Los países vecinos son los que más temen una futura reunificación
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El acuerdo de paz entre las dos Coreas abre una grieta en su fortificada frontera, uno de los últimos símbolos de la Guerra Fría. Sin embargo, el camino para la reunificación definitiva está plagado de obstáculos y sufre el desinterés, cuando no la oposición directa, de los países vecinos.
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El paso previo a cualquier proceso político pasa por una integración económica, pero las grandes diferencias entre ambos países dificultan este paso intermedio. Corea del Sur es una de las potencias económicas asiáticas y está a la vanguardia mundial del desarrollo e implantación de las tecnologías de la comunicación. Corea del Norte, por el contrario, es uno de los países menos desarrollados de la región, tiene un gran déficit energético y de infraestructuras y su renta per cápita es casi 15 veces inferior a la de su vecino del sur.
“Corea del Norte tiene que pasar de una situación de 1960 ó 1965 a 2007 y eso supone un cambio radical, porque en los últimos 20 años ha habido un cambio aceleradísimo”, explica Josep Manel Brañas, responsable del Centro de Estudios Coreanos de la UAB.
Coste económico
Brañas señala también que el coste económico de la reunificación sería enorme y muchos coreanos no están preparados para afrontarlo: “Para las generaciones que vivieron la guerra, volver a pasar por épocas de penuria, de no crecimiento, es difícil. Y los jóvenes ya no tienen esa idea tan romántica de un país unido”.
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La opinión de los surcoreanos sobre el acercamiento quedará reflejada en las elecciones de diciembre, donde las encuestas dan como vencedores a los conservadores, reacios a la cooperación.
Influencia estadounidense
El desbloqueo de la crisis coreana ha sido posible, en gran medida, gracias a un cambio de la postura de Estados Unidos, país que mantiene una fuerte influencia en la zona. La Casa Blanca ha tolerado el acercamiento entre Seúl y Pyongyang y ha ofrecido ayuda energética a Corea del Norte a cambio de el desmantelamiento de sus instalaciones nucleares, sin exigir un compromiso norcoreano previo.
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“Washington finalmente se ha dado cuenta de que el régimen norcoreano no estaba a punto de derrumbarse”, indica Pablo Bustelo, investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano. Según este académico, la pretensión de exigir medidas sucesivas (primero desmantelamiento, luego compensaciones) “además de ingenua, era peligrosa”.
En el giro estadounidense podría haber influido también la necesidad de la superpotencia de consolidar su posición internacional tras los fracasos de Afganistán e Irak.
Intereses regionales
China busca ante todo estabilidad en sus fronteras para mantener la gran transformación económica en que se encuentra inmersa. Por ese motivo, ha promovido la desnuclearización del régimen de Kim Jong-il a través de las conversaciones a seis bandas pero no tiene prisa por ver una península coreana unida. “A China no le interesa una reunificación que llevaría las tropas estadounidenses a su propia frontera oriental”, destaca Bustelo.
El otro vecino coreano, Japón, también ve con recelo el acercamiento entre las dos Coreas porque un país de casi 80 millones de habitantes, con la preparación tecnológica de Seúl, sería a largo plazo un fuerte competidor regional.
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El primer día de la cumbre entre las dos Coreas, Roh Moo-Hyun declaró que su visita serviría “para derribar el muro de la división”, al convertirse en el primer presidente surcoreano en cruzar a pie la línea infranqueable. Pero la caída de la frontera que ha separado a las dos Coreas desde hace medio siglo parece aún un sueño lejano.