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Palestina Israel no se toma en serio a una UE divida ante el conflicto palestino

Las medidas anunciadas en Washington la semana pasada apenas ha suscitado reacciones en Europa. El débil comunicado de Bruselas llegó una semana después y los israelíes solo se molestaron en responder con una réplica breve y de bajo nivel. Durante décadas, Europa ha renunciado a ejercer cualquier tipo de influencia en Oriente Próximo gracias a un lavado de manos continuado, ahora promovido por Angela Merkel y Emmanuel Macron.

10/01/2020.- El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.- EFE/Oilver Hoslet
10/01/2020.- El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.- EFE/Oilver Hoslet

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Es difícil encontrar algo más sencillo de explicar que las relaciones de la Unión Europea con Oriente Próximo, y en cuanto al conflicto entre Israel y los palestinos en concreto, esa máxima brilla con luz propia. Se reduce a constatar que la UE se lava las manos una y otra vez a base de comunicados insípidos, dejando de lado la brutal ocupación militar de los territorios palestinos.

Esta semana, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha emitido un nuevo y claro comunicado condenando la ocupación, pero quienes siguen de cerca los vericuetos del conflicto, y especialmente Israel, saben que tanta tinta nunca traspasará el dominio del papel mojado. Ha sido así históricamente y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos a menos que ocurra una inesperada hecatombe de proporciones bíblicas.

Desde Israel atribuyen el comunicado a una decisión personal de Borrell

El débil comunicado de Bruselas afirma que "no podrá pasar sin respuesta" una anexión unilateral israelí del Valle del Jordán o de zonas de la Cisjordania ocupada, tal como prevé el "acuerdo del siglo" anunciado recientemente en Washington por el presidente Donald Trump y el primer ministro Benjamín Netanyahu. Sin embargo, Israel ya ha dado pasos similares sin que los europeos movieran un dedo, aparte de "condenar"insustancialmente las decisiones israelíes.

"En línea con la ley internacional y con las resoluciones relevantes del Consejo de Seguridad de la ONU, la UE no reconoce la soberanía de Israel sobre los territorios ocupados desde 1967", afirma el último comunicado emitido el martes por Borrell. "Los pasos que se den para la anexión, si se aplican, no pasarán sin respuesta".

La réplica israelí no tardó mucho en llegar. A los pocos minutos, la emisora de radio estatal Kan atribuyó el comunicado a una decisión "personal" de Borrell que no contaba con el visto bueno de los 27 estados de la UE. Se precisaba que "varios países" europeos se oponían al comunicado y se insistía en que Borrell había emitido el comunicado por una decisión personal. En Bruselas no se respondió a esta reacción, seguramente porque los israelíes tenían razón.

Unos minutos después, el portavoz de Exteriores, Lior Haiat, era más explícito. "Estas políticas y conducta son la mejor manera para asegurarse de que el papel de la UE en cualquier proceso será minimizado". Además, se reprochó a Borrell que divulgara el comunicado poco después de visitar Teherán, "como si eso significara que Borrell es un agente iraní", escribió el diario Haaretz.

En realidad, el papel de la UE hace muchos años que está minimizado, o para ser exactos, está desprovisto de cualquier clase de influencia, debido a la manifiesta incapacidad europea de articular una política coherente en Oriente Próximo, y en particular en este conflicto. Hace un lustro, la última vez que la predecesora de Borrell, Federica Mogherini, quiso visitar Israel, Netanyahu no encontró en su agenda tiempo para recibirla. Desde entonces Mogherini se mostró sumisa y silenciosa, y no volvió a meterse con la ocupación. Es lo mismo que le espera a Borrell.

El comunicado de Bruselas continuaba pidiendo a Israel y los palestinos que "se abstengan de acciones unilaterales contrarias a la ley internacional que podrían exacerbar las tensiones. Estamos especialmente preocupados por las declaraciones a propósito de la anexión del Valle del Jordán y de otras partes de Cisjordania".

Sin embargo, la UE ha permitido las "acciones unilaterales" de Israel que se han producido una tras otra durante décadas. En la última década específicamente, el tiempo que Netanyahu ha sido primer ministro, la expansión colonial ha sido casi incomparable con el pasado, y aunque Bruselas ha emitido de vez en cuando algún comunicado, es evidente que no tiene ninguna intención de adoptar medidas para poner fin al fenómeno.

Esto se debe tanto a que en la Unión Europea no existe un consenso como a que los mandatarios de sus principales países, Angela Merkel y Emmanuel Macron, no quieren buscarse problemas con Israel y Estados Unidos. Solo de esta manera pueden explicarse las reacciones de Berlín y París al acuerdo del siglo.

El comunicado de la UE es el enésimo al que no hay que atribuir ningún valor

Netanyahu, que ni siquiera se molestó en contestar a Borrell, se siente seguro porque sabe que los países populistas-nacionalistas de Europa del Este le respaldan, y porque sabe que ni Merkel ni Macron osarán desafiar a Estados Unidos. Todo esto convierte el comunicado de Bruselas en el enésimo comunicado europeo al que no hay necesidad de atribuir ningún valor.

El Canal 11 de la televisión hebrea informó que Borrell había hablado telefónicamente con el presidente Mahmud Abás para constreñirlo a que no adopte ninguna medida unilateral hasta que se consume oficialmente la anexión de los territorios palestinos. Borrell quizá no entiende que quien adopta decisiones unilaterales es Israel y que Abás pinta en todo este lío lo mismo que los comunicados de Borrell, es decir nada.

El conflicto entre Israel y los palestinos, o sea la ocupación de Cisjordania y Jerusalén, debería preocupar a la UE, sin embargo, los mandatarios europeos han desactivado su capacidad de persuasión. De hecho, si ni siquiera son capaces de articular una política interior positiva para Europa, qué se puede esperar que hagan con respecto a este conflicto, aunque les toque muy de cerca y afecte directamente a la gran catástrofe en que se ha convertido Oriente Próximo, en gran parte debido a la inacción europea.

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