La Rote Flora de Hamburgo no será desalojada
El Senado de la Ciudad-Estado ha cambiado los planes respecto el famoso centro cultural okupa, símbolo de la izquierda alemana, y niega la autorización a su propietario para demoler o reconstruir el edificio
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El Senado de la Ciudad-Estado ha cambiado los planes respecto el famoso centro cultural okupa, símbolo de la izquierda alemana, y niega la autorización a su propietario para demoler o reconstruir el edificio.
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Una victoria de los manifestantes de Hamburgo. Así es vista por parte de los ciudadanos de la ciudad hanseática la decisión del Senado regional de modificar el plan de desarrollo que afecta al centro cultural de la Rote Flora, una famosa casa okupa de Alemania. Tal y como informaba la prensa local, la administración, controlada por los socialdemócratas del SPD, ha cambiado de opinión después de las manifestaciones que se han sucedido durante las últimas semanas . Como respuesta, las autoridades dieron poderes especiales a la policía durante diez días.
El empresario Klausmartin Kretschmer, el propietario, ha visto cómo se le niega la posibilidad de reformar, demoler o reconstruir el edificio. A cambio, el Senado ofrece recomprarle el terreno por 1,1 millones de euros. No obstante, el empresario, que en 2001 compró la Rote Flora por 190.000 euros, ha rechazado por completo la oferta y ha reclamado una suma mucho mayor: cinco millones.
En 1989 un grupo de personas ocuparon este edificio centenario que había servido con anterioridad como teatro, cine y demás actividades culturales. Lo hicieron a raíz de las protestas de la población local en contra de que este se convirtiera en un gran teatro musical. Estos, que poco a poco fueron creciendo en número, incluso llegaron a formalizar su estancia con las autoridades locales.
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A pesar de adquirir el inmueble a principios del nuevo milenio, durante años Kretschmer no movió ficha, pero en 2013 insistió en su intención de reconstruir y explotar económicamente el que ya era un símbolo mítico de la escena alternativa. El movimiento en contra del desalojo de los activistas se ha ido intensificando a lo largo de los últimos meses, y el 21 de diciembre miles de personas salieron a la calle a exigir que no se llevara a cabo. El día anterior era la fecha tope que Kretschmer había dado para que los residentes abandonaran el edificio. La manifestación derivó en graves disturbios que, además, no terminaron ese día. A lo largo de las siguientes semanas, Hamburgo se convirtió en escenario de esporádicos enfrentamientos entre agentes y manifestantes.
La respuesta de la administración fue dar poderes especiales a los policías al decretar como “Gefahrengebiet” (zona de peligro) tres barrios del centro de la ciudad, en los que viven cerca de 100.000 ciudadanos. La medida, criticada también por los vecinos que ni siquiera participaban en las protestas, permitía que los agentes de seguridad parasen, identificaran y registraran a cualquier persona que simplemente atravesaba esas calles. Se trata de una medida de excepción pensada para actos concretos que, sin embargo, en esta ocasión se extendió a lo largo de diez días. “Desproporcionada y sin sentido”, era como algunos vecinos de la zona definían la situación.
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A pesar de que se aleja la posibilidad de un desalojo inmediato de la Rote Flora, los activistas temen que la amenaza no ha desaparecido por completo, pues el edificio sigue en manos de Klausmartin Kretschmer, quien se niega a venderla. La actual administración encara el final de la legislatura y el año que viene habrá un nuevo gobierno que tendrá que lidiar con la situación del centro cultural.