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El precio de la guerra de 1967 para Israel: la división de la sociedad

La sociedad israelí va perdiendo serenidad conforme avanzan los años. La victoria en la guerra de 1967 significó una “borrachera” de triunfalismo que poco a poco cedió paso a una ocupación que se hizo más brutal tras el inicio de la primera intifada en 1987. Desde entonces la sociedad se ha ido agriando y solo un cambio de actitud de la comunidad internacional puede terminar con la ocupación y con los males que esta genera.

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Un judío ortodoxo atraviesa un mercado de Jerusalén /REUTERS (Amir Cohen)

JERUSALÉN, Actualizado:

Muchos expertos han señalado que una creciente división de la sociedad israelí es una consecuencia directa de la guerra de 1967, de la ocupación de los territorios palestinos, un conflicto que al principio se saludó con triunfalismo pero que luego fue carcomiendo las estructuras del estado hasta llegar a un punto que, según algunos críticos, puede ser peligroso para su supervivencia.

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El sociólogo Eppi Yaar, profesor en la Universidad de Tel Aviv, considera que la sociedad judía se ha dividido en dos campos, la derecha y la izquierda, “una división que se agudiza si sumamos la división religiosa, puesto que los ultraortodoxos son de derechas”, y que estos dos campos mantienen posiciones divergentes con respecto a la ocupación.

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Yaar menciona un reciente sondeo que muestra que el 54 por ciento de los israelíes judíos se siente de derechas, mientras que el restante 46 por ciento se engloba en la izquierda. Este sondeo, sin embargo, agrupa con la izquierda a un sector importante que se define en la práctica como de centro. El profesor sostiene que una parte significativa del centro coincide con la izquierda en su visión de la paz, una opinión que en ocasiones han discutido otros sociólogos.

“Cuando se pregunta a los israelíes judíos, entre el 60 y el 70 por ciento se define de derechas, pero hay alrededor de un 25 por ciento de centro que habitualmente se asimila a la derecha. No obstante, cuando se les pregunta sobre la anexión de los territorios (ocupados), como el Golán o Cisjordania, la gente está dividida en dos mitades aproximadas”.

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“La división es más aguda cuando hablamos de Jerusalén, puesto que ahí se notan más las diferencias. Es cierto que el gobierno habla continuamente de una ciudad unida, pero la realidad muestra que se trata de una ciudad que en la práctica está dividida”, dice Yaar.

Viandantes cruzan la calle en Jerusalén /REUTERS (Amir Cohen)

El profesor explica que existen temas que en los que ciertamente hay un amplio consenso, como es el caso del derecho de retorno de los refugiados palestinos: un 80 por ciento de los israelíes judíos están en contra de permitir que los refugiados vuelvan a los pueblos y aldeas de los que fueron expulsados en 1948, cuando se estableció el estado.

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“También hay mucha gente que tiene miedo a una anexión de Cisjordania similar a la del Golán y de Jerusalén Este puesto que eso implicaría dar derechos a la población palestina y se podría crear una mayoría árabe dentro de Israel”, añade Yaar.

“Mi opinión es que Israel ha pagado un elevado precio por la guerra de 1967. Existen cuatro áreas distintas: militar, diplomática, económica y democrática. No hay ninguna duda de que la mayoría de israelíes cree que en 1967 hubo una clara victoria militar, pero en cambio las opiniones están mucho más divididas en lo tocante a las áreas diplomática, económica y democrática”, explica.

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Shlomo Svirski, director del centro Adva para la igualdad y la justica social en Israel, cree que la victoria de hace cincuenta años “trajo consigo una borrachera” que a medio y largo plazo implicó “un proceso negativo que cada vez es más acusado entre la gente que es partidaria de la paz y la que no”.

"Los ataques que perpetran el gobierno y la derecha contra quienes no son partidarios de la ocupación son cada vez más fuertes”

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“El diálogo es prácticamente imposible, inexistente. Los ataques contra la sociedad, los ataques que perpetran el gobierno y la derecha contra quienes no son partidarios de las colonias (judías) son cada vez más fuerte, como lo es la persecución de quienes están a favor de la paz”, dice.

“El proceso en el que estamos inmersos empezó en 1967. En el sector de la construcción, por ejemplo, el gobierno decidió utilizar mano de obra palestina, decidió que los palestinos podían ganar algún dinero en la construcción a cambio de mantener la boca cerrada. Pero esta situación sufrió el primer revés con la intifada de 1987. Entonces hubo una generación nueva de palestinos que no solo venía a Israel a trabajar sino que también veía lo que sucedía a su alrededor”.

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Protesta organizada por el grupo de izquierdas Peace Now, llamada "Dos estados una esperanza: una manifestación contra 50 años de ocupación" el 27 de mayo en Tel Aviv, Israel /REUTERS (Amir Cohen)

En opinión de Svirski, la sociedad israelí ha pagado un alto precio en los últimos cincuenta años, un precio que ha sido cada vez más elevado y que en gran parte tiene que ver con la democracia. “Los jóvenes soldados, cuando terminan el servicio militar, tienen que hacer milicias una vez al año, entonces ven lo que sucede en los territorios ocupados, tienen que gestionar la ocupación, y eso es algo que paga toda la sociedad”.

Sin embargo, cada vez hay más jóvenes que eluden el servicio militar aduciendo mil motivos. El ejército conoce los subterfugios más habituales pero prefiere no enfrentarse directamente a los jóvenes puesto que considera que sería más negativo que hacer la vista gorda.

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“Los religiosos nacionales son los israelíes más peligrosos y todos sabemos que son ellos quienes deciden la política del gobierno, y cada vez lo hacen más a menudo. Se han convertido en algo realmente peligroso para la sociedad. Cuando Naftalí Bennett (el ministro de Educación) defiende a un soldado que ha ejecutado a sangre fría a un palestino, existe un público que le sigue y que está de acuerdo con él”.

“Ciertamente estamos siendo menos democráticos con el tiempo, y el conflicto no es solo una molesta espina que tenemos clavada en el trasero, como ha dicho Bennett, sino mucho más”, concluye Svirski.

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