La sombra de la ultraderecha vuelve a proyectarse sobre Austria
Este domingo se celebran elecciones generales en Austria. Aunque los conservadores parten con ventaja, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) podría convertirse en la tercera fuerza del país e incluso entrar en el gobierno.
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Viena, Actualizado:
“Cuando llegue el fin del mundo múdate a Viena, donde todo sucede con veinte años de retraso”, dice un cartel en el céntrico distrito de Alsergrund. A pesar de la ironía, hace poco la majestuosa capital austriaca fue nombrada por octavo año consecutivo por la consultora Mercer como la mejor ciudad del mundo para vivir en base a criterios como el sistema educativo, la oferta de ocio, el número de delitos cometidos, el sistema de transporte público y la estabilidad política. Este último indicador podría sin embargo verse modificado este 15 de octubre: a Austria no llega obviamente el fin del mundo, pero sí elecciones al Nationalrat –el parlamento austríaco– y se esperan cambios políticos.
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La campaña electoral en Austria ha coincidido con la alemana en algunos aspectos: el gobierno de gran coalición entre socialdemócratas (SPÖ) y conservadores (ÖVP) seguramente no se repetirá; todas las encuestas dan por ganador al candidato conservador, el actual ministro de Exteriores, Sebastian Kurz; y la ultraderecha, representada por el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), terminará según todas las encuestas como tercera fuerza política. Pero difiere sobre todo en las posibilidades de que esta última pueda acabar entrando en el gobierno: las encuestas pronostican un 20% de los votos para el FPÖ, que incluso podría superar ese porcentaje. Si el FPÖ no consigue alzarse con la llave del futuro gobierno austriaco se convertirá en la primera fuerza de la oposición, y con ello podrá presionar para condicionar las políticas del futuro canciller.
Trás la fachada de color turquesa se encuentra un político con un programa neoliberal en lo económico y conservador en lo social, que aboga por restringir la política de inmigración y asilo
El resto de partidos no son ajenos a este desarrollo. Los conservadores, siguiendo el modelo de Macron, han transformado su partido en un pseudomovimiento donde el candidato es el programa. Con solamente 32 años, Sebastian Kurz es el ministro de Asuntos Exteriores más joven de Europa y pronto podría convertirse en el jefe de gobierno más joven de Europa. Kurz es joven, enérgico y ambicioso, su campaña utiliza una imagen moderna y en los actos utiliza un lenguaje claro y sencillo. Sin embargo, detrás de la fachada de color turquesa –el color escogido por Kurz para desvincularse del negro que simbolizaba los vínculos de los cristianodemócratas con el clero– se encuentra un político con un programa neoliberal en lo económico y conservador en lo social, que aboga por restringir la política de inmigración y asilo –uno de los temas centrales de esta campaña– e incluso crear un bloque informal con los países del grupo Visegrád (República checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia).
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Hasta el SPÖ ha dejado la puerta abierta a una coalición con el FPÖ que sería inédita en Europa, aunque no en Austria, donde los socialdemócratas gobiernan con la ultraderecha en el estado federado de Burgerland. En una entrevista con Ö1, el primer canal de la televisión pública austriaca, el cabeza de lista del FPÖ, Heinz-Christian Strache, se propuso directamente a sí mismo como ministro del Interior, y al excandidato a la presidencia por su partido, Norbert Hofer, como ministro de Asuntos Exteriores.
No sería la primera vez que el FPÖ entraría en el gobierno. En las elecciones de 1999 el FPÖ, liderado por Jörg Haider, se convirtió en la segunda fuerza más votada, con el mismo porcentaje que los conservadores, un 26,91%, pero superándolos en número de votos: 1.244.087 frente a 1.243.672. El entonces candidato conservador, Wolfgang Schlüssel, decidió romper un tabú y pactar con el FPÖ una coalición de gobierno. Para evitar un escándalo internacional, Haider optó por ceder el título de canciller a Schlüssel, aunque no sirvió de mucho: tras debatir la imposición de sanciones, la Unión Europea optó por castigar a Austria –que había entrado en el bloque sólo cuatro años atrás– con la reducción de relaciones bilaterales, una medida a la que se sumaron Canadá, Israel, Noruega y la República checa, que entonces no formaba parte de la UE. Esa medida que hoy parece encontrarse fuera de la mesa debido a la política de gobiernos como los de Polonia y Hungría, a los que podría sumarse a finales de octubre la República checa si finalmente se impone en los comicios el partido populista ANO de Andrej Babiš, que no descarta coaligarse con los conservadores euroescépticos del Partido Democrático Cívico (ODS) e incluso con la ultraderecha del partido Libertad y Democracia Directa (SPD) de Tomio Okamura.
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El fondo ultra del FPÖ
El Comité Mauthausen de Austria (MKÖ) –la organización heredera de la asociación de supervivientes del campo de exterminio de Mauthausen– ha sido una de las organizaciones de la sociedad civil más activas en esta campaña, publicando un folleto en el que denuncia que el FPÖ, a pesar de todos sus esfuerzos de relaciones públicas por presentarse como un partido conservador más, sigue poseyendo un fondo ultra. La publicación, que lleva por título ¿Casos aislados?, recoge decenas de ejemplos de declaraciones racistas y antisemitas del FPÖ desde el año 2013 hasta el 2017. Cómo, por ejemplo, un cargo del FPÖ felicitó a Adolf Hitler por su aniversario desde su página de Facebook en 2017, algo de lo que después intentó excusarse afirmando que no era más que “un chiste”.
El FPÖ es el heredero de un partido fundado después de 1945 por antiguos nazis
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“El FPÖ es el heredero de un partido fundado después de 1945 por antiguos nazis [la Federación de Independientes, VdU]”, explica Christa Bauer, investigadora principal del MKÖ. “En el año 2000 se produjo una escisión del FPÖ con el BZÖ (Alianza por el Futuro de Austria)”, capitaneado por Haider. Según Bauer, Strache utiliza esta escisión para afirmar que el FPÖ actual nada tiene que ver con el de Haider, además de perseguir una estrategia –visible en toda la extrema derecha europea– de alejarse de aquellos discursos y estereotipos más estigmatizantes, aunque siempre “rozando lo ilegal”. Varios políticos del FPÖ han lucido por ejemplo en sus solapas el pincel azul (Blaue Kornblume), una flor que “los nazis ilegalizados usaban” como símbolo para reconocerse en la Austria de entreguerras “hasta que llegaron al poder” y que “el FPÖ ha utilizado en actos públicos, argumentando que nada tiene que ver con el pasado nacionalsocialista, sino con su uso anterior” por parte de grupos patrióticos alemanes en el siglo XIX. Strache intentó sacudirse de encima la mala fama con un viaje a Israel en 2016 –buscando acercar posturas con la derecha sionista en su posición común contra el islamismo– que, sin embargo, no dio resultados visibles.
El FPÖ, continúa Bauer, ha conseguido fortalecerse en las encuestas gracias a una agenda claramente populista. Esto se consigue, por una parte, “apuntando al descontento de los ciudadanos --su nuevo eslogan es 'justicia' (fairness)–, allí donde pueden aferrarse a algo: no se trata de presentar propuestas, sino de mostrar lo que no funciona y qué hace mal el gobierno, pero no ofrecen soluciones”. Por la otra, seleccionando a un grupo –en este caso, los refugiados– como chivo expiatorio, “cargándolo de todo lo negativo” y acusándolo de aprovecharse del sistema de ayudas sociales, aumentar la criminalidad y, en definitiva, de poner en riesgo la estabilidad del país. “Un método de propaganda probado”, valora Bauer. También, agrega, el revisionismo histórico, como la apropiación de la figura del príncipe Eugenio de Saboya, que expulsó a los turcos de los territorios austriacos en el siglo XVIII y a quien buscan convertir en parte de una genealogía de luchadores contra el islam que culminaría con el propio Strache y el FPÖ.
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Aunque el FPÖ se presenta como el partido “del ciudadano medio”, “ayudado por algunos diarios de la prensa gratuita y periódicos como el Kronen Zeitung”, su paso por el gobierno en algunos estados federados y el gobierno federal ha demostrado todo lo contrario: “Se introdujeron las tasas universitarias y los casos de corrupción se agravaron, ¿dónde está la política para el ciudadano medio?”, se pregunta la investigadora del MKÖ.
La presión pública, clave
Christa Bauer asegura que este tipo de declaraciones y actuaciones precisan “de una presión pública para que el FPÖ reaccione”. “Cuando la presión pública es enorme y daña la imagen del FPÖ, esta persona debe dimitir”, aunque en algunos de los casos investigados por el MKÖ los miembros del FPÖ han seguido trabajando para el partido. ¿Casos aislados? forma parte de ese esfuerzo, que también tiene como meta, añade, evitar que tanto conservadores como socialdemócratas hablen abiertamente de formar una coalición con el FPÖ escudándose en el desconocimiento. Un funcionario llegó a decir abiertamente que, de llegar al gobierno el FPÖ, “lo hará con la porra en el saco”.
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Para Bauer, la pedagogía es clave. “Es importante que la gente esté informada de qué tipo de partido está votando”, afirma. El mismo día en que apareció ¿Casos aislados? se produjo otro de esos “casos aislados”: un político del FPÖ pidió reabrir el campo de Mauthausen. La investigadora del Comité de Mauthausen de Austria recuerda a Público que su organización ha recibido todo tipo de amenazas, incluyendo amenazas de muerte, tras la publicación del folleto divulgativo. Si el FPÖ entra en el gobierno, según Bauer, este tipo de comportamiento “no mejorará, sino que empeorará”. En cualquier caso, como apuntan numerosos politólogos, partidos como el FPÖ consiguen inclinar el eje político y del debate público hacia la derecha. Los partidos conservadores “se abalanzan” sobre aquellas propuestas de la ultraderecha que consideran que tienen mayor popularidad: en el caso de la política migratoria, señala Bauer, “apenas hay diferencias” entre el programa de Sebastian Kurz y el del FPÖ.