El 'padrecito' europeo que EEUU incluyó en su eje del mal
Occidente y Lukashenko
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MOSCÚ.- No hubo sorpresas y nadie las esperaba. Aleksandr Lukashenko (Kopys, 1954) se impuso en los comicios presidenciales de Bielorrusia. La presidenta de la Comisión Electoral, Lidia Yermoshina, informaba el lunes de los resultados: con una participación oficial del 87%, Lukashenko obtuvo el 83,49% de los votos, sus mejores resultados hasta la fecha; Tatiana Korotkévich, del Partido Socialdemócrata de Bielorrusia, el 4,42%; Serguéi Gaidukévich, del Partido Liberal Democrático (pese a su nombre, una formación de derecha populista), el 3,32%; y Nikolái Ulajóvich, del Partido Patriótico Bielorruso (nacionalismo bielorruso), el 1,67%. Con todo, quien más se acercó a Lukashenko fue “el voto contra todos”, una opción que contemplan las papeletas bielorrusas y que consiguió el 6,7% de los votos.
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A pesar de haber seguido a grandes rasgos un guión predecible, estas elecciones en Bielorrusia no han sido carentes de interés. El presidente bielorruso amnistió a seis prisioneros políticos antes de su celebración con la esperanza de que la Unión Europea levante las sanciones que pesan contra el país y lastran su economía, una decisión que Bruselas tomará el próximo 31 de octubre y que según fuentes comunitarias al periódico británico The Guardian podría tomarse si no se registran episodios de violencia tras los comicios. “Todo depende de Occidente”, declaró Lukashenko en rueda de prensa poco después de conocerse los resultados de las encuestas a pie de urna.
Occidente y Lukashenko
Si las elecciones y las declaraciones de condena inmediatamente posteriores suenan a déjà vu, más lo hacen los artículos de la prensa europea dedicados a Bielorrusia y su presidente. Una de las expresiones más repetidas estos días para describir a Lukashenko es la de “el último dictador de Europa”. Sin embargo, pocos periodistas recuerdan que el término fue acuñado por la secretaria de Estado de EEUU Condolezza Rice en 2005 como parte de su discurso sobre “el eje del mal” y “los puestos avanzados de la tiranía” (outposts of tiranny). En consecuencia, puede afirmarse que la expresión ha sido interiorizada por los periodistas occidentales, que asumen así el discurso de la Administración estadounidense, y lo difunden.