Un superviviente de la masacre de Melilla expulsado por España lucha por su vida en Argelia
Ishak, solicitante de asilo sudanés y superviviente de la masacre de Melilla, se encuentra ahora en un refugio temporal en Argelia luchando por su vida y se enfrenta a un sistema indiferente que lo ha dejado sin acceso a cuidados médicos básicos.
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Ishak Omar cuenta su historia desde un refugio temporal de la Media Luna Roja en Argelia, donde encontró cobijo hace solo unos días, tras meses durmiendo en la calle. Ahora, por fin a solas, puede hablar sin interrupciones. Desde el otro lado de la línea telefónica, su voz se escucha cansada. En ocasiones, interrumpe su relato: un intenso dolor de cabeza que le provoca su enfermedad le impide continuar. Aún así, Ishak sigue adelante. Conserva el recuerdo vívido de aquel 24 de junio de 2022, cuando intentó cruzar a territorio español desde Melilla. "Fuimos a Melilla y nos mataron, aún me cuesta creer que salí con vida", confiesa este solicitante de asilo sudanés.
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En esa fecha se produjo una masacre en la frontera entre España y Marruecos: al menos 37 personas murieron, cientos resultaron heridas y, a día de hoy, al menos 70 personas siguen desaparecidas. Personas exhaustas y heridas se acumulaban en la línea fronteriza mientras las autoridades españolas devolvían de forma sumaria, sin garantías, a al menos 470 migrantes, según documentó el Defensor del Pueblo. Entre ellos estaba Ishak, quien, tras cruzar a territorio español, sufrió una herida en el ojo izquierdo. La Guardia Civil lo devolvió de manera inmediata sin recibir atención por sus heridas y las autoridades marroquíes lo deportaron a una pequeña ciudad en el centro del país, donde pudo ir al hospital gracias a la ayuda de un amigo.
Casi dos años después de la masacre de Melilla, Ishak sigue luchando. Ahora se encuentra en Argelia, esperando atención médica. Sospechan que tiene un tumor hepático, pero la falta de acceso a servicios sanitarios impide confirmar el diagnóstico y necesita una intervención urgente.
Ishak partió de Sudán en el 2021, escapando de la represión que siguió al golpe militar posterior a la Revolución de Diciembre, en la que participó activamente junto a los comités de resistencia y el Partido Comunista sudanés. "Nuestra revolución triunfó, pero los militares dieron un golpe de Estado. Los servicios de seguridad empezaron a perseguirme", cuenta Ishak.
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Después de pasar por Chad, Libia y Argelia, Ishak llegó a Marruecos, donde se quedó hasta que pudo saltar la valla el 24 de junio. Tras la devolución inmediata de la Guardia Civil, decidió establecerse en Marruecos, pero su salud empeoró rápidamente: su piel y sus ojos comenzaban a ponerse amarillentos. A comienzos de 2023, sufrió episodios de fiebre alta y un fuerte dolor abdominal, pero en el hospital le dijeron que no tenía ninguna enfermedad.
Dos meses después, apenas diez días tras el inicio del Ramadán, las autoridades marroquíes lo detuvieron y deportaron a Argelia, donde lo ingresaron en un centro de detención en la ciudad de Tiemcen, al noroeste del país. Tras cuatro días de trabajos forzados, su salud empeoró y lo llevaron al hospital para recibir inyecciones para el dolor. Apenas salió del hospital, lo deportaron junto con otros solicitantes de asilo, para abandonarlo en el desierto, al sur de Argelia, cerca de la frontera con Níger.
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La condena de migrar atravesando el norte de África
"Después de que me expulsaran de Marruecos a Argelia, me deportaron de nuevo a Níger, pero regresé", cuenta Ishak. Sin embargo, la travesía devastó su salud: no podía caminar ni ir al baño sin ayuda, su piel y ojos se tornaron aún más amarillentos y perdió peso drásticamente. Sus compañeros de viaje lo llevaron hasta Ouargla, Argelia, donde finalmente se quedó solo.
La experiencia de Ishak es común entre los miles de migrantes que atraviesan el norte de África en su ruta. Organizaciones como Human Rights Watch y Médicos Sin Fronteras denuncian prácticas como la detención arbitraria y la expulsión de migrantes a zonas desérticas. En Argelia, por ejemplo, las autoridades realizan deportaciones masivas de migrantes subsaharianos, abandonándolos en el desierto sin recursos básicos y exponiéndolos a condiciones extremas. En Túnez, el panorama es similar: migrantes denuncian ataques violentos y deportaciones al desierto. Una investigación reciente coordinada por Lighthouse Reports reveló que en Marruecos, Mauritania y Túnez, las autoridades detienen a personas migrantes en función del color de su piel para luego abandonarlas en áreas remotas. Estas prácticas son financiadas incluso con fondos europeos, destinados a apoyar el control fronterizo en estos países.
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Después de 32 días caminando, Ishak alcanzó Túnez, donde solicitó asilo y recibió atención médica debido al grave deterioro de su salud: tosía sangre y le diagnosticaron tuberculosis. Solicitó ayuda al Consejo Tunecino para seguir con su tratamiento pero le informaron que no podían ayudarlo al no tener estatus de refugiado. "Intenté regresar a Marruecos, donde ACNUR me reconoce como refugiado, pero no pude debido a mi enfermedad. Por eso, decidí ir a Argelia, donde mi sufrimiento comenzó de nuevo."
En agosto de 2024, debilitado, llegó a Argel y acudió al Hospital Mustafá Pasha, donde le suspendieron el tratamiento para la tuberculosis sin explicaciones. Sin hogar, ni asistencia sanitaria, dormía en un parque mientras su salud empeoraba. Ishak pidió ayuda económica a ACNUR para recibir tratamiento privado, pero le dijeron nuevamente que solo pueden dar dinero a personas refugiadas. "Les dije que soy refugiado reconocido en Marruecos y tienen mi expediente. ¿Por qué no me entrevistan para confirmarlo y recibir ayuda? Rechazó mi petición". Finalmente, acudió a la oficina de ACNUR, donde gestionaron su traslado a un hospital, para luego devolverlo a su refugio improvisado donde tuvo que vivir casi dos meses más.
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El 31 de octubre de 2024, ACNUR lo refirió a un médico y lo trasladó a un refugio de la Media Luna Roja, tras la publicación de un informe sobre su salud realizado por el periodista Chadi Boukhari y la defensora de derechos humanos Ishan Elgalta. "Tengo más de 20 tipos de medicamentos y no me sirven de nada", lamenta este joven, quien aún espera las pruebas necesarias para confirmar su diagnóstico y recibir un tratamiento adecuado. En el refugio intenta descansar, pero las condiciones son precarias: cuando llegó, los colchones y cobijas estaban infestados de insectos, hasta que, cuatro días después, trabajadores de ACNUR y la Media Luna Roja acudieron a reemplazarlos. Ahora, sigue esperando recibir el tratamiento que necesita y teme volver al bosque.
Sin el reconocimiento de refugiados, personas como Ishak se encuentran atrapadas en un limbo, sin derechos y con escaso acceso a asistencia sanitaria. Desde que huyó de Sudán hace tres años, Ishak ha recorrido un largo camino, lleno de violencia y discriminación, con escasa ayuda de las instituciones que debían proteger sus derechos básicos. A pesar de ello, Ishak cuenta con una red de apoyo que le ha acompañado desde el principio. "Siempre encuentro a mis amigos que llegaron a Europa enviándome dinero y levantándome la moral". Su lucha por una vida digna es un recordatorio de la violencia de las fronteras europeas y de las barreras que enfrentan quienes buscan refugio en un sistema que les cierra las puertas.
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El Ministerio de Exteriores y los gobiernos de Argelia y Marruecos no respondieron a las preguntas formuladas para este reportaje