Podemos Brasil El Podemos brasileño que no se parece nada a Podemos
Consciente de que los partidos tradicionales sufrían un desgaste y de que la ciudadanía estaba desencantada con la clase política, el antiguo PTN se inspiró en Obama y en la nueva política europea: cambió su nombre para que todo siguiera igual.
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madrid,
El Podemos brasileño se desmarca del español, aunque se valga de algunas de sus armas programáticas. O, al menos, eso es lo que predica: transparencia, participación ciudadana, democracia directa y manos limpias. Vende una imagen regeneracionista en un Congreso donde campa una corrupción no sólo institucionalizada, sino también necesaria. La asimetría entre el poder legislativo y el ejecutivo —el presidente del Gobierno no cuenta con mayoría parlamentaria para sacar adelante sus proyectos— provoca que, para poder sacar adelante sus proyectos, tenga que comprar a los diputados de otras familias.
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Sus líderes aseguran que no se mueven en las coordenadas izquierda-derecha y critican el sistema partitocrático, pese a que provengan de otras formaciones y la suya propia no encarne nada nuevo, sino que parte de una remozada sigla para su teórica reinvención. El Partido Trabalhista Nacional (PTN) nació en 1945, por lo que es uno de los más antiguos de Brasil, y en 1961 llegó a tener un efímero presidente de la República, Jânio Quadros, quien apenas resistió siete meses en el cargo.
Tras su desaparición a mediados de los sesenta —la dictadura militar laminó a toda la oposición—, regresó treinta años después, hasta que en 2016 se rebautizó como Podemos. Más de lo mismo, pues dice luchar contra lo que sus representantes simbolizan: carga contra el sistema, pero está incrustados en su núcleo, como reflejan sus alianzas y apoyos electorales.
Así, apoyó a la expresidenta Dilma Rousseff (Partido dos Trabalhadores, de izquierda), al candidato Aécio Neves (PSDB, conservador, aunque en sus iniciales conste su filiación socialdemócrata) y al expresidente Michel Temer, del PMDB, una plataforma clientelista con gran porosidad en Estados y Ayuntamientos, que ha influido directa o indirectamente en las decisiones tomadas en Brasilia.
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Su definición requeriría otro artículo, por lo que basta señalar que, debido a los escándalos de corrupción, recientemente se sometió a un lavado de cara que también lo llevó a cambiar de nombre y a recuperar su denominación original: Movimento Democrático Brasileiro, que remite a un pasado como opositor al régimen militar.
"Ni de izquierdas ni de derechas"
Antes de su reconversión, el PTN contaba con trece diputados federales —si bien en 2014 llegaría a quedarse sólo con dos—, pero su laboratorio entendió que las formaciones tradicionales acusaban un desgaste, respaldado por los sondeos y estudios realizados por consultoras, por lo que urgía un cambio de denominación. El viraje gatopardista seguía manteniendo al frente a Renata Abreu, cuya familia ha llevado las riendas desde su refundación, en 1995.
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“No es de izquierdas ni de derechas. Esa división está superada, pues las personas se mueven en torno a causas que cambian de una época a otra, y no en torno a una ideología estancada”, explicaba en su día a Folha la presidenta nacional de Podemos, cuyos compañeros dejaban claro el sesgo conservador del partido y lo definían ideológicamente de centro derecha y económicamente como liberal.
Efectivamente, "tiene como foco la defensa de medidas ligadas a la liberalización de la economía”, analiza Beatriz Rodrigues Sanchez, investigadora del Núcleo Democracia y Acción Colectiva del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap).
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“En lo que se refiere a las políticas para las mujeres y otros grupos marginados, no ha presentado propuestas relevantes”, añade la licenciada en Relaciones Internacionales y también investigadora de la Universidad de Sao Paulo (USP). “Digamos que es un partido que afirma no ser de izquierdas ni de derechas. Sin embargo, la actuación política de sus parlamentarios es bastante conservadora, incluso la de Álvaro Dias, candidato a la Presidencia en las recientes elecciones. Esto demuestra que no hay ninguna relación entre el Podemos brasileño y el español”.
Renata Abreu, su líder y diputada federal por Sao Paulo —cuyo padre José y su tío Dorival, al igual que ella, fueron parlamentarios y presidentes del PTN—, no tardó en desechar las equívocas similitudes con el partido de Pablo Iglesias, empezando por su propio nombre. Era una mera “coincidencia” y bebía del lema electoral de Obama Yes, we can, declaraba Abreu al diario paulistano justo antes de la puesta de largo de la nueva sigla, que hoy cuenta con 163.000 militantes, dieciocho diputados federales, cinco senadores, veintipico parlamentarios estatales y una treintena de alcaldías.
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Una renovación de la marca electoral nada original: sin salir de Suramérica, el guatemalteco y centroderechista Movimiento Reformador ha cambiado su nombre —por tercera vez en su historia— por el de Podemos. Y en Brasil tampoco fueron los únicos que se presentaron a las pasadas elecciones con una nueva denominación, caso de Avante o Livres, que surfean la ola de la espumosa nueva política.
"El nombre marca toda la diferencia en el marketing político. Es una estrategia para prolongar su vida en las elecciones", analizaba en Carta Capital Rafael Araújo, profesor de Ciencia Política de la PUC-SP. Un cambio marcado por el desencanto ciudadano con las formaciones clásicas, aunque en el caso del Partido Trabalhista do Brasil la intención era tomar distancia con uno concreto, el PT. Para alejarse del laborismo asociado a Dilma y Lula, optaron por llamarse Avante.
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Quizás los críticos del Partido Social Liberal, en su afán por sacudirse la P que incluía su sigla y la caspa del recién enrolado Jair Bolsonaro, eligió Livres. Algo que ya había ocurrido años atrás con el PFL, que se convirtió en Democratas, o con Solidariedade, cuyo fundador, Paulinho da Força, procedía de formaciones que no renegaban de la maldita capitular. Más recientemente, también ha sucedido con Rede Sustentabilidade, cuya candidata presidencial, la exministra Marina Silva en tiempos de Lula, había obtenido casi veinte millones de votos en las Presidenciales de 2010 al frente del Partido Verde.
“La alteración del nombre del PTN a Podemos se produjo a partir del diagnóstico de que los partidos políticos brasileños estaban desgastados. Según sus parlamentarios, el nombre fue inspirado mucho más en el Yes, we can de Obama que en la adaptación de Pablo Iglesias. Fue, por lo tanto, un intento de señalar al electorado el inicio de un proceso de renovación", añade Rodrigues Sanchez, quien insiste en que no se trata de un caso aislado.
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“Otras formaciones adoptaron la misma estrategia, como el citado Avante. No obstante, es importante subrayar que, a pesar de los cambios de denominación, su práctica política no ha tenido modificaciones significativas”, concluye la investigadora del Centro Brasileño de Análisis y Planificación.
Con un ojo en Estados Unidos y otro en Europa
Los dirigentes del Partido Trabalhista Nacional hicieron una lectura de lo que estaba ocurriendo en Europa e importaron la fórmula. Más allá del lema de Obama, fijaron su atención en los flamantes vehículos electorales que irrumpían en Italia, Francia y España. Es decir, en el Movimento 5 Stelle de Beppe Grillo, en La République en Marche de Emmanuel Macron —actual presidente galo— y en Podemos de Pablo Iglesias.
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La crisis política que atravesaba la República —y, en particular, el Gobierno de Temer y el PT, cuyos mandatarios estaban contra las cuerdas o implicados en casos de corrupción— se sumaba a la recesión económica de Brasil, país de [un] futuro que nunca llega.
Por ello, en 2017 ficharon al senador Alvaro Dias, del Partido Verde, con la intención de convertirlo en el candidato a las recientes elecciones presidenciales, en las que se impuso Jair Bolsonaro, mientras que el podemita rascó 859.574 votos —un porcentaje del 0,80%, que se traducía en el noveno cabeza de cartel más votado—. Dias había empezado fuerte, calificando el sistema político como un mostrador de negocios, por lo que a su juicio se imponía refundar la República y darle un vuelco a una cultura política viciada por la “herencia maldita de gobernantes corruptos e incompetentes”.
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El candidato rupturista prometía refundar la democracia desde el séptimo partido por el que había pasado. Para él, no suponía ninguna contradicción y, con el propósito de justificar su cruzada ética, tiraba de un símil bíblico durante un encuentro en Sao Paulo. “Yo conozco las entrañas de ese monstruo y no me gustó convivir con él, del mismo modo que, en el Viejo Testamento, a Jonás tampoco le gustó tener que vivir en la barriga de la ballena”.
No deja de ser cierto que, gracias a los cargos institucionales, Dias nunca ha tenido el estómago vacío y ha sido un parlamentario de altos vuelos: en 2009, fue acusado de permitir a familiares suyos viajar al extranjero a cuenta de su asignación pública para desplazamientos, aunque él lo negó y trató de justificar el regalo de los pasajes. Casi una década después de aquel trance, antes de los pasados comicios presidenciales planteaba un pacto social con los ciudadanos para reformar el sistema. La nueva política, contra la vieja política.
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Entre sus caras más conocidas, los no tan jóvenes Romário y Bebeto. El primero fue delantero del Barcelona y ahora es senador. Elegido por el Partido Socialista Brasileiro, en 2017 fue reclutado por Podemos, quien lo presentó como candidato a presidente del Estado de Río de Janeiro, si bien marró el tiro. El segundo fue atacante del Deportivo y ahora ejerce como diputado en la misma región. Más conocido como Bebeto Tetra, por haber ganado el cuarto Mundial de Fútbol para Brasil en 1994, antes militó en el Partido Democrático Trabalhista (PDT) y en Solidariedade.
Cuando se presentó Podemos, Romário —su fichaje más mediático— vaticinó en Brasilia que iba a “cambiar el rostro de Brasil". Aunque, por ahora, lo único que ha modificado es su propia denominación y, tiempo al tiempo, la cara de su candidato. Una decisión que corresponderá a Renata Abreu, porque los nombres pueden cambiar, pero la familia es la familia.