Rusia y China potencian sus lazos con el auge del 'turismo rojo'
El abrazo de los osos
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MOSCÚ.- En El día del opríchnik, el Kremlin, usando los ingresos procedentes de la exportación de hidrocarburos, ha restablecido el Imperio ruso y sus símbolos, el calendario juliano y hasta las viejas unidades de medida. En esta novela de Vladímir Sorokin, el opríchnik protagonista conduce su 'Mercedov' por las nuevas autovías del país, por las que se transportan todos los días mercancías procedentes de Asia, y, como muchos de sus compatriotas, chapurrea algo de mandarín.
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Como suele ocurrir con las distopías, El día del opríchnik es una crítica a la sociedad de su época, exagerando aquellas características sobre las que se quiere llamar la atención. No es la única obra de Sorokin en la que China aparece reflejada. En la película El objetivo (Aleksandr Zeldovich, 2011), con guión del mismo autor, en la Rusia del año 2020 el país que ejerce una mayor influencia cultural ha dejado de ser EEUU para ceder su puesto a la pujante China.
Como los diplomáticos de ambos países no se cansan de repetir desde hace años, las relaciones entre Rusia y China atraviesan posiblemente por su mejor momento de la historia. Moscú y Pekín cooperan prácticamente a todos los niveles: diplomático, económico y ─desde hace poco─ también militar.
Rusia es el país geográficamente más grande del mundo y posee algunas de sus mayores reservas de recursos naturales. China es el país con mayor población del planeta y, dependiendo de quien haga los cálculos, la primera economía mundial. Las dos son potencias regionales con una larga y rica historia y cultura, determinan en buena medida los asuntos internacionales, poseen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y son clave en el impulso de nuevas organizaciones multilaterales, desde el grupo BRICS hasta la Organización de Cooperación de Shanghái, comúnmente considerada como un contrapeso a la OTAN en la región eurasiática.
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El abrazo de los osos
A finales del siglo XX y comienzos del XXI, Rusia y China parecían condenadas a entenderse. La insaciable industria china pedía combustible y otros recursos naturales para alimentar su vertiginoso crecimiento, y la vecina Rusia estaba en disposición de ofrecérselos, y hacerlo, además, con costes inferiores a otros competidores debido a su proximidad geográfica y la debilidad del rublo (el año pasado Rusia llegó a superar a Arabia Saudí como principal proveedor de petróleo a China). La entrada de divisas permitió a su vez a Rusia modernizar más del 90% de la producción de petróleo y gas que había heredado de la Unión Soviética.
Por ello, como escribe Stephen Kotkin en Armageddon Averted. The Soviet Collapse 1970-2000 (Oxford University Press, 2008), “muchos analistas parecían convencidos de que Rusia estaba flotando en petróleo”. Pero también, añade, “estaba flotando en China”. “A pesar de su importancia”, explica este historiador estadounidense, “el petróleo no explica por sí solo la aceleración de la economía rusa durante diez años, a un ritmo anual de casi el 7%”. Rusia, continúa, “comenzó a crecer mucho antes de que los precios del petróleo comenzasen a subir a comienzos de 2004. Desde entonces sus industrias de procesamiento (manufactura, servicios, construcción) han crecido más rápido que las extractivas. Cierto, la diversificación económica en Rusia tenía aún un largo camino por recorrer (el petróleo y el gas representaban el 20% de la producción doméstica, pero el 60% de las exportaciones)”, y, para Kotkin, la prueba de fuego de la economía rusa “llegará cuando los precios caigan de nuevo a niveles realistas“ (¿ahora?), pero, en cualquier caso, comenta irónicamente, “los analistas que continúan atribuyendo el boom de Rusia a la casualidad de que hubiera elevados precios del petróleo deberían pasar un fin de semana en Nigeria, donde deberían investigar sobre la bonanza de la clase media local".
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Poco sorprendentemente, China cada vez está más presente en Rusia. El Instituto Confucio se anuncia en las calles de Moscú, en cuyo transporte público uno puede descubrir, aquí y allá, a estudiantes revisando sus apuntes de las clases de mandarín. Hace un par de años, Iliá Lagutenko, el cantante del popular grupo Mumiy Troll, lanzó un proyecto musical llamado WuMeiGui, cuyas canciones canta en mandarín, incluyendo una versión de su éxito Utekay. En el aeropuerto de Sheremétievo de la capital rusa se ha incluido ya el chino entre los idiomas de su señalización, equiparándolo al inglés en la cinta de recogida de equipajes. Huānyíng lái dào èluósī.
Más turistas chinos que alemanes
Sheremétievo es una de las puertas de entrada de los turistas chinos a Rusia, pero no la única. El turismo chino se incrementó en el último año como consecuencia de la depreciación del rublo y el aumento del nivel de vida en China, que ha desbancado ya del primer puesto a Alemania en número de turistas. Según un artículo publicado en el portal Lenta.ru el pasado mes de noviembre, durante el primer semestre de 2016 Rusia recibió a 230.000 turistas chinos, un incremento del 47% con respecto al mismo período en el año anterior. Y en 2015, Rusia recibió un total de 670.000 turistas chinos, una subida del 63% con respecto al 2014. Los turistas chinos desembolsaron ese mismo año 2.500 millones de dólares durante su estancia en Rusia, con una media diaria que supera la de los turistas estadounidenses, alemanes y británicos.
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"El potencial es enorme”, escribía el autor del artículo, pero “los profesionales que trabajan en el sector del turismo distan de ser optimistas”. El sector turístico está poco desarrollado en Rusia y las infraestructuras siguen demandando modernización, lo que, sumado a las barreras lingüísticas, hace al país, a ojos de la mayoría de turistas, poco hospitalario. Además, como ocurre en otros lugares, en ocasiones son tour-operadores del país de origen quienes gestionan todo el viaje y las ganancias no revierten en el país de destino. El defectuoso sistema fiscal ruso y el espacio gris en el que se mueven algunas de las actividades que ciertos turistas chinos llevan a cabo –─omo clubes de strip-tease y casinos (estos últimos legales sólo en cuatro sujetos federales, dos de ellos, el krái de Altái y el de Primorie, con frontera con China)─ hacen el resto. En consecuencia, señala Lenta.ru, el impacto del turismo chino en la economía rusa “es muy limitado”.
Pero con todo, su presencia es cada vez más perceptible. Cada vez son más las tiendas y restaurantes que aceptan el sistema de pago UnionPay, y 29 hoteles de Moscú y San Petersburgo exhiben ya la etiqueta China Friendly, que indica la presencia de personal que habla el idioma y canales de televisión chinos. Después de un viaje a Rusia, el cantante chino Li Jian llegó a escribir una canción titulada A orillas del Balkal que se ha convertido en un éxito en el gigante asiático, llegando a estar presente incluso en la versión china de 'Operación Triunfo'.
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El auge del turismo rojo
Los turistas chinos se dividen en dos grupos. El primero se compone de los que cruzan la frontera en el Lejano Oriente para una visita corta de dos o tres días, en ocasiones con el único fin de hacer compras: los chinos creen erróneamente en la autenticidad de los productos que se venden al otro lado de la frontera y, además de los típicos souvenirs, también valoran los alimentos producidos en Rusia. El segundo está formado por grupos de cinco a 50 personas y acostumbra a visitar las ciudades más importantes del país.
De esta última categoría, una parte nada desdeñable participa en la llamada Ruta Roja, un tour de ocho días de duración durante el cual se visitan los lugares relacionados con la vida de Lenin y que incluye visitas a las ciudades de Moscú, San Petersburgo, Kazán y Uliánovsk, el lugar de nacimiento del dirigente bolchevique.
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La Ruta Roja está inspirada en el 'turismo rojo' que China ha venido promocionando en la última década y ahora se ha extendido al país que proclamó la primera república socialista. Su target son los ciudadanos chinos de edad más avanzada, sobre todo los jubilados nacidos en las décadas de los cuarenta y cincuenta. “En China, decenas de millones de personas crecieron con la literatura y el cine soviéticos. Quieren visitar Rusia y ver el legado de la Unión Soviética con sus propios ojos. Para ellos, el 'turismo rojo' es muy interesante”, afirma el vicepresidente de la Universidad de Tecnología Guilin en la página web de la Ruta Roja.
Según informó a comienzos de enero la agencia RIA Novosti, las autoridades rusas prevén ampliar la ruta a Samara, Ufá y Krasnoyarsk debido a la creciente afluencia de visitantes ─en 2015 unos 250.000 turistas chinos recorrieron la Ruta Roja─, y ya cuatro años atrás Uliánovsk anunció la construcción de un Museo de la URSS que ocupará 65 hectáreas y con el que espera atraer a dos millones de turistas en 2022. El complejo albergará varias salas dedicadas a la vida cotidiana durante las diferentes etapas de la URSS, la historia del país y su diversidad cultural.
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Mientras en San Petersburgo los “turistas rojos” visitan los lugares emblemáticos de la Revolución de Octubre ─de la que este año se celebra su centenario─, en Moscú los turistas chinos presentan sus respetos no sólo a Lenin, sino a Wang Ming ─uno de los fundadores del grupo 28 bolcheviques─, enterrado en el cementerio de Novodévichi de la capital. Además, el año pasado la página web del Ayuntamiento de Moscú informó de la inauguración de un “Museo a Mao” en la capital rusa. A pesar de su nombre, se trata en realidad de un museo dedicado al VI Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), instalado en el mismo edificio a las afueras de Moscú en el que se celebró el cónclave en 1928. El VI fue el único congreso del PCCh celebrado fuera del territorio chino y, a pesar del nombre con el que se dio a conocer en la prensa, Mao nunca asistió a él.
“La exposición exhibirá piezas llegadas desde Pekín”, informó a mos.ru la responsable de la restauración del edificio, Yelena Kiseleva, quien detalló que el museo mostrará fotografías de Mao Tse Tung y de los delegados al histórico congreso, así como carteles de agitación y propaganda. El Ayuntamiento de Moscú también avanzaba en la misma noticia que a finales del verano comenzaría en la calle Wilhelm Pieck la construcción de 'Park Huamin', el primer centro de convenciones chino en la ciudad. Las imágenes virtuales muestran un moderno edificio de ventanas de vidrio y grandes anuncios de compañías de telecomunicaciones cuyo interior alojará, según la información disponible, oficinas, una sala de conferencias, un restaurante chino, una tienda de regalos y una casa de té.
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Otro ejemplo más de que las relaciones de Rusia con China son, por utilizar la palabra de un célebre filósofo y economista alemán, peculiares. “Estando excluidos del comercio marítimo con China, los rusos están libres de cualquier interés o implicación en disputas pasadas o pendientes en esa cuestión; y escapan también a la antipatía con la cual, desde tiempos inmemoriales, los chinos han contemplado a todos los extranjeros que se aproximaban a su país, confundiéndolos, no enteramente sin razón, con aventureros piráticos, de los cuales las costas chinas parecían haber estado siempre infestadas”. Su autor, Karl Marx, y su fecha de publicación, hace más de 150 años.