El príncipe Andrés dimitió el pasado mes de julio como representante comercial de Reino Unido tras conocerse, no sólo su relación con Muamar Gadafi y su hijo Saif al Islam, sino además su amistad con el pederasta Jeffrey Epstein. A pesar de ello, el duque de York ha continuado sus viajes al extranjero a costa del Ministerio de Transporte e, incluso, ha firmado 17 contratos en Arabia Saudí y China en nombre de Comercio e Inversión de Reino Unido, una rama del Ministerio de Empresas e Innovación. Su periplo por el mundo durante seis meses le llevó a reunirse con el emir de Qatar, el heredero a la corona de Abu Dhabi, el primer ministro de Malasia y los presiden-tes de Panamá y Mongolia.
Pero la gota que ha colmado el vaso y ha llevado al Partido Laborista a pedir explicaciones al Gobierno ha sido la participación del príncipe en el Foro Económico Mundial de Davos, donde ejerció de anfi-trión de empresarios indonesios. Durante un cóctel privado, en compañía del ministro de Economía, George Osborne,y del alcalde de Londres, Boris Johnson, el duque de York llegó a asegurar: 'Reino Unido está abierto a los negocios, a diferencia de uno o dos países que podría mencionar. Y lo que es más, tenemos nuestra propia moneda'.
El diputado laborista Chris Bryant ha criticado este comportamiento, preguntándose 'qué intereses representa realmente' cuando 'estrecha la mano del rey de Bahréin'. Y es que, el pasado mes de diciembre, justo después de que Human Rights Watch denunciase en ese país 'graves violaciones de los derechos humanos', el príncipe se reunió con el rey Hamad bin Isa al Jalifa.
Desde Comercio e Inversión se justifica la continuidad del príncipe en su labor de representante, dado que 'no se ha producido ningún nombramiento desde su dimisión'. Un portavoz del príncipe aclaró que este 'no tendrá un cargo específico definido por el Gobierno, pero continuará cerrando acuerdos comerciales cuando sea requerido'.
La historia reciente de Air-miles Andy, como ya llaman al príncipe los británicos, deja una larga lista de relaciones cuando menos cuestionables por la opinión pública. Justo antes del estallido de la Primavera Árabe, el hijo de Isabel II llevó al Palacio de Buckingham al yerno del dictador tunecino, Ben Ali.
A su pasado de amistad con la familia Gadafi se suman sus relaciones con los presidentes de Turkmenistán y Kazajistán, con alguno de los cuales ha cerrado operaciones comerciales privadas. Durante el Foro de Davos, también se reunió con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev.
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