El 24 de diciembre de 1820, el cura de San Juan de los Remedios, en la provincial de Villa Clara, organizó a los niños para que, a las 6 de la mañana, recorrieran el pueblo haciendo bulla y despertando a los vecinos con el fin de que asistieran a misa. El número de fieles que acudieron al templo no creció mucho pero la iniciativa fue la semilla de Las Parrandas de Remedios, una fiesta popular que se prolongó hasta nuestros días.
Hoy la organizan dos barrios rivales, San Salvador y El Carmen, que compiten en varias categorías: los trabajos de plaza que son paneles de más de 20 metros de alto, adornados con miles de bombillos intermitentes y de colores y las gigantescas carrozas, lujosamente decoradas y con figurantes vestidos con trajes de hasta 300 euros. Pero 'la madre de todas las batallas' se dará en el cielo con el lanzamiento de decenas de miles de fuegos artificiales. Por eso abundan los vendedores de sombreros de paja que sirven para protegerse de las cañas de los voladores que caen del cielo por decenas.
La parranda se inicia con el lanzamiento de cientos de cohetes voladores que despiertan a todo el pueblo a primera hora de la mañana. Los remédianos y los forasteros, cubanos o extranjeros, se lanzan de la cama y corren al parque para ver la exhibición de fuegos artificiales. Tampoco podrían seguir durmiendo porque además de las explosiones, baterías de altoparlantes regados por el pueblo emiten música cubana todo el tiempo y al máximo de volumen.
La gente no para de bailar, siguen el ritmo mientras camina, vende comida o le dan los toques finales a las carrozas. Mientras, en el parque decenas de personas de los dos barrios se enfrentan arrollando con congas tocadas con tambores, trompetas, trombones, flautas y clarinetes. Delante llevan sus banderas y estandartes, unos representados por un gallo blanco y los otros por el gavilán.
El rey de la fiesta es el pan con lechón, se puede comer sin parar de bailar y solo cuesta 20 céntimos
Las discusiones entre los vecinos de uno u otro grupo son constantes y acaloradas pero, a pesar de lo que puedan parecer a un extranjero, nunca terminan en violencia. De hecho la presencia policial durante la fiesta es mínima, los uniformados sólo aparecen cuando hacen un cordón para impedir que se roben fuegos artificiales durante su traslado al parque. Mucho más presentes están los camiones de bomberos, listos para acudir si en algún momento el fuego deja de ser 'artificial'.
Comer camarones o emperador en un restaurante vale alrededor de 8 euros pero en las calles se puede almorzar o cenar con 1 euro. Decenas de puestos de comida criolla venden cajas con el típico arroz congrí, ensalada y un bistec de cerdo, sándwiches de jamón y queso, perros calientes, palomitas de maíz o donuts de chocolate, todo eso bañado con ron, refrescos y mucha cerveza. El rey de la fiesta es el pan con lechón, a los cubanos les encanta, se puede comer sin parar de bailar y solo cuesta 20 céntimos de euro.
En la tarde habrá un nuevo enfrentamiento de fuegos artificiales, donde a plena luz del día cada barrio lanzará su arsenal en una guerra sin más víctimas que el orgullo del perdedor. La fiesta y la música continúan pero la batalla se reanuda a las 10 de la noche cuando, frente a frente, se encienden los paneles gigantes y comienzan el combate de juegos de luces. La gente en medio de la calle mira hacia uno y otro lado, asombrándose con cada nuevo artificio, creados en secreto durante todo un año.
No hay jueces, tribunal ni votación pero todos saben quién vence cada año
Poco antes de media noche el cielo se ilumina con nuevas andanadas de cohetes de colores, en el mayor y más importante enfrentamiento de fuegos de las Parrandas de Remedios. A las 12, el cura de la iglesia hace repicar las campanas casi con desesperación para que la gente acuda a la misa pero su éxito es muy escaso. Los cubanos parecen preferir seguir bebiendo, bailando conga y cantando. Y seguirán así hasta las 4 de la mañana cuando salen las carrozas, recorren los dos lados del parque y terminan enfrentadas para que el pueblo juzgue cual es la mejor.
No hay jueces, tribunal ni votación pero todos saben quién vence cada año. Este 25 de diciembre a las 5 de la mañana, bajo un torrencial aguacero tropical, los vecinos del barrio de San Salvador entraron al parque entonando la marcha fúnebre en honor a sus adversarios y terminaron bailando la conga de la victoria para celebrar su triunfo. Una hora después una nueva andanada de fuegos artificiales anunciaba el fin de las Parrandas de Remedios, una celebración navideña muy cubana.
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