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Un rescate sólo posible con la tecnología de otros países

Perforadora de EEUU, cápsula alemana y fibra japonesa

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Entre las miles de banderas chilenas que ondean en los alrededores de la mina San José, el estadounidense Jeff Hart muestra, en el hombro derecho, los colores de su país. Una anécdota que recuerda que el rescate de los 33 mineros es un orgullo nacional en Chile, aunque nunca hubiera sido posible sin tecnologías de última generación que llegaron del mundo entero.

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Uno de los héroes que permitió sacar a los trabajadores es la perforadora Schraman T-130, de tecnología estadounidense. En Chile, la llaman La Liebre, por la velocidad -33 días- con la que alcanzó 622 metros de profundidad. Fabricada en Estados Unidos, propiedad de la empresa Center Rock Inc. (con sede en Pennsylvania), la T-130 pesa 40 toneladas y cuesta un millón de dólares. Al mando de La Liebre, Jeff Hart y Matt Staffel, dos estadounidenses que perforaban pozos de agua en Afganistán para el ejército de su país. El director de Center Rock Inc., Brandon Fisher, acudió personalmente a la mina San José para organizar los turnos de trabajo y asegurarse del buen funcionamiento de la máquina. Los chilenos pagaron por su uso 18.000 dólares al día.

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A fallback.

EEUU también dejó su huella tecnológica en el rescate con la cápsula Fénix 2. Este peculiar ascensor que devolvió a la vida a los mineros fue diseñado y construido por Astilleros y Maestranzas de la Armada de Chile, aunque todo fue supervisado por un equipo de 20 ingenieros espaciales de la NASA desde su sede en Virginia.

Los expertos estadounidenses se basaron en una máquina parecida a la Fénix 2 creada en 1955 por el alemán Eberhard Au para salvar la vida de tres de sus compatriotas atrapados en una mina de Dahlbusch. Los alemanes llamaban al invento de Au la Bomba Dahlbusch. Alemania también estaba presente en la operación de rescate con la empresa Micon International, que diseña y opera herramientas de precisión para trabajos mineros.

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Desde la otra punta del planeta llegaron las tecnologías que permitían comunicarse con los mineros desde la superficie y supervisar sus signos vitales. Las videoconferencias con los 33 fueron posibles gracias a una fibra óptica ultraflexible desarrolla-da por la empresa japonesa NTT. Y la tecnología de los arneses que llevaban los mineros mientras subían en la cápsula es neozelandesa.

La cooperación empresarial internacional fue clave para que el rescate fuera posible con tanta eficacia.

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