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Tíbet muere entre las llamas

La nueva oleada de inmolaciones de monjes tibetanos en protesta por la ocupación china ha trastornado a Pekín

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La muchacha tenía 18 años, pero no dudó en prenderse fuego. Ocurrió el sábado en Aba, al oeste de Sichuan, una de las cinco provincias habitadas por tibetanos en China. Era monja budista, buena estudiante, según sus conocidos. Falleció de camino al hospital. Se trata de la última víctima en la tremenda oleada de inmolaciones que sacude a Tíbet (22 en los últimos diez meses), que tiene trastornado al Gobierno chino.

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Esta cadena de inmolaciones, a cargo de monjes budistas que protestan con su vida por la ocupación y represión china en Tíbet, es la crisis más grave que vive la región desde marzo de 2008, cuando un estallido de violencia étnica cosechó entre 20 y 80 muertos.

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El Gobierno chino no sabe cómo hacer frente a los budistas

Los tibetanos denuncian que desde entonces la represión política, militar, cultural y religiosa por parte de Pekín es mucho mayor, hasta alcanzar hoy niveles insoportables, según denuncian las distintas organizaciones en defensa de los tibetanos que trabajan fuera de China.

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El nerviosismo de Pekín sobre una situación que de nuevo se le está escapando de las manos se palpa en sus gestos. Según el oficialista Diario de Tíbet, el gobernador de esa provincia destituyó esta semana a cuatro burócratas de alto rango por abandonar sus puestos en la convulsa región de Chamdo durante las fiestas del Año Nuevo Lunar.

El Gobierno ya ha advertido a todos sus funcionarios que si no son capaces de mantener la estabilidad social se enfrentan a despidos y hasta a cargos penales. Por descontado, ningún extranjero tiene acceso a las zonas de mayoría tibetana en Sichuán, Yunán, Qinghai o Gansú, por lo que es muy difícil conocer qué está ocurriendo. Hay controles militares cada 20 kilómetros y los periodistas son expulsados inmediatamente del lugar.

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El PCCh declara una "guerra contra el sabotaje secesionista del Dalai Lama"

Chen Quanguo, jefe del Partido Comunista (PCCh) en la provincia de Tíbet, considera el actual conflicto una "guerra contra el sabotaje secesionista" liderado por la "camarilla del Dalai Lama", cuyo único fin es desestabilizar la región meses antes del 18º Congreso del PCCh; cita que escenificará la transición de poder a una nueva generación de políticos en el Gobierno chino.

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Xu Zhitao, miembro del Comité Central del PCCh, afirmó al diario Global Times: "Los secesionistas liderados por el Dalai Lama parecen mucho más decididos a orquestar conspiraciones este año". El diario también asegura que la camarilla del Dalai ya ha advertido de sus planes para destrozar las celebraciones del Año Nuevo Tibetano, una fecha que siempre entraña una enorme tensión y que esta vez se celebrará el 22 de febrero.

Aunque las inmolaciones han ido goteando desde finales del año pasado, el verdadero estallido se inició el 23 y 24 de enero, primeros días del Año Nuevo Chino, cuando centenares de tibetanos realizaron dos concentraciones en Seda y Luhuo (Sichuán) para rendir homenaje a los últimos monjes inmolados.

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Según Human Rights Watch, la Policía bloqueó las concentraciones y abrió fuego sobre al menos dos personas, hirió a más de una decena y detuvo a casi medio centenar de activistas. La agencia de noticias Xinhua reconoció una de las muertes, pero atribuyó la violencia a un acto de autodefensa ante el "ataque de masas enfurecidas que portaban cuchillos y lanzaban piedras" y que "atacaron una comisaría de Policía", hiriendo a 14 agentes.

"Los tibetanos se están inmolando porque se sienten frustrados con el actual estado de represión y por el total desinterés del Gobierno chino por escuchar y resolver sus agravios", explica a Público Tsering Tsomo, directora ejecutiva del Centro Tibetano por los Derechos Humanos y la Democracia (TCHRD en inglés). "En un sistema autoritario, los mecanismos para expresar perjuicios son disfuncionales, cuando no inexistentes. Las inmolaciones son gestos desesperados contra las políticas represivas de China, a favor del retorno del Dalai Lama a Tíbet y también una súplica de ayuda dirigida a la comunidad internacional", indica Tsomo.

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El mismo acto de la inmolación es habitualmente utilizado por Pekín para ilustrar la tiranía del Dalai Lama, que presuntamente incita a sus propios correligionarios a alcanzar tal extremo para satisfacer su interés político. Según Kyabje Rinpoche, abad y líder espiritual budista, "nadie quiere que los monjes se prendan fuego, pero no nos vemos con autoridad moral para impedirlo". Los preceptos del budismo permiten el suicidio si este surge de la "convicción profunda" de que el gran Buda debe ser defendido y honrado.

"Desde marzo de 2011, se ha impuesto a los monjes una campaña de reeducación patriótica. Hay inspecciones sorpresa en los monasterios, cámaras de vídeo, vigilancia en las comunidades tibetanas, micrófonos, torres de control, detenciones arbitrarias de monjes, desapariciones forzosas y muchos casos de torturas", explicó Rinpoche días atrás en la sede de Human Rights in China (HRC).

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El líder espiritual también denunció la usurpación por parte de los funcionarios comunistas de los puestos de dirección en los monasterios, expulsando o haciendo desaparecer a los líderes espi-rituales. "Virtualmente, reina la ley marcial en Tíbet", aseguró.

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