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El Tea Party instiga la xenofobia en Arizona

Enardecidos por la ley anti-inmigrantes, los ultras radicalizan la política de EEUU

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Usted sabe quién es Voltaire?", pregunta Phil Russo. "Solía decir: puedo no estar de acuerdo con lo que dices pero defenderé tu derecho a decirlo. Es lo que hemos venido a hacer aquí. Se trata de libertad".

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Russo es uno de los organizadores de la manifestación Tea Party que ayer invadió el centro de Phoenix. Bajo un sol de justicia, miles de personas mostraron su apoyo a la SB1070, la ley que partir del 29 de julio criminalizará la presencia de ilegales en Arizona. "En este debate parece que odiamos a los mexicanos pero no es cierto, queremos simplemente que se aplique la ley", dice Russo, a quien le preocupa sobre todo el boicot económico organizado por los que se oponen a la medida.

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El movimiento de extrema derecha se moviliza en Phoenix contra los sin papeles

"El boicot está afectando a la gente más necesitada, a los camareros que cobran 2,15 dólares la hora; no afecta a la gobernadora ni al sheriff Joe Arpaio [ferviente partidario de la ley]. Y, paradójicamente, afecta a los hispanos, que los que promueven el boicot dicen defender".

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Son mayoría en Arizona los que respaldan la iniciativa promulgada en abril por la gobernadora Jan Brewer, presionada por una ola populista que ha radicalizado la política de un estado tradicional mente moderado. En los últimos meses, sus habitantes se han visto ridiculizados, criticados, "caricaturizados", asegura Russo. De ahí la manifestación de ayer. "Mi familia es mitad italiana, mitad libanesa, a mí no me pueden acusar de racista", afirma el organizador.

"Queremos que los estadounidenses de todos los estados respalden al valiente pueblo de Arizona que ha hablado en nombre de la opinión pública sobre el tema de inmigración", resume William Gheen, presidente de ALIPAC (American for Legal Inmigration), otro de los movimientos que acudió a la cita.

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El líder del Tea Party Hayworth amenaza con ganar el escaño del senador McCain

John McCain es el más claro ejemplo de la creciente radicalización de la política de Arizona. Senador desde 1987, reelegido en tres ocasiones, su cuarta campaña electoral se ha visto amenaza por la candidatura de J. D. Hayworth, un ex congresista local, comentarista de radio, que se califica de "conservador consistente". Cuando presentó su candidatura, en febrero, Hayworth se autoproclamó líder de los Tea Party de Arizona y presentó su campaña como la "confrontación política clásica entre el establishment de Washington y el pueblo".

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McCain tuvo que virar a la derecha. Llegó incluso a negar, ante la sorna general, que fuera un maverick (rebelde), calificativo que usó para luchar en las aguas procelosas de su partido cuando le consideraban un peligroso moderado y que desgastó en la campaña contra Obama. Ahora, el senador se presenta como un conservador de pura cepa.

Hubo un tiempo en que McCain cortejaba el voto hispano y consideraba a los sin papeles "hijos de Dios". Ahora, en las esquinas de Tucson y Phoenix se ven grandes carteles con una frase sencilla: "McCain, por una frontera segura". El candidato ha pedido que Washington despliegue drones (aviones espía teledirigidos) para vigilar la zona limítrofe c on México y que complete la valla electrónica que se congeló hace unos años por falta de medios.

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El giro le ha ido bien. Hayworth nunca consiguió adelantarle en los sondeos, pero ahora el veterano senador tiene una ventaja de casi 10 puntos sobre su contrincante. "Lo de McCain es una vergüenza", dice Alfredo Gutiérrez, ex senador local y uno de los promotores del boicot contra Arizona, "no es tanto una falla política como moral. Es el fracaso de un hombre que, independientemente de sus opiniones políticas, se consideraba un icono de integridad. Ahora el colapso es total. Es una humillación verle en los anuncios donde promete reforzar la seguridad en la frontera".

El tema migratorio ha resultado ser una espada de doble filo

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Gutiérrez piensa que McCain no supo calibrar el ánimo de sus votantes. "Él nunca estuvo realmente en peligro frente a Hayworth. Confundió un malestar general, en parte debido a la crisis, con un problema con la inmigración; porque la plataforma electoral de Hayworth es deportar a todos los mexicanos".

El tema migratorio ha resultado ser una espada de doble filo para los conservadores. Dentro del partido republicano, gobernadores como los de Nevada, Jim Gibbons, Virginia, Robert McDonnell, y Texas, Rick Perry, han criticado la iniciativa de su colega de Arizona.

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Resulta sin embargo efectivo a la hora de movilizar a los votantes. El miedo siempre es una poderosa arma electoral. Le sirvió a Meg Whitman, la ex presidenta de Ebay, quien el pasado martes ganó las primarias republicanas a gobernadora de California. Whitman empezó a distanciar a su contrincante cuando se declaró "100% en contra de la amnistía contra los inmigrantes ilegales".

Analistas políticos estiman que, en su estrategia migratoria, los ultra conservadores no tienen en cuenta los cambios demográficos a largo plazo. "Este año, los republicanos todavía se lo pueden permitir porque los latinos siguen siendo una pequeña parte del electorado", asegura Mark Jones, politólogo de la Rice University. "Pero si quieren seguir siendo un partido relevante en Estados Unidos en el futuro, no podrán conformarse tan sólo con el 15% o 20% del voto hispano. No será suficiente".

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