Rusia se ampara en el derecho internacional para intervenir en Siria
Rusia, Siria y la 'pax syriana'
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MOSCÚ.- El pasado 30 de septiembre el conflicto sirio entraba en una nueva fase. El Consejo de la Federación de Rusia (Senado) autorizaba el uso de las Fuerzas Armadas en el país árabe para asistir al Gobierno en su lucha contra las organizaciones yihadistas Estado Islámico (EI) y el Frente Al-Nusra, la filial de Al-Qaeda en Siria.
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"El objetivo militar de la operación es únicamente apoyar a las fuerzas gubernamentales sirias en su lucha contra el Estado Islámico", defiende Moscú
La noticia estallaba como una bomba en medio de una tormenta informativa. Días atrás los medios hablaban sobre la posible presencia de soldados rusos en Siria y el 18 de septiembre, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, anunciaba que Moscú estaba estudiando una solicitud de Damasco para enviar tropas al país. Las declaraciones de Peskov eran significativas, ya que el presidente ruso, Vladímir Putin, se había pronunciado con cautela sobre esta posibilidad: “Demasiado pronto para hablar de ello”, respondió en Vladivóstok a la pregunta de un periodista a comienzos de septiembre.
Rusia, Siria y la 'pax syriana'
Según el exoficial de la CIA Robert Baer, el término syriana se refiere a una situación particularmente complicada en Oriente Medio y, a la vez, a una hipotética remodelación del equilibrio regional, pilotada desde Washington. Sería, por lo tanto, una metáfora de la intervención occidental para garantizar el acceso de sus multinacionales a las importantes reservas de crudo que atesora el subsuelo de la región.
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De todos los países árabes, Siria fue siempre el más cercano a la Unión Soviética y, tras su desintegración, a la Federación Rusa
De todos los países árabes, Siria fue siempre el más cercano a la Unión Soviética y, tras su desintegración, a la Federación Rusa (las buenas relaciones entre ambos se remontan incluso a mucho más atrás, ya que en el siglo XIX el Imperio ruso se erigió, como hizo también en los Balcanes, en protector de la comunidad ortodoxa del país.) Estas buenas relaciones, que se remontan hasta la década de los cincuenta y la ayuda soviética a los movimientos nacionalistas árabes, se materializó en 1971 en la cesión de una instalación naval en Tartus ─popularmente conocida como “base” y oficialmente llamada “punto de apoyo material-técnico”─, que permite a la Flota del Mar Negro tener un puerto en el Mediterráneo donde reparar y repostar sus embarcaciones antes de regresar a la base de Sebastopol, en Crimea. En 2006, Rusia y Siria iniciaron conversaciones para la ampliación de estas instalaciones, que finalmente comenzaron en 2009, permitiendo el acceso a buques de gran tamaño.
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La amenaza yihadista
Además de los motivos geoestratégicos, frecuentemente mencionados, la ayuda rusa podría obedecer también a otros motivos: algunos comentaristas han señalado que Moscú tiene la tesis de que, si el EI y el Frente Al-Nusra no son aniquilados en el mismo foco de origen, los yihadistas podrían abrirse paso hasta las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central e incluso el Cáucaso norte (Chechenia, Daguestán, Ingusetia). Desde hace meses, en las agencias de noticias rusas hay un goteo constante de operaciones antiterroristas en países como Tayikistán y Turkmenistán, donde la situación política y económica ha creado un terreno propicio para el proselitismo de los islamistas, que canalizan a través de la religión el descontento de la población, en particular los más jóvenes.
¿Tuvo Rusia la solución al conflicto sirio?
La crisis humanitaria provocada por la llegada masiva de refugiados a Europa, que plantea a la Unión Europea un importante reto para dar una pronta acogida a decenas de miles de personas (muchas de ellas procedentes de Siria), ha llevado a los Gobiernos europeos ha plantearse un cambio de posición respecto al conflicto sirio y, en relación con éste, hacia Rusia.
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La convicción de EEUU, Reino Unido y Francia de que Al Asad caería pronto, provocó que en 2012 se perdiera la oportunidad de buscar una solución diplomática a la guerra en Siria a propuesta de Rusia
La Unión Social-Cristiana (CSU), el partido hermano de la CDU de Merkel, ha ido aún más lejos y ha pedido el levantamiento de las sanciones a Rusia para facilitar las negociaciones. “Si las sanciones son el obstáculo en el camino para una intervención conjunta en Siria, la prioridad es la resolución del conflicto en Siria”, declaró al Müncher Merkur la ministra bávara de Economía, Ilse Aigner, el pasado 25 de septiembre. “Para la lucha contra el Estado Islámico es inevitable la cooperación con Rusia”, insistió Aigner, quien defendió intensificar los contactos con Rusia.
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Reafirmar la multipolaridad
La posición al respecto del Kremlin ha sido no obstante clara. Según Putin en declaraciones recogidas por la agencia AFP, en este momento “no existe otra solución a la crisis siria que reforzar las estructuras del actual Gobierno y ayudarlo a combatir el terrorismo”, aunque reclamó a Damasco “participar en un diálogo positivo con la oposición razonable e implementar reformas”.
De aplicarse el símil ajedrecístico, tan común en tiempos de guerra fría, con la decisión de enviar los bombarderos a Siria, Putin ha empleado por primera vez en esta partida el alfil. Esta pieza, conocida por su capacidad de penetración, se utiliza cuando el juego está lo suficientemente avanzado y varias líneas abiertas permiten su uso. En efecto, de la resolución de este conflicto resultarán, como del de Ucrania, muchas cosas. Rusia ha sido el único país que ha detenido militarmente el avance geopolítico de los intereses occidentales, y lo ha hecho no en una, sino en dos ocasiones: en la guerra de cinco días contra Georgia (2008) y en la crisis de Crimea (2014).
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La coalición de más de 60 naciones liderada por EEUU ha conseguido resultados modestos, mientras los aviones rusos golpeaban en el segundo día la capital del autoproclamado califato
En Irak, el Pentágono destinó mucho más: 25 mil millones de dólares para crear un ejército iraquí de 271.000 soldados y 500.000 reservistas. Sin embargo, este ejército desertó en masa o fue incapaz de hacer frente al avance del EI en Mosul, Tikrit y otras ciudades. Y el mismo día en que los aviones rusos bombardeaban posiciones yihadistas en Siria, el ejército y la aviación estadounidenses se veían obligados a intervenir contra los talibanes en la ciudad afgana de Kundus. Si la teoría se demuestra en los hechos y el valor de un soldado en el campo de batalla, parece claro que los ejércitos entrenados por EEUU no han conseguido superar la prueba. La propia coalición de más de 60 naciones liderada por EEUU ─de la que se excluyó de manera significativa a Siria, Irán y Rusia, y que incluye a Estados que cumplen un papel meramente testimonial─ ha conseguido resultados modestos, mientras los aviones rusos golpeaban en el segundo día la capital del autoproclamado califato, Raqqa, obligando a los líderes del EI a evacuar a sus familias a Irak.
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Ese escenario, como ha comentado el analista brasileño Pepe Escobar, legitimaría el largo apoyo prestado por el Kremlin a Damasco y respaldaría por lo demás las tesis del Gobierno ruso de que: 1) la exportación de las revoluciones de color está destinada a su fracaso, 2) no hay por ahora ninguna oposición moderada creíble en Oriente Medio, y 3) el respeto a la soberanía nacional ha de prevalecer en las relaciones internacionales. Pero lo que verdaderamente inquieta en los centros de poder occidentales ─y ello explica, en parte, la reacción de buena parte de la prensa occidental─ es el precedente que la operación rusa crearía para otros países que aspiran a un orden multipolar. En una palabra: China.