De Turquía a Alemania, tres años de vida en cuatro campos de refugiados: "Ahora no puedo perder a mi familia"
Deudas y tensión fuera y dentro del campo
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BIELEFELD (ALEMANIA).- Desde que dejó Siria, hace ya tres años, ha pasado por más de seis campos de refugiados. Trece meses en el campo de Midyat, Turquía; nueve meses en Harmanli, Bulgaria; y tres meses en Dortmund, Alemania, si cuenta las paradas más largas. Carga con todo ese tiempo en su mochila; es lo único que tiene. Ahora Giwan Mustafa vive en un campo de refugiados en Bielefeld, y espera que este sea el último.
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Así es que, a pesar de haber conseguido los anhelados papeles, los chicos de la escuela de Harmanli peregrinaron hacia Alemania. La soledad ha sido una fiel compañera para ellos, así como para otros refugiados que han abandonado Siria sin su familia. "En otoño, cuando llegué a Bielefeld, creía que estaba soñando con los ojos abiertos. Calles enteras con casas con jardines y flores. Ahora, hace meses que me muevo por estas calles. Nunca hay nadie detrás de las ventanas, nadie habla con nosotros. ¿Dónde están los que cuidan estos jardines preciosos?”, se ríe Giwan. A pesar de estar en campos con régimen abierto y poder pasear por las ciudades, los refugiados solo encuentran amigos entre sus compañeros.
Deudas y tensión fuera y dentro del campo
Hatem Saed, que vivió cinco meses en Harmanli, explica que los campos de Bulgaria son muy distintos a los de Alemania. En Alemania, cuando salen a la ciudad, siente que la gente lo mira de forma extraña, aunque los voluntarios siguen yendo a los campos para echar una mano a los refugiados. “En Bulgaria, al darnos los papeles nos comentaron que deberíamos abandonar el campo. ¿Para ir adónde?”. En el campo les contestaron que éste era un asunto que solo les atañía a ellos. “Así que nos fuimos a Alemania, simplemente porque no podíamos hacer otra cosa”.
Para Idris Habo, ingeniero, que pasó un año en los campos de Bulgaria y Turquía, Alemania es un camino sin retorno. “Quiero aprender alemán cuanto antes y ser parte de este lugar”. Todo le resulta difícil, al no conocer el país y no tener amigos alemanes. “Lo único que sé a ciencia cierta de la gente de aquí es que si quedan a las cinco, están allí a las cinco. Ni un minuto después. Pero todo lo demás es una incógnita para mí”.
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Ali Shalah, monitor deportivo en el campo de Harmanli, pagó a los traficantes para poder salir de Siria. Explica que, en los lugares controlados por las milicias, la gente sale a través de las alcantarillas. De este modo no son capturados por el ejército del régimen a la salida de los pueblos y así evitan que les pregunten los nombres de sus familiares.