivos gobiernos que de abril de 1974 a noviembre de 1975 actuaron sobre lo que se denominó Processo Revolucionário en Curso (PREC)), tiempo en el que se procedió a desmantelar la presencia del ejército portugués en los más de de dos millones de kilómetros cuadrados de Angola, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe, Guinea-Bissáu y, en Asia, Timor Este, que declararon su independencia.
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20 horas que decidieron el futuro
Con mayor o menor compromiso, la memoria del abril revolucionario portugués está bastante recogida y expresada en documentos, periódicos, libros, películas e instituciones, de manera que cualquier persona interesada puede acceder, casi hora por hora, a lo que sucedió en ese día de primavera.
La película de María de Medeiros Capitanes de Abril es una síntesis efectiva del dramatismo de los momentos más críticos y también los más alegres de aquel día.
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Entre los primeros están los instantes decisivos en la lisboeta Plaza del Comercio, cuando una fragata apunta sus cañones contra las fuerzas del capitán Salgueiro Maia, que fue el encargado entre los sublevados de cercar el cuartel de la GNR (Guardia Nacional Republicana) en el que se refugiaba un incrédulo primer ministro, Marcelo Caetano, que se resistía aún a la rendición.
En aquellas horas que van de las 12:30 a las 18:30, hay tanques frente a frente, hasta que algunos soldados se niegan a obedecer la orden de disparar sobre las fuerzas de Salgueiro Maia y la suerte se decide.
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Caetano pide que sea alguien con grado superior a coronel quien reciba su renuncia, y a las 17:30 ingresa en el edificio el general Antonio de Spínola. Después de sesenta minutos sale en una tanqueta el exmandatario hacia un cuartel desde desde el que, a los pocos días, viajaría a la issla de Madera y finalmente al exilio en Brasil con otras figuras del régimen como el presidente Américo Tomás.
Otro momento crítico se vive en el cuartel de la policía política (DGS, antes PIDE), desde donde se dispara contra la gente concentrada en la zona: hubo cuatro muertos y 45 heridos.
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Finalmente, a las 20:00 se leerá en todas las emisoras portuguesas el manifiesto del Movimiento de las Fuerzas Armadas que proclama el fin de la dictadura y el arranque del proceso democrático, inicialmente revolucionario.
No se entiende lo que sucedió en los siguientes 18 meses sin la manifestación de apoyo popular del 1 de mayo
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El 26 de abril es la jornada de las grandes alegrías. A la 1:30 de la madrugada se anuncian los miembros de la Junta de Salvação Nacional, presidida por Spínola, y de la que forman parte Rosa Coutinho, Jaime Marques, Galvão de Melo, Costa y Gómes, Pinheiro de Azevedo y Diogo Neto. A las 9:45 de la mañana siguiente se rinde la DGS/PIDE y a las 13:00, de algunos de los más horribles penales, los de Caxías y Peniche, salen en libertad cientos de presos políticos.
Como decía Vasco Lourenço, no se entendería lo que sucedió en los siguientes 18 meses frenéticos sin la descomunal manifestación de apoyo popular que sucedió seis días después, en el 1 de mayo, con cientos de miles de trabajadores en las calles de las grandes y pequeñas capitales del Portugal continental.
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El periodista Gustavo Luca, como muchos gallegos, se acercó a Portugal esos dias y recordaba la jornada en un artículo memorable:
"Fue un Primero de Mayo en Oporto. En la calle Oscura, en la Praça de Galicia del Cais de la Ribera, los niños jugaban al sol entre un gran escenario desmontado. De Campanhá venían unas banderas y los que las llevaban traían los ojos arrasados de tanta luz. Fue un Primero de Mayo en Lisboa. Del Seixal y de la Amadora llegaban un montón de banderas y los chavales hacían añicos los decorados del gran castillo de cartón del salazarismo. Fue en el Primero de mayo de 1974. Otelo Saraiva de Carvalho ponía junto a las cámaras de televisión aquellas manos grandes de labrador y, como quien le quita el corcho a una botella de champán, explicaba como le había pensado retorcer el cuello a los amigos del fascismo. Nunca un golpe de estado dio tanto que reír. Nunca el fin violento de una dictadura dio tanta alegría, tantas lágrimas de alegría, tantas banderas, tanta música. Nunca un golpe de estado dio tan poca sangre".
Clavel, revolución y constitución socialista
Puede que sean contadas con los dedos de una mano las veces que un símbolo espontáneo remató por ser el universal de un momento histórico. Lo que dice la canción de Benedicto, "Hay un clavel rojo en el fusil de los militares", responde a la hermosa imagen que mudó la idea preconcebida en un golpe militar de una sublevación violenta, en un cambio social profunda y pacífico.
Celeste Martins Caeiro, nacida de madre gallega en 1933 en Lisboa, trabajaba en un restaurante del centro de la ciuadad a que iba a celebrar su primer aniversario con copa de Porto y flores para los clientes. Con los acontecimientos en marcha el restaurante no abrió y, caminando la calle, Celeste Caeiro se encontró con las tropas que mandaba Salgueiro Maia y que cercaban en el cuartel a Marcelo Caetano.
Un soldado le pide un cigarro, que no tiene, y en contrapartida ella le ofrece los claveles rojos que llevaba y que se repartieron entre los soldados. Aquel regalo mudó en un símbolo, no pensado, de la jornada revolucionaria.
Una revolución que se consolidó durante 18 meses, en un parto lleno de movilizaciones populares y con las contradicciones y tensiones propias de todo lo que estaba en juego. Un movimiento sindical muy potente, una serie de organizaciones de izquierda que salían de la clandestinidad, ya fuera de la talla del Partido Comunista dirigido por Álvaro Cunhal, o de otras organizaciones a su izquierda cómo LUAR, o a su derecha, como el Partido Socialista, dirigido por Mario Soares.
Soares y Cunhal volvieron del exilio el 29 y el 30 de abril. Y en los mimbres de ese cesto también permaneció el partido único del régimen salazarista, que rápidamente organizó con sus cuadros partidos políticos con nuevas siglas.
Fue un año de explosión social enorme, con dos intentos de contragolpe militar de derechas, en septiembre de 1974 y marzo de 1975, y un Gobierno presidido por Vasco Gonçalves que nacionalizó la banca, los transportes, la industria del acero, las minas y las empresas de comunicaciones, e inició una reforma agraria en el sur portugués.
Se llegó así a las primeras elecciones libres el 25 de abril de 1975. Se eligió una asamblea constituyente, en la que el PS obtuvo el 37,86% de los votos (116 diputados); el centro derecha del PPD de Sá Carnero el 26,39% (81 diputados); el PCP el 12,46% (30); la derecha democristiana del CDS-PP el 7,61% (16); y otras organizaciones el 8,73% (7 diputados).
Los trabajos para redactar la Constitución alcanzaron su punto culminante el 2 de abril de 1976, con la proclamación formal de una carta legislativa que en su preámbulo define orígenes y objetivos y que, aún después de cinco décadas y metamorfoseada, reformó y eliminó las referencias más políticas de esa Constitución, sin embargo, es un testimonio de lo que significó ese momento en la historia portuguesa.
A Celeste Martins Caeiro, hija de gallega, un soldado le pidió un cigarro. No tenía y le ofreció claveles. El regalo mudó en un símbolo
"El 25 de abril de 1974, el Movimiento de las Fuerzas Armadas, coronando la larga resistencia del pueblo portugués e interpretando sus profundos sentimientos, derrocó al régimen fascista.
Liberar a Portugal de la dictadura, la opresión y el colonialismo representó una transformación revolucionaria y el comienzo de un punto de inflexión histórico en la sociedad portuguesa.
La Revolución restauró los derechos y libertades fundamentales a los portugueses. En el ejercicio de estos derechos y libertades, los representantes legítimos del pueblo se reúnen para redactar una Constitución que corresponda a las aspiraciones del país. La Asamblea Constituyente afirma la decisión del pueblo portugués de defender la independencia nacional, garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, establecer los principios básicos de la democracia, asegurar la primacía del Estado democrático de derecho y allanar el camino hacia una sociedad socialista, con respeto a las voluntades del pueblo portugués, con vistas a construir un país más libre, justo y fraterno".
El almirante Rosa Coutinho, figura fundamental en el proceso de descolonización y miembro de la primera Junta de Salvación Nacional, hizo una declaración en 1984, una década después del 25 de abril: "Los pobres resignados a su suerte, desaparecieron: no se conformaron; Ahora son pobres avergonzados, gente pobre que también quiere ser rica. Y llegarán a tener conciencia política, y se darán cuenta de que pobreza y riqueza son términos relativos que resultan del propio sistema, una conciencia que se rebela contra el sistema que permite y fabrica la profunda división entre ricos y pobres (…) Hoy estan actuando, haciendo, protestando, de una manera que sería completamente imposible sin el 25 de abril. Hubo cierta decepción con los resultados, pero todos saben que el país no es ni será nunca lo que fue durante las décadas de dictadura. Esto es lo importante".