La obsesión del Gran Hermano saudí por islamizar España
Los cables de Wikileaks revelan que los "amigos españoles" de Riad siguen obsesionados con Al Andalus. Pretenden extender su influencia sirviéndose de sus mezquitas, de canales como Córdoba TV, financiando conferencias o pagando a periodistas.
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BARCELONA.- Sabíamos ya por otros cables publicados hace ahora cinco años que la monarquía medieval saudí ha impuesto un modelo de gobierno basado en la segregación racial, la esclavitud y una visión rigorista, desquiciada, violenta y herética del Islam -el wahabismo- mientras tolera que los cachorros de su realeza organicen bacanales al grito de “sexo, droga y rock and roll”. Un primer examen realizado por Público de una pequeña parte de los cables diplomáticos saudíes referentes a España y liberados el pasado viernes por Wikileaks viene, ahora, a confirmar que los custodios de las Dos Mezquitas Sagradas siguen suspirando por Al Andalus.
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Sólo a un régimen tan extravagantemente autoritario y brutal como el Saudí se le hubiera ocurrido reaccionar al escándalo de Wikileaks dirigiéndose a sus ciudadanos para que ignorasen “esos cables falaces en beneficio del país”. En las redes sociales de los estados del entorno árabe se leían esta semana comentarios jocosos de esta guisa: “Como siempre, pretenden que actuemos como burros”. Obviamente, no es ninguna coincidencia que les haya explotado la bomba informativa en el noveno mes lunar del calendario musulmán.
Los cables publicados por Wikileaks vienen a demostrar lo que, en el fondo, ya sabíamos, que el Gran Hermano wahabita también está fisgando en la entrepierna de los musulmanes españoles. A juzgar por el centenar y medio de comunicados alusivos a España que ha examinado este diario, los servicios de información de la embajada dan cumplida cuenta de los más mínimos detalles referentes al desarrollo y los avances del Islam en nuestro país. Cuando la ocasión lo merece, es informado incluso el rey y, por supuesto, los ministros.
Algunos días después, el propio ministro de Asuntos Exteriores, Saud Al Faisal, recomendaba en otro cable responder de este modo a los recelos del Gobierno de Rajoy (ver documento 3): […] “la cadena de TV en cuestión es un canal privado y la inversión pertenece a la fundación Risalat Al Islam, esa fundación tiene
como presidente del consejo de administración al jeque Abdullah bin Munia. La cadena será supervisada por el Dr. Abdul Aziz Al-Fawzan (profesor de Jurisprudencia Comparada en el Instituto Superior de la Judicatura). Ni el gobierno de Arabia Saudita ni su embajada tienen conexión con dicha cadena. [...] así que la decisión de dar autorización o no solo incumbe al gobierno español, de conformidad con sus leyes y reglamentos nacionales”.
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El libro fue publicado por Rambla, en 2010, y tal y como señala el cable, asociaba el Centro Cultural Islámico, situado en la calle Salvador Madariaga de Madrid, al atentado terrorista cometido en nuestro país. Lo verdaderamente significativo de este cable es que los responsables de la macromezquita consultaran a los funcionarios de la embajada acerca del modo en que debían proceder.
Es significativo que el Gobierno conservador del PP apoyara de esta forma tácita la financiación de imanes por países extranjeros de dudosa credibilidad mientras otros países europeos como Austria o Noruega se aprestaban a prohibir la financiación saudí, amparándose en el principio de reciprocidad que defiende el
Vaticano. “¿Cómo puede permitirse que financie los imanes que impartirán clases de religión en España un país que ni siquiera tolera la práctica del cristianismo denro de sus fronteras?”, adujeron en su día los contrarios a esta iniciativa. Tal permisividad es comprensible, en todo caso, a la vista de los suculentos
contratos que venían negociándose para empresas españolas y que culminaron en la adjudicación de la línea de tren de alta velocidad que conecta La Meca y Medina.
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A juzgar por este primer 'pack” analizado por Público, la verdad es quincalla en el bazar de los petromercachifles con turbante saudíes. Han trapicheado con ella como tahúres y gracias a sus amigos de
Occidente, al poder que da el dinero y a su fascinante habilidad para convertir lo tuerto en recto, vienen ganando la partida. ¿Significa esto, en cualquier caso, que hayan patrocinado directamente el terrorismo islámico o auspiciado el reclutamiento de radicales yihadistas? Si hemos de dar crédito a un informe del CNI filtrado en 2011, por El País, eso es rigurosamente incierto. Lo que sí han contribuido a crear es la atmósfera propicia en la que estos movimientos radicales han cobrado aliento.
Hace ahora un par de meses, uno de los quince supuestos yihadistas de la llamada Brigada Al Andalus procesados por el juez Ruz, el argentino César Rodríguez, explicaba en una entrevista realizada por el suplemento Diásporas de Público, cómo había conocido al resto de los integrantes en la cafetería de la mezquita. Eso no significa, en ningún caso, que sus actividades estuvieran vinculadas a las de la mezquita o hubieran sido alentadas por alguno de sus imanes. De hecho, según las fuerzas de seguridad españolas, el problema no es tanto que los líderes religiosos de la mezquita Omar alienten la violencia, como que no la condenen explícitamente en sus sermones.