El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, ha ordenado al Shin Bet, los servicios secretos para el interior y los territorios ocupados, que averigüe quién, de entre sus más cercanos asesores, se encuentra detrás de una filtración a un periódico kuwaití sobre una materia que Netanyahu considera muy sensible.

Por la sede del Shin Bet ya han pasado más de una decena de sospechosos que se han sometido a un examen poligráfico (el detector de mentiras) que ha revelado que ninguno de ellos ha filtrado nada al diario kuwaití. No obstante, todos siguen bajo sospecha y todos lamentan que el ambiente en la oficina de Netanyahu se haya enrarecido considerablemente.

Netanyahu está molesto por dos temas: por la filtración de una conversación telefónica que mantuvo con su colega ruso, Vladimir Putin, en la que le pidió que no vendiera misiles S-300 a Siria, y por la revelación de detalles de una conversación confidencial que el primer ministro mantuvo con un grupo reducido de asesores.

Desde hace tres meses, el Shin Bet está interrogando a los asesores de Netanyahu y también a altos funcionarios de otros ministerios, pero hasta ahora el topo no ha aparecido y en el círculo más estrecho del primer ministro se ha multiplicado el recelo y la desconfianza. Algunos asesores han dejado de hablar con los periodistas alegando que les consta que el Shin Bet está grabando sus conversaciones.

Hace unos días, el diario kuwaití Al Yarida publicó que dos asesores de Netanyahu habían dimitido porque habían dicho mentiras en el examen del polígrafo. Pero aunque esta noticia se reveló incorrecta, Netanyahu se enfureció porque alguien de su primer círculo había filtrado lo de la investigación del Shin Beit al diario kuwaití.

Se da la circunstancia de que los diarios kuwaitíes publican a menudo noticias confidenciales sobre el mundo árabe que les filtran funcionarios israelíes.