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Sáhara: 40 años de un gobierno entre el exilio y la diáspora

Saharauis con DNI español

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Manifestación frente al muro.

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MADRID.- Jatri llegó con el aliento contenido a Bir Lehlu, tras un largo viaje, para asistir al acontecimiento político más importante de su pueblo. Trabajaba de periodista en la radio de Argel, en 1976, y aquel 27 de febrero no sólo le movía el interés por informar, sino por ser testigo del nacimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD): un gobierno alumbrado en el exilio a eso de las doce de la noche y abrigado por la oscuridad del desierto más hostil, entre su tierra, ya invadida por Marruecos, y Argelia.

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Pero en febrero de 1976 se abrió una puerta a la esperanza. Los primeros campamentos de refugiados del Sáhara se instalaron, de forma precaria, en el área de tránsito de las tierras liberadas. “Se trataba de garantizar la supervivencia y organizar la vida entre el hostigamiento de la aviación marroquí en Tifariti, Bir Lehlu y otros lugares. Era una zona expuesta a la guerra”, enfatiza Aduh.

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Saharauis con DNI español

Al igual que Jatri Aduh, los saharauis que pudieron salir de su territorio tras la Marcha Verde [la invasión organizada por el rey marroquí en noviembre de 1975, poco antes de estallar la guerra] conservan su documento de identidad español como residentes de la 53 provincia española, zona que el franquismo nunca llegó a descolonizar. “Eso demuestra la envergadura de la responsabilidad de los distintos gobiernos de España”, señala. En 2013, un equipo español de forenses y arqueólogos rescató de una fosa común los cuerpos de ocho pastores. Tres de ellos llevaban encima sus DNI españoles. “Todos los saharauis que figuran en el censo de 1974, el ultimo que hizo España, llevaban la documentación y la nacionalidad española. También las víctimas de la exterminación física por parte del ejército marroquí”, apunta Aduh.

La mujer saharaui, clave en la organización de los desplazados

Tras la proclamación de la RASD, comenzó la construcción de la administración civil del gobierno en el exilio, una tarea que lideraron las primeras refugiadas. Ellas trasladaron a niños y ancianos por el desierto hasta Argelia durante un penoso éxodo de tres meses caminando de noche, y escondiéndose por el día para evitar los ataques del ejército de Marruecos. Jira Bulahi (El Aaiún, 1965) recuerda el momento en que recibieron una partida de leche. “Era un día precioso; la gente estaba en el reparto y de pronto nos asustó un ruido que ya conocíamos, el que hace un regimiento militar al acercarse. Al día siguiente, a las seis de la mañana cayeron bombas del cielo”, deplora.

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Mujeres saharauis en el campamento Bojador. J. BERIGISTAIN

Jira Bulahi es la actual delegada del Frente Polisario en España, recién elegida en el cargo que ostenta, por primera vez, una mujer. Pertenece a la primera generación de jóvenes saharauis que escolarizó Argelia, en 1977. Ella continuó formándose en Cuba, donde estudió ingeniería electrónica.

Celebraciones clandestinas en el Aaiún ocupado

Una parte del pueblo del desierto vive dividido por el muro fortificado de más de 2.500 kilómetros levantado por Marruecos y sembrado de minas antipersona en sus alrededores. Como una cicatriz que marca la piel, esta construcción, custodiada por 180.000 soldados, es ya un símbolo del tormento sufrido. De un lado quedan los campamentos de refugiados. De otro, las ciudades ocupadas, donde estos días celebran a puerta cerrada el 27 de febrero.

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Un ex soldado del Polisario señala una mina antipersona en las cercanías del muro levantado por Marruecos.

Tras una primera denegación, por parte del Gobierno del PP, de su petición de asilo político, el activista de 27 años espera ahora que la Audiencia Nacional resuelva de forma favorable su recurso. “No sé hasta cuándo voy a seguir esperando. Es una situación complicada porque no puedo cruzar fronteras, ni estudiar, ni trabajar. Ya son cuatro años sin poder salir del estado español ni ver a mi familia, es un poco duro”, denuncia Aalía, defensor de la resistencia pacífica de su pueblo pese a las inquietudes que dominan a gente de su generación.

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