Los sindicatos y Sarkozy se dan una tregua
El Gobierno francés puede haber hecho más concesiones de las que admite
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¿La esquizofrenia como estadio supremo del sarkozysmo? Más bien sí, a juzgar por lo ocurrido en Francia con el fin de una huelga de nueve días y el inicio de las negociaciones sobre regímenes especiales de jubilación.
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El presidente francés aprovechó ayer una ceremonia protocolaria para celebrar el fin de la huelga y afirmar: "Esa reforma la prometí y la he mantenido, porque es equitativa y necesaria". Sarkozy quería pasar página y anunció que pronto presentará medidas con el fin de aumentar el poder adquisitivo de los franceses, aunque no ofreció detalles.
Así, Nicolas Sarkozy y su equipo repiten de cara a la galería que "irán hasta el final" con su proyecto de recortar pensiones de empleados públicos. Pero la realidad es bastante más compleja.
La lectura de las actas de la primera mesa redonda de negociación, el 21 de noviembre, entre el Gobierno, los sindicatos y la dirección de la compañía ferroviaria SNCF, arrojan un balance que merece ser examinado con lupa por su valor de test.
Giro de 180 grados
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La empresa pública y el Gobierno han puesto ya sobre la mesa un paquete de medidas salariales y sociales para los ferroviarios que cuestan entre 80 y 90 millones de euros al año.
A cambio de esas concesiones, todo lo que ha obtenido el Gobierno es que el calendario prevea la celebración de una sesión centrada en "la adaptación de las reglas del régimen especial" de jubilaciones. Mesa redonda a la que los sindicatos llevan su propia plataforma y no el paso a 40 años de cotización que desea el Gobierno.
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Se trata de un giro de 180 grados respecto a las primeras posiciones del Gobierno que, hace sólo mes y medio, antes del primer aldabonazo sindical del 18 de octubre, hablaba de la posibilidad de imponer por decreto la "supresión" de los regímenes especiales de jubilación y evocaba elogiosamente el precedente histórico de la ex primera ministra Margaret Thatcher en el Reino Unido.
Ahora la palabra "supresión" ya no existe. El representante del Gobierno en la negociación se consideró satisfecho con declarar simplemente que "el Estado no se opone a evocar" su propio proyecto de "reforma". Faltaría más.
De momento, ni sindicatos ni Gobierno pueden cantar victoria, y resulta extraño escuchar a Sarkozy autocongratulándose por una medida en la que, de momento, no ha avanzado ni un milímetro.
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Nuevas convocatorias de huelga están en ciernes y, por otra parte, las negociaciones sobre pensiones especiales se anuncian largas y típicas del modelo social francés. El peligro, para Sarkozy, es enorme. Su reputación de Thatcher francés cayó hace un mes. D