Radioactividad Rusia se resiste a reconocer el escape radiactivo de octubre
Expertos franceses creen que la nube que se extendió por Europa se originó en una planta nuclear en los Urales al realizar un encargo de físicos europeos
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Hace unos meses, en octubre del año pasado, una nube radiactiva recorrió Europa de sudeste a noroeste. Muchos países europeos detectaron el isótopo rutenio 106, una sustancia que no existe en la naturaleza, aunque en cantidades que fueron consideradas no peligrosas. Los primeros modelos de dispersión atmosférica estudiados señalaron a los Urales como la zona donde se originó este escape, pero Rusia afirmó que no tenía conocimiento de que se hubiera producido ningún accidente radiactivo en su territorio. Los expertos franceses que han estudiado el tema se acaban de ratificar en la zona de origen e incluso creen saber lo que pasó. La “culpa” la tienen los italianos. Los rusos siguen negándolo.
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El Instituto de Protección Radiológica (IRSN) de Francia, potencia en energía nuclear muy respetada técnicamente, presentó su informe el pasado 31 de enero a la comisión internacional que creó su homónimo ruso (IBRAE), pero los miembros rusos del comité no están de acuerdo. Lo que dicen los franceses es que el análisis de toda la secuencia de hechos es compatible con un escape bastante grave en la conocida planta nuclear de Mayak, en el sur de Rusia, donde se trata el combustible nuclear. El accidente pudo producirse al manipular combustible nuclear gastado para fabricar una cápsula de cerio 144 (un isótopo también artificial), encargada por el Laboratorio Nacional de Gran Sasso (Italia) para intentar confirmar la existencia de unas partículas llamadas neutrinos estériles, que ayudarían a explicar la misteriosa materia oscura. En el experimento, llamado SOX, participaban científicos franceses.
Hay bastantes datos que apoyan esta hipótesis, que los franceses se limitan a pedir que se investigue. La cápsula, pequeña y muy radiactiva, debía entregarse en 2018 pero a finales del año pasado Mayak informó a su cliente de que no podía alcanzar el nivel deseado de radiactividad, según ha dicho a la revista Science el portavoz del experimento, Marco Pallavicini. El 1 de febrero Gran Sasso tomó la decisión de abandonar el proyectado experimento. El director de IBRAE, Leonid Bolshov, afirma por su parte que el trabajo para Gran Sasso se inició después de producirse el escape, cuyo origen sitúa en otro lugar desconocido, aunque seguramente dentro del territorio de la Federación Rusa.
El percance, cuyas consecuencias en la atmósfera tuvieron que ser peligrosas para los habitantes próximos, pudo producirse al intentar separar el cerio del resto del combustible gastado, que contiene rutenio. Los datos técnicos obtenidos en las medidas atmosféricas indican que este combustible era reciente, de no más de dos años de antigüedad, lo que casa con el alto nivel de radiactividad necesario para la cápsula. Normalmente el combustible gastado se deja enfriar entre 7 y 10 años antes de manipularlo.
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El rutenio es un radionucleido de origen artificial, un producto de la fisión nuclear con un periodo de semidesintegración de 371,8 días que al desintegrarse se transforma en rodio 106, de cortísima vida. Entre finales de septiembre y mediados de octubre de 2017 fue detectado rutenio 106 y en menor medida rutenio 103 en 31 países europeos.
El informe francés descarta que el origen del escape sea material médico radiactivo o un satélite con energía nuclear, algo en lo que están de acuerdo los rusos. Sin embargo, estos siguen negando que el origen esté en Mayak, una instalación tristemente famosa por la gran catástrofe nuclear de hace 60 años, que no se conoció hasta mucho tiempo después. La comisión se reunirá nuevamente el próximo mes de abril, con la intención de resolver por fin el misterio de la nube radiactiva.