Una ola conservadora femenina toma posiciones en la UE
Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión, Giorgia Meloni, cada vez más aceptada en las instituciones, Marine Le Pen, en su labor de altavoz de la ultraderecha y Kaja Kallas, la nueva jefa de la diplomacia de la UE y azote de Putin.
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madrid,
El mutante orden mundial deja caprichosos guiños del destino. En la Europa de la denominada democracia liberal, el bloque que alardea de ser adalid de las libertades y los Estados de derecho ha elegido a cuatro mujeres que se pasean por los centros de poder comunitarios con mochilas ideológicas especialmente pesadas y que han asumido cuotas de decisión ejecutivas difícilmente imaginables en el pasado reciente.
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Un complejo grupo de mujeres ha irrumpido para lidiar con el futuro inmediato de la Unión, en el contexto de un un mundo peligroso, en el que la UE busca de una manera desesperada su lugar en la nueva Guerra Fría, con la contienda bélica más sangrienta desde 1945 en sus inmediaciones fronterizas orientales, Ucrania, y cuya fuerza invasora, Rusia, no disimula ni su amenaza a los socios bálticos de la UE ni su acoso cibernético al club comunitario. Y con la opción de victoria de Donald Trump al otro lado del Atlántico y su más que hipotético desmantelamiento de la OTAN, con la urgente recomposición de la Defensa europea como efecto inminente.
En mayor o menor medida, todas ellas protagonizarán trascendentales tomas de posiciones en otros asuntos de especial enjundia como la vulnerabilidad económica del Viejo Continente ante el proteccionismo comercial e industrial instaurado en las dos superpotencias, EEUU y China, en un incierto pulso geopolítico y competitivo y bajo un rampante y excluyente euroescepticismo.
Pero ¿quiénes son y qué objetivos esconden sus figuras políticas? Y, sobre todo, ¿qué armas van a poner en liza en sus respectivos ámbitos de actuación? Ursula von der Leyen, Giorgia Meloni, Marine Le Pen y Kaja Kallas toman la palabra en Europa y harán uso de la geoestrategia de la UE.
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Von der Leyen, una conservadora pragmática que revalida la Comisión Europea
Una de las bazas sucesorias que barajó la excanciller de la CDU Angela Merkel —aunque no su favorita— ha prorrogado su mandato al frente del Colegio de Comisarios de Bruselas. No sin una carga de polémica que ha anticipado la fragilidad del cordón sanitario para aislar a la extrema derecha. Si su mentora tuviera responsabilidades, quizás la hubiera retirado de la arena política como hizo con su predilecta, Annegret Kramp-Karrenbauer, a la que desplazó de la secretaría general de la CDU por permitir una alianza en Turingia en 2020 con los neonazis de Alternativa para Alemania, AfD. Porque Von del Leyen se cuidó muy mucho de cortejar, en el último debate previo a la cita con las urnas para renovar la Eurocámara, de principios de junio, a la extrema derecha.
Al final, prefirió aliarse con socialdemócratas y liberales, pero las cartas estaban ya echadas y el idilio con Giorgia Meloni o Marine Le Pen, a cuyas formaciones las encuestas le daban un impulso notable que luego confirmaron los votantes, y que han llenado de euroesceptismo el hemiciclo del poder legislativo. Ya nada será igual. El Partido Popular Europeo (PPE) tendió su mano hacia su flanco derecho. Sin rechistar. Siguiendo los designios de formaciones nacionales como la que preside Alberto Núñez Feijóo en España.
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En círculos diplomáticos se le reconoce, sin embargo, varios méritos a su gestión desde 2019. En esencia, perfilar una respuesta colectiva a la agresión de Putin y profundizar en unas respuestas comunes en la crisis energética o en avances integradores como la puesta en marcha de un plan de mutualización de la deuda del euro durante la Gran Pandemia. O su papel de mediación entre las dos partes del eje, la francesa y la alemana. Pero los retos de su segundo mandato serán aún más trascendentales. Y sus coqueteos con el nacional-populismo crítico con las instituciones de la UE dejan una impronta que lo hace, si cabe, más complejo, explica The Economist.
Sus retos para la legislatura 2024-29 estarán determinados por el futuro inquilino de la Casa Blanca después de la entente cordiale que ha regido durante el mandato de Joe Biden. Frente a Ucrania, en la OTAN o en el armazón de sanciones económicas al Kremlin.
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Johannes Nordin, del Institute for Security and Development Policy (ISDP) resalta las "fricciones" que la Comisión tendrá con un Parlamento en el que un tercio de sus eurodiputados pertenecen a formaciones anti-europeas. "Surgirán más frustraciones" —asegura— en integración, e intentos de desmantelar políticas como las de inmigración o cualquiera que tenga que ver con cesiones de soberanía. En general, "hacia el concepto supranacional" de la UE. Del equilibrio que Von der Leyen haga de las familias políticas dependerá el perfil de su segundo periplo presidencial.
Junto a António Costa en el Consejo, tendrán que dirimir asuntos de calado como la puesta en liza del doble informe de los ex primeros ministros italianos, Enrico Letta y Mario Draghi, para elevar la competitividad y mejorar el funcionamiento del mercado interior con las nuevas reglas fiscales.
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Meloni, la cara amable del fascismo
"Trabajo muy bien" con la jefa de Gobierno de Italia. Es el saludo con el que Von der Leyen dejó clara su predisposición a soltar amarras con la extrema derecha europea. Pero gran parte de los observadores no se fían. Su dulce crítica a los Hermanos de Italia (FdI) por sus recientes exhibiciones iconográficas del fascismo de Benito Mussolini, no han convencido a cierta doctrina del pensamiento político europeo. Como tampoco su apelación a una "nostalgia" del pasado sin peligro.
O su memorable frase de 2019: "Soy Giorgia, soy, mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana", matizado tiempo después para precisar su apoyo a "una familia natural, no al lobby LGTBI, sí a la identidad sexual, no a la ideología de género, ni a la violencia islámica y a la inmigración de masas sin asegurar nuestras fronteras". Ni tampoco a los "burócratas de Bruselas".
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Las apelaciones a la concordia —"no hay margen para el racismo ni para el antisemitismo"— de los FdI, contrastan con un pasado de afiliación al Movimiento Social Italiano en su juventud, un grupo neofascista fundado por correligionarios de Mussolini unos años después de su muerte, o en la rebautizada Alianza Nacional con la que consiguió su primera acta parlamentaria. Más tarde, se unió a Silvio Berlusconi, que la hizo ministra a los 31 años. Desde 2022 lidera a FdI, la formación más votada. Y, desde entonces, ha logrado persuadir a conservadores (Von der Leyen) y liberales (Emmanuel Macron), que también se sienten cómodos. Igual que lo estuvieron los líderes del G7 en sus recientes cumbres en Italia.
Roberto Saviano, sin embargo, incide en que Meloni "es fascista y un peligro para Italia y para el resto de Europa". En The Guardian, este periodista, escritor y ensayista italiano que lleva más de dos décadas perseguido por la Mafia, recuerda para corroborar su tesis el entusiasta apoyo que siempre ha dispensado a Viktor Orbán y a su política económica, en especial a su gravamen único del IRPF, que su Gobierno estudia implantar en Italia. "Ella dice que no es fascista", pero su ideología la delata: los partidos de extrema derecha hablan siempre de oposición al racismo o al antisemitismo, hasta que alcanzan el poder, aclara.
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Ahora han separado sus caminos. Orbán se ha alineado con Marine Le Pen en uno de los tres bandos de la extrema derecha, frente a AfD y la facción que lidera Meloni, que busca consolidar su recién inaugurada imagen de falsa moderación. Desde su familia legislativa y su presencia en el Consejo Europeo y junto a Von der Leyen fijará el criterio común para controlar la llegada de migrantes desde África y dará su apoyo a Kiev a cambio de mayor seguridad y una agenda que, en el orden económico, tirará de ideario neoliberal. De momento, en su juego político le interesa abanderar el lado dialogante de la extrema derecha. Sus detractores avisan de que lo hace para blanquear su exacerbado nacional-populismo.
Marine Le Pen, el poder en la sombra
Siempre dispuesta a asaltar el poder, aunque también acostumbrada a sufrir los efectos del cordón democrático que, en Francia, rige desde décadas. Pero también es consciente de la inmensa influencia de dirigir Reagrupación Nacional, quizá el bloque de extrema derecha más consolidado de Europa. Le Pen no cuida su imagen ni las formas como Meloni porque se declara abiertamente xenófoba y defensora de Rusia. Su historial está cargado de apelaciones a ambos asuntos.
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Sin embargo, el arrinconamiento de la segunda vuelta electoral en Francia a su formación no debe hacer caer en la complacencia a los partidos democráticos. Porque en su país y en la UE va a hacer gala de su estilo antisistema. En el orden doméstico, para impedir cualquier conato de habitación pacífica que implique, como marcan los cánones electorales, el acceso al gobierno de la izquierda y su amplio Frente Popular, ganadores de la reválida legislativa en las urnas. Y, en el europeo e internacional, torpedeando todo intento de integración paneuropea a la espera de la victoria de Trump, una hipótesis de trabajo que baraja de manera preferente.
Lionel Laurent, analista de Bloomberg, cree que el respaldo a Le Pen, pese a no haber alcanzado el poder, "es un gran regalo para Putin", un aliciente para Trump, y un altavoz para plataformas anti-inmigración y contrarias a la construcción europea. Y para conciliar intereses soterrados con Meloni en el terreno económico, comercial y fiscal, en torno a la idea de acabar con el proceso de globalización o con la política agraria de la UE. Asuntos que encienden la calles con suma celeridad, como ha comprobado Francia desde hace años y varios socios europeos en la última primavera.
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Kaja Kallas, el ariete anti-Putin sucede a Josep Borrell
Entusiasta de la política exterior, ha sido primera ministra de Estonia. Es la convidada de piedra en la partida geoestratégica de la UE y el azote del Kremlin. Contrarrestará con Von der Leyen y la malabarista Meloni la afrenta que Putin lanzó a Bruselas en febrero de 2022 y tejerá con ellas los jirones europeos de la OTAN que reclama Washington para financiar el club militar y buscará -es su gran cualidad- respaldos para retos tan importantes como la seguridad energética y alimentaria, las amenazas de China y otras latitudes —incluida la de un hipotético EEUU bajo el yugo del MAGA o Make America Great Again que ha forjado Trump— o la posición europea en el Sur Global, imprescindible para labrar pactos multilaterales y preservar la globalización.
Su nombramiento, en cualquier caso, revela que la prioridad exterior de la UE es Rusia y que una desviación de su centro de gravedad debe impulsarse tras una resolución pacífica del conflicto que responda a los intereses de la Unión. Martin Selmayr, antiguo alto funcionario de Bruselas, admite que "asume la diplomacia europea en una coyuntura crítica". Pero la misión le cautiva. Tanto que dejará de ser primera ministra, cargo que ocupa desde enero de 2021.
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David Blagden, del International Security at the Strategy and Security Institute (ISSI), enfatiza el valor del nombramiento de Kallas. No solo por seguir ostentado el puesto de premier estonia, sino también porque "sonó para ser la próxima secretaria general de la OTAN y desde Berlín se insistió en ceder este protagonismo al holandés Mark Rutte, porque para Alemania resulta más prioritaria la acción exterior de la UE".