Xi Jinping alivia las restricciones por la covid en China aunque mantiene la represión contra la protesta social
Las protestas contra la drástica política Cero Covid de Xi Jinping arrecian en China. El presidente chino ha prometido más vacunas y ha levantado algunas restricciones. Pero al tiempo, ha reforzado su línea dura con detenciones y el rastreo de manifestantes. Xi se aleja, una vez más, del aperturismo de sus antecesores en el poder, como el recién fallecido expresidente Jiang Zemin.
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Las protestas continúan en Cantón y otras muchas ciudades chinas a pesar de que las autoridades relajaron algo las restricciones, permitiendo que familiares de enfermos guardaran la cuarentena en sus domicilios en lugar de ser confinados en los inhóspitos centros gubernamentales preparados al efecto. En esta estrategia de dar una de cal y otra de arena, el Partido Comunista Chino, máxima institución del país y que es liderado por el propio Xi, ha sido claro: se tomarán todas las medidas contra "la infiltración y el sabotaje" perpetrados por "fuerzas hostiles".
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El PCCH se refería a los ciudadanos que participan en las protestas, hartos de confinamientos y cuarentenas arbitrarias. Miles de agentes de seguridad han sido desplegados en los focos de las protestas, ataviados con trajes anticontaminación, pero armados con sus defensas personales para disolver las manifestaciones.
También se han incrementado los controles para descubrir si los teléfonos móviles de los sospechosos de participar en las protestas habían distribuido los numerosos vídeos que muestran los enfrentamientos con la policía y si disponían de aplicaciones extranjeras, como Twitter, Instagram o Telegram.
Se ha reforzado su línea dura con detenciones y el rastreo de manifestantes
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En Zhengzhou, otro de los focos de los disturbios, se anunció una progresiva apertura de comercios y otros negocios. En esa ciudad se encuentra la macrofábrica de Foxconn que ensambla iPhones para la firma Apple donde estallaron hace unos días violentas protestas, pues la factoría se había convertido en una cárcel de hecho para sus trabajadores.
Sin embargo, la desconfianza es generalizada y estas medidas puntuales no acaban de contentar a los manifestantes. Según el Australian Strategic Policy Institute (ASPI), se han producido ya al menos 43 protestas en 22 ciudades de China, en el mayor movimiento de desobediencia civil ocurrido en ese país desde la matanza de Tiananmen en 1989 a manos del Ejército, que masacró a miles de personas reunidas en esa plaza de Pekín para reclamar libertades democráticas.
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Fallece Jiang Zemin, el último de los líderes reformistas
Después de Tiananmen comenzó un largo proceso de apertura y liberalización en China al que contribuyó el entonces nuevo secretario general del Partido Comunista Chino, Jiang Zemin, fallecido este miércoles a los 96 años de edad.
Jiang Zemin fue elegido secretario general del Partido Comunista Chino en 1989 y presidente de China en 1993. Las reformas económicas acometidas bajo su mandato y el de su sucesor, Hu Jintao, permitieron un crecimiento sin parangón de China, que se vio acompañado de un notable impulso de la prosperidad y la libertad individual. Jiang protagonizó algunos de los momentos de mayor relajamiento del país hacia el exterior, como la adhesión en 2001 a la Organización Mundial del Comercio o la obtención para China de la celebración de los Juegos Olímpicos de 2008.
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Según informó la agencia oficial china Xinhua, el que fuera líder chino entre 1989 y 2003 falleció de leucemia en la ciudad de Shanghái, su feudo político hasta que accedió al poder en Pekín. Jiang fue uno de los artífices de las reformas ya pergeñadas por el histórico líder chino Deng Xiaoping. Bajo su mandato también se remató el retorno a China de Hong Kong, en 1997, y Macao, en 1999.
Jiang fue uno de los artífices de las reformas ya pergeñadas por el histórico líder chino Deng Xiaoping
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Al crecimiento de China y su proyección en el mundo, le acompañó, sin embargo, un alto grado de corrupción en la clase política y en el empresariado, al que las reformas de Jiang habían dado vía libre para acceder al Partido Comunista Chino. La lucha contra esa corrupción fue la bandera elegida por Xi Jinping para alzarse con la Secretaría General del Partido en 2013. Y paralelamente a ese combate contra los corruptos, Xi se enzarzó en la erradicación progresiva de todo atisbo de disidencia a su poder, borrando también el recuerdo liberalizador de sus antecesores.
¿Se convertirá Jiang en símbolo de las protestas?
Uno de los desencadenantes de la revuelta de la plaza de Tiananmen fue la muerte en abril de 1989 del líder chino reformista Hu Yaobang. Ahora, como en aquel entonces, el fallecimiento de Jiang Zemin, como símbolo del fin de toda una época de reformas que dio paso al duro despotismo de Xi, podría movilizar a un buen número de descontentos con la actual dirección del país, a la que responsabilizan de los tres años perdidos con el confinamiento a la fuerza.
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La obsesión de Xi Jinping por la supresión de cualquier tipo de oposición se ha reflejado en la mano dura con la que está respondiendo a las multitudinarias protestas contra su política de confinamiento de la población para contener la pandemia de covid. El líder chino considera estos brotes de rebelión como una muestra también de la corrupción, pero de la corrupción que Occidente trata de exportar a China. Los "infiltrados" de los que hablaba el PCCH.
El aislacionismo y las restricciones de libertades como la de expresión o la de movimiento han sido los instrumentos de Xi para tratar de manejar la pandemia, aunque con un dudosa eficacia. El confinamiento y las arbitrarias cuarentenas han evidenciado las graves carencias sanitarias de China y han desatado el hartazgo de los muchos ciudadanos ante unas estrategias cuyo objetivo no parece ser tanto la protección de la población como su control social.
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Las manifestaciones continúan en buena parte de China y la respuesta del régimen chino ha sido doble: ha prometido que se acelerará la vacunación de la población (cuando han pasado casi tres años de los primeros brotes del Covid en Wuhan) y ha lanzado esas redadas para identificar y penalizar a los participantes en las protestas.
El confinamiento ha mostrado las carencias de la sanidad china
Pero la pandemia de covid ha subrayado una realidad. China podrá vender muchos componentes electrónicos por todo el mundo y ser una gran potencia militar en Asia, pero carece de una adecuada infraestructura sanitaria y de un tejido de investigación farmacológico capaz de dar unas mínimas garantías para la salud de sus habitantes.
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El confinamiento no conseguido cumplir ni siquiera ese objetivo de "cero covid" repetido hasta la saciedad por Xi Jinping. El número de contagiados ronda en estos momentos los 38.000, que, si bien es una cifra exigua si se compara con los más de 1.400 millones de habitantes que tiene China, demuestra que el virus es imparable en su transmisión con sus nuevas variantes y que de poco sirven mantener a un país prácticamente aislado y a su población extenuada por los encierros domiciliarios forzosos y los graves daños laborales y económicos derivados.
El confinamiento masivo y estricto tiene menor sentido si se tiene en cuenta que más de 35.000 de esos infectados son asintomáticos, lo que indicaría que la variante del virus extendida hoy en China no es ni mucho menos tan virulenta como la que afectó a buena parte del mundo a comienzo de la pandemia. De esta forma, crecen las sospechas sobre la intención real de los confinamientos.
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El ímpetu de las autoridades para prohibir la libertad de movimiento de la población contrasta con su flojo éxito a la hora de convencer a las franjas de mayor edad para que se vacunaran, con un 30% de los mayores de sesenta años sin la pauta de vacunación completa. Según la Comisión Nacional de Sanidad, desde el comienzo de la pandemia, en China se registraron cerca de 5.300 muertes a causa de la covid, una cifra muy baja en comparación con otros lugares del mundo y atribuida, para el Gobierno chino, al éxito de la política de confinamiento antipandémico.
La calidad de las vacunas aplicadas en China dejan muchas dudas y ha habido algunos escándalos relacionados con los fabricantes de tales elementos de inmunización, por ejemplo en un laboratorio de la ciudad de Lanzhou, con numerosos fallos en los tests. Por otra parte, las autoridades chinas han apostado por las variantes locales de las vacunas, rechazando los ofrecimientos desde Occidente para exportar a China algunos de los diferentes modelos que han tenido más eficacia en Europa, donde la pandemia fue más virulenta.
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El confinamiento ha reforzado el autoritarismo de Xi Jinping
El confinamiento ha servido para fortalecer el autoritarismo de Xi Jinping, que se consolidó en el último Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en octubre. Xi fue reelegido para un inusitado tercer mandato y eliminó todo trazo de oposición en su nuevo Politburó. Uno de los elegidos para formar su nueva guardia pretoriana fue precisamente Li Qiang, secretario del Partido Comunista en Shanghái y uno de los testaferros de Xi a la hora de aplicar la política de confinamientos. Li podría ser nombrado primer ministro dentro de unos meses.
El relegamiento a que fue sometido el anciano Hu Jintao, antecesor de Xi en el poder, en este Congreso del PCCH evidenció la meta del actual presidente chino de disolver todo rastro del pasado reformista y aperturista iniciado con Deng Xiaoping. Ahora, la muerte de Jiang Zemin, deja a Xi Jinping sin los fantasmas del pasado, pero con los graves problemas que le plantea el presente.