La UE llega a Kiev sin fecha para la adhesión de Ucrania y con la propuesta de redoblar el entrenamiento militar
Los líderes de las instituciones europeas aterrizan en la capital ucraniana con el difícil equilibrio de no desanimar a Ucrania en sus aspiraciones para unirse a la UE, pero sin ningún apetito de acelerar el proceso.
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Bruselas,
La UE y Ucrania celebran el viernes su primera cumbre desde el estallido de la guerra. Y lo hacen en Kiev. Una escenografía que tiene como doble objetivo ensalzar la imagen de su apoyo a Ucrania y su firmeza frente a Rusia. El simbolismo será más protagonista que los anuncios concretos. Los europeos prevén redoblar su misión de entrenamiento militar a los soldados de Volodímir Zelenski, llevar la promesa de un décimo paquete de sanciones inminente y dar un palmadita en la espalda al país por el proceso de reformas acometidas.
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Aunque a simple vista, a relación de Bruselas y Kiev vive en una luna de miel, fuentes europeas reconocen que "no será necesariamente la cumbre más fácil". La UE y Ucrania han celebrado a lo largo de su asociación 24 citas conjuntas, pero la de este viernes será la primera desde que el 24 de febrero de 2022 comenzó la invasión rusa. La delegación presente estará encabezada por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y por Charles Michel, presidente del Consejo.
El tema más acuciante será la adhesión de Ucrania al bloque comunitario. Uno de los espaldarazos más emblemáticos que Bruselas concedió a Kiev cuatro meses después del inicio de la guerra fue otorgarle el estatus de país candidato. Un proceso que de media dura diez años. El propio Zelenski aseguró recientemente que su intención es que el país que lidera se convierta en el Estado número 28 de la UE en dos años. Pero es un calendario que no se contempla en la capital comunitaria. Por varias razones.
El proceso de adhesión está basado en hitos, reformas y estándares mínimos indiscutibles. Ucrania tiene un problema enorme con la corrupción, que se escenificó con varios escándalos recientes de altos cargos. También debe profundizar la fortaleza de su sistema judicial y su Estado de Derecho. Además, no es menor el detalle de que se trata de un país inmerso en una guerra que no tiene visos de concluir. Nadie sabe cómo terminará, pero es difícil pensar que Rusia se marchará peor de lo que llegó. Es decir, es difícil imaginar que Ucrania no contará con una parte de territorio anexionada u ocupada, como ocurre en el Donbás y en la península de Crimea desde 2014. A todo ello se une el mensaje envenenado que priorizar a un país y hacerlo favorito tendría para los Estados de los Balcanes Occidentales, algunos como Macedonia del Norte aguardan desde 2005.
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Con este escenario, la UE aterriza en Kiev con la difícil misión de mantener viva la ilusión de los ucranianos hacia Bruselas, pero sin un calendario para ello. En la capital comunitaria reconocen que el largo proceso rozará la cifra de los dos dígitos. Y mucha más complicada se prevé su entrada a la OTAN. "Es muy claro que Ucrania será parte de la UE cuando cumpla todos los requisitos. No hay que especular. Está fuera de dudas que Ucrania será parte de la UE", se limitan a reconocer fuentes europeas, que para compensar la patada hacia adelante felicitarán al presidente ucraniano por las reformas acometidas durante estos doce meses.
Los otros temas a debate, que se desarrollarán en las dos sesiones conjuntas y en la declaración final del encuentro, son la rendición de cuentas y los trabajos de reconstrucción, el estado de la guerra y su respuesta, la precaria situación en torno a la seguridad alimentaria, el plan de paz de diez puntos dibujado por Zelenski y la posible entrega a Ucrania de los activos congelados del Banco Central ruso, algo que el Kremlin califica como "un robo".
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La pata militar
Los europeos ponen su primer pie en el país en lo que describen la tercera fase de la contienda. La primera habría sido el intento fallido de tomar Kiev por parte de las tropas rusas; la segunda, la ofensiva en la que Ucrania recuperó parte del territorio perdido; y la actual, la del enquistamiento en la batalla del Donbás. El escenario base en Bruselas es que una fuerte ofensiva por parte de Moscú es inminente, antes de la llegada de la primavera.
En la mochila, la UE llega con nueve paquetes de sanciones contra Rusia, el último ya fue uno de los más descafeinados. La ambición es aprobar el décimo este mismo mes, coincidiendo con el primer aniversario de la guerra, pero las opciones sobre qué activos o qué industrias castigar son cada vez más estrechas.
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Los líderes europeos aterrizan, entre fuertes medidas de seguridad, con las primeras entregas de los primeros tanques de combate todavía calientes. Con el desbloqueo alemán de los Leopard II, Occidente envía por primera vez a Ucrania armas ofensivas, y no ya solo defensivas como había hecho de forma progresiva en los últimos meses.
Pero la última línea roja son los cazas de combate F-16. El mantra de Kiev a sus aliados transatlánticos siempre ha sido "más armas, más rápidas y más modernas". Y superado el tabú de los tanques, ahora redobla sus llamadas para los aviones. Pero esta va a ser una misión más complicada. Polonia, el Reino Unido y los propios Estados Unidos han mostrado su negativa a dar este paso. No es descabellado pensar que en el transcurso de la guerra esta línea roja también caerá, pero en el corto plazo no hay consenso ni apetito.
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Lo que sí se espera del encuentro es que la UE doble su misión de entrenamiento militar, que pasaría de los 15.000 soldados ucranianos a 30.000 este mismo año. Será financiada con 45 millones del Fondo Europeo para la Paz, que sufraga con dinero de los Veintisiete los objetivos los costes de enviar armamento.
El fortalecimiento de esta misión se produce en un momento en el que los uniformados ucranianos necesitan el conocimiento de los pilotos, lanzadores o francotiradores occidentales. Ya no solo operan con armas soviéticas. Los Leopard II son, por ejemplo, los carros más sofisticados que se construyen en el continente. La otra parte de la moneda es que el Fondo Europeo para la Paz está llegando a su capacidad límite de 7.000 millones de euros y los Ejércitos nacionales se están quedando sin stock tras el continuo trasiego de material bélico en la mayor carrera armamentística que Europa protagoniza en las últimas décadas.