Xi Jinping consolida su poder y ondea la bandera del diálogo allí donde EEUU ha apostado por la fuerza
El presidente chino inaugura una nueva etapa de poder en la que opta por aumentar el protagonismo mediador de China en el mundo, incluso en aquellas áreas de influencia hasta ahora monopolizadas por Estados Unidos.
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Xi Jinping consolida su poder aclamado por la Asamblea Popular Nacional (APN) de China en su tercer mandato como presidente de este país asiático. El Legislativo chino, que concluyó este lunes su sesión anual de una semana de duración, ha avalado al presidente Xi y sus planes de recuperación económica tras la pandemia de la covid-19, la promoción de una nueva estrategia diplomática de China y el desafío al hegemonismo global de Estados Unidos.
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"Nos dedicaremos a la paz, el desarrollo, la cooperación y el beneficio mutuo, nos mantendremos firmes en el lado correcto de la historia, practicaremos el verdadero multilateralismo y defenderemos los valores compartidos de la humanidad", aseguró Xi en su discurso de clausura de la APN.
La referencia era obvia al militarismo mostrado por EEUU en sus relaciones exteriores, desde Oriente Medio a los Balcanes y ahora Europa del Este, y a la nueva estrategia china de mostrar una cara amable y un compromiso con el diálogo allí donde su rival internacional ha apostado por la fuerza.
Y Pekín ha comenzado a dar esos pasos hacia el multilateralismo en el ámbito diplomático. La nueva cúpula de poder china, con Xi al timón y Li Qian como primer ministro, está dispuesta a aumentar la influencia de Pekín no solo en el este de Asia y el Pacífico. La reciente y eficaz mediación de China entre Irán y Arabia Saudí para saldar una enemistad de muchos años y el plan de paz chino para Ucrania muestran hasta qué punto la diplomacia de Pekín está dispuesta a extender su peso global y retar a Estados Unidos, especialmente allí donde Washington ha confiado más en las amenazas y las armas.
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Hace mucho tiempo que las relaciones entre Washington y Pekín no habían estado tan tensas, pero ahora China aparece como un rival a tener en cuenta, con una cohesión interna y una presencia internacional diplomática y económica como nunca había tenido el régimen comunista.
Xi, un líder internacional "amable"
El presidente chino ha dado comienzo oficialmente a su tercer mandato como jefe de Estado chino con los vítores y aplausos de los 2.952 legisladores de la APN. Si en octubre ya fue reelegido como secretario general del Partido Comunista Chino en su XX Congreso, ahora ha sido confirmado como jefe del Estado y del Ejército Popular de Liberación, y sus planes políticos, económicos y militares para el nuevo mandato han sido respaldados de forma unánime por los asistentes a esta sesión anual del Legislativo chino.
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El nuevo liderazgo "amable" de Xi obvia las violaciones internas de derechos humanos, la competencia desleal en los mercados internacionales, un desarrollo armamentístico sin parangón en la historia china y una creciente presión de sus fuerzas armadas sobre las fronteras de los países vecinos. Sin embargo, Xi siempre podrá presentar estos pecadillos como una reacción a las correspondientes presiones, también sin precedentes, de Estados Unidos sobre el gigante asiático.
Li Qiang tratará de recuperar la confianza de la maltratada empresa privada
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Con la reestructuración del Consejo de Estado (la cúpula ejecutiva de poder), Li Qiang pasa a ser el nuevo jefe de Gobierno, con el principal objetivo de insuflar oxígeno a la economía china desacelerada por la pandemia, a la vez que restañar la confianza exterior en el potencial tecnológico chino, pese a las sanciones de EEUU en este sector. "Creo que la economía china desafiará el viento y las olas y navegará hacia un futuro más brillante", aseguró Li Qiang a la prensa tras la clausura de la APN.
Li lanzó en su primera rueda de prensa como primer ministro un cable al sector privado de la economía china, que en los últimos años había sido objeto de una especial presión por parte del poder. El jefe de Gobierno prometió "proteger los derechos e intereses de los empresarios, así como el desarrollo y el crecimiento de las empresas privadas".
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Xi y Li renunciaron al triunfalismo en la clausura de la APN. Incluso el plan de crecimiento económico, augurado en un 5% para 2023, el más bajo en casi 30 años, ha guardado cierta humilde compostura después del batacazo del 2022, cuando apenas se superó el 3% de subida del PIB.
Las debacles inmobiliaria y financiera han puesto la economía del gigante asiático al borde del abismo
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El confinamiento radical en el país durante casi tres años de pandemia ha traído gravísimas secuelas económicas y su reciente levantamiento, igual de radical, ha estado a punto de hacer colapsar el ya deficiente sistema sanitario chino. Las debacles inmobiliaria y financiera, el altísimo paro juvenil, la sequía y la crisis de la autosuficiencia tecnológica por las sanciones estadounidenses al comercio chino de chips y otros sistemas punteros de electrónica han puesto también la economía del gigante asiático al borde del abismo. Todo ello sazonado con una crisis demográfica cuyo peso negativo irá creciendo en los próximos años.
La guerra de Ucrania y las subidas de los precios de alimentos y combustible aparejados fueron la puntilla para el crecimiento económico chino, aunque están sirviendo para acrecentar el rol de China en el mundo, con un modelo rebelde al hegemonismo y sin tener que invadir a nadie, como sí han hecho los estadounidenses y los rusos.
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La guerra de Ucrania y la diplomacia china
El conflicto ucraniano ha servido para poner el nombre de China en boca de todos, para incomodidad de Estados Unidos y sus acólitos occidentales, después de que Pekín presentara en febrero su plan para buscar una salida política al conflicto. Un plan que es bienvenido por muchas de las economías emergentes dañadas por la guerra.
China se erige así en potencial intermediario de una guerra que ni rusos ni ucranianos quieren concluir, y menos aún unos Estados Unidos y una Europa que pretenden salir beneficiados de la conflagración. Para ganar la paz hay que ganar la guerra, es el lema que se escucha estos días en Bruselas. En China la visión es otra: la guerra solo trae desgracias a quienes la padecen, a quienes la desatan y a quienes la promueven. Y de la guerra de Ucrania hay muchos promotores.
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La mediación china entre iraníes y saudíes
La puesta en escena en Ucrania es una de las cartas de la baraja geoestratégica China. Otra que ha tenido un sorprendente éxito ha sido la reciente intermediación entre Irán y Arabia Saudí, dos enemigos encarnizados en Oriente Medio, donde su enfrentamiento por delegación en Yemen ha causado más de doscientos mil muertos.
El pasado viernes, las delegaciones saudí e iraní acordaron en Pekín restablecer las relaciones diplomáticas y reabrir sus respectivas embajadas antes de dos meses. Con la mediación china, los gobiernos de Riad y Teherán se comprometieron a no interferir en sus respectivos asuntos internos y respetar su soberanía territorial. Este acuerdo podría consolidar un alto el fuego en Yemen y restar miedo a Arabia Saudí y otros países del Golfo Pérsico sobre el programa nuclear iraní.
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La intermediación china es una bofetada a la agresiva diplomacia estadounidenses
La intermediación china, a pesar de que la Casa Blanca trate de minimizarla o de subrayar que Pekín no es un mediador fiable, es una bofetada a la agresiva diplomacia estadounidenses, que en Oriente Medio ha optado por dejar hablar a sus misiles y sanciones antes que a sus embajadores y enviados de paz.
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El impacto es si cabe mayor si se tiene en cuenta que Arabia Saudí es uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región. Aunque Riad informó a Washington de las conversaciones en Pekín, los saudíes vieron la oportunidad que ofrecía China y no la desperdiciaron.
Esta mediación de China muestra su plena capacidad diplomática en partes del mundo donde se había mantenido al margen. Es al tiempo una evidencia de que Xi Jinping está dispuesto a jugar todas las cartas en su pugna, de momento geopolítica y geoeconómica, con Estados Unidos.
El acuerdo iraní-saudí subraya además que la propuesta china para forjar una solución política a la guerra de Ucrania no es una bravuconada. La inclusión de una importante partida dedicada al impulso de su diplomacia en los nuevos presupuestos chinos (presentados en la APN de la semana pasada) apunta hacia dónde van los tiros.
No es desinteresada la mediación china. Irán y Arabia Saudí son dos de sus mayores proveedores de hidrocarburos y cuanto más estable sea la situación en el Golfo Pérsico mejor para todos.
Poco probable el suministro de armas letales chinas a Rusia
Aunque la paz por la que apuesta China sirve a sus intereses económicos en primer y último lugar, y se contradice con su rearme en el este de Asia, sin embargo, estos pasos diplomáticos dejan en el peor lugar a los europeos y estadounidenses que también quieren defender sus propios intereses, pero apuestan por prolongar la guerra en Ucrania.
Se espera una próxima, e incluso inminente, visita a Moscú de Xi
Se espera una próxima, e incluso inminente, visita a Moscú de Xi. Quizá este viaje podría ser determinante para tratar de convencer al Kremlin de la necesidad de un alto el fuego. Y si el Kremlin accediera a negociar con el Gobierno de Kiev en Pekín, la responsabilidad de la continuación de la contienda quedaría en los hombros de un Occidente que sigue reiterando que la paz en Ucrania solo se puede conseguir ganando la guerra.
Por eso tampoco resultan muy creíbles las acusaciones estadounidenses de que Pekín se prepara para enviar armas letales a Rusia a fin de ser utilizadas contra Ucrania. Tal movimiento iría en contra de los principios que guían la actual política de seguridad china.
Rearme, sí. Maniobras militares en su patrio trasero y cerca de Taiwán (que reclama China como territorio propio), también. Pero de momento, el régimen de Xi ha trazado una línea roja que Occidente lleva décadas violando por medio planeta: la no involucración con armas, asesores o apoyo logístico en guerras ajenas.