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El monasterio serbio de Kosovo que está protegido por militares las veinticuatro horas del día

Desde el final de la guerra de Kosovo, el monasterio ortodoxo de Visoki Dečani está protegido por una fuerza de paz extranjera. El abad, atacado a ambos extremos del conflicto, afirma vivir en un limbo político mientras crecen las tensiones.

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La iglesia ortodoxa de Visoki Dečani data del siglo XIV. Es uno de los lugares de culto del cristianismo ortodoxo en los Balcanes. — Carles Palacio

DEÇAN (KOSOVO), Actualizado:

-¿Un autobús que pase por Visoki Dečani?

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El monasterio de Visoki Dečani, ubicado en un valle al oeste de Kosovo, se alcanza tras ascender una carretera boscosa, en algunos tramos vallada con concertinas. A medio camino, un primer checkpoint de la KFOR, la fuerza liderada por la OTAN que vigila el perímetro, permite el paso sin que nadie se interese por nuestros motivos para estar aquí. Son las tres de la tarde de un sábado de febrero.

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El coche que nos lleva zigzaguea para esquivar las cubas de cemento que barrican la carretera. Somos dos, y nos sube una taxista joven que se ha visto obligada a preguntar a su centralita dónde se encuentra su destino. No hay apenas carteles que lo señalen. Mañana volveremos a subir y lo haremos a pie. A esta abadía del siglo XIV, nos ha sugerido un empleado de una estación de autobuses, no llega el transporte público.

Sava Janjić nos recibe en una salita del claustro. Nada más vernos, abre los brazos, como si saludara a dos amigos extraviados. Sava -sotana negra, barba grisácea, gafas redondas- es el abad y representante absoluto del monasterio. Un hombre que irrumpe en las habitaciones y adquiere aire de acontecimiento, estrechando las manos extendidas de los soldados que patrullan el recinto, ahora italianos y austriacos.

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El padre Sava habla de forma desprendida. No hay pregunta que le sacuda o moleste. Tampoco hay palabras extremas en sus respuestas. Sin embargo, a escasos diez kilómetros de aquí, en este país de mayoría albanesa, el sacerdote no tiene muchos amigos. "Somos el único centro religioso en Europa que tiene una protección militar sólida las veinticuatro horas del día. Hay centros con protección policial, pero nosotros tenemos cuatro puestos de control militar", explica este hombre de 58 años, sentado en el extremo de un banco de madera, frente a una taza de café.

Padre Sava Janjić, abad del monasterio de Visoki Dečani, dentro de la iglesia. — Carles Palacio

-A decir verdad, no me esperaba la hostilidad porque muchos albanokosovares saben que estábamos en contra de la guerra y que no apoyábamos a Milošević. Pero saben que tampoco apoyamos al UÇK (el Ejército de Liberación de Kosovo). Ven a la iglesia ortodoxa como un símbolo de la presencia serbia. Y la Constitución dice que somos una sociedad interétnica e interreligiosa.

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La guerra comenzó en 1998, cuando Europa ya había asistido al armisticio de varias guerras de la disolución yugoslava. Pero en un sentido estricto, éste es el conflicto más antiguo -y el que más cola trae- de un desmembramiento que incluyó cinco contiendas en poco más de una década.

En 1974, la Federación socialista de Josip Broz Tito reconoció los territorios de Kosovo y Vojvodina como provincias autónomas en la Constitución yugoslava. En aquellos momentos, la región de Kosovo estaba compuesta por un 85% de población albanesa, mayoritariamente musulmana, y no eran extrañas las protestas que demandaban más soberanía dentro del mosaico identitario que era Yugoslavia.

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Aquella ilusión, sin embargo, no duró demasiado. A finales de los años ochenta, Slobodan Milošević, más tarde presidente de Serbia y de Yugoslavia, renegó de la antigua política equilibrista del mariscal Tito, ya fallecido. El 28 de junio de 1989, Milošević entonó un discurso etnicista en el lugar de la batalla de Kosovo Polje que tuvo lugar en 1389 contra el Imperio Otomano: uno de los ejes que vertebran la identidad nacional serbia. Comenzaban entonces las alusiones explícitas a crear una Gran Serbia, idea que implicaba purgar Yugoslavia de otros grupos étnicos.

La década de los noventa culminó con la creación de un grupo insurreccional albanokosovar

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Para esas fechas, la Administración ya había anulado las autonomías de las dos provincias. Miles de trabajadores albaneses de empresas e instituciones públicas fueron despedidos.

La década siguiente, años de una represión abierta, culminó con la creación de un grupo insurreccional albanokosovar, financiado y armado con ayuda del país vecino. Hubo ataques a comisarías de la Policía yugoslava, pequeñas incursiones que, finalmente, desembocaron en un enfrentamiento de gran calibre. En 1999, había dos millones de armas provenientes de Albania en manos de guerrilleros de la UÇK.

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En la plaza central de Deçan, el municipio que precede al monasterio, hay una estatua de Luan Haradinaj, orgullo de la causa albanokosovar, muerto en una emboscada antes de que comenzase oficialmente la guerra. Su presencia aquí no es impropia. Deçan fue uno de los territorios en los que antes se inició el levantamiento, y Haradinaj una de las extensas familias albanesas que lo comandaron. En apenas una calle se cuentan tres inmensos letreros con las siglas de la guerrilla. Entre ellos, uno que confiesa: "I love UÇK".

Monumento en honor a uno de los líderes del UKÇ, frente al antiguo edificio de la guerrilla en la localidad de Deçan, Kosovo. — Carles Palacio

Los primeros gobiernos de Kosovo fueron conducidos por antiguos miembros del UÇK

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Kosovo es un país de 1,7 millones de habitantes, cuyos primeros gobiernos fueron conducidos por antiguos miembros del UÇK. Se independizó unilateralmente en 2008, con el particular apoyo de Estados Unidos, tras una década de tutela de la UNMIK, la misión de la ONU. Un centenar de países lo reconocen como Estado, entre los cuales no se encuentra Serbia.

-Tengo entendido que el monasterio acogió a gente durante la guerra —le digo al padre Sava.

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Y hará referencia a esa postura, varias veces más, a lo largo de la conversación. Quizá porque algunas voces de la Iglesia ortodoxa auxiliaron a Milošević durante las guerras de Bosnia y de Croacia. El sacerdote serbobosnio Filaret Mićević fue fotografiado en Bosnia junto a un tanque con un kalashnikov sobre el hombro. También circulan imágenes de sacerdores bendiciendo a los soldados y paramilitares.

En cualquier caso, entre los serbios más extremistas, hay quien considera que Sava es un traidor. Como lo hace Vojislav Šešelj, ex viceprimer ministro de Serbia, condenado por crímenes de guerra.

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En un momento dado de la conversación, sin que haya una pregunta previa, el padre Sava, advierte: "Nosotros no reconocemos a los países, no tenemos el Vaticano para reconocer un Estado. Simplemente, vivimos según las reglas de ese país o territorio". Un discurso que, en estas colinas, no satisface a nadie.

Uno de los cuatro 'checkpoints' que controlan el perímetro del monasterio, custodiado por soldados de la KFOR (fuerza liderada por la OTAN). — Carles Palacio

La tierra en disputa

Hoy el monasterio está enzarzado en un tira y afloja por la propiedad de los terrenos, confiscados por el gobierno de Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial. Las instituciones kosovares no reconocen que la tierra, donde los monjes cultivan y alimentan a sus animales, pertenezca a la diócesis. Hace más de veinte años que les dura el desacuerdo.

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El TC falló en 2016 a favor de la iglesia, otorgándole la titularidad de 24 hectáreas

El Tribunal Constitucional falló en 2016 a favor de la iglesia, otorgándole la titularidad de 24 hectáreas. Sin embargo, el alcalde de Deçan, Bashkim Ramosaj, proclamó en medios locales que no tiene intención de acatar la sentencia. Poco después, el primer ministro, Albin Kurti, en el cargo desde 2021, denunció ser el único dirigente que el abad no ha recibido para conversar sobre el tema.

- La declaración de nuestra diócesis fue que podemos discutir sobre todo pero no sobre la decisión del tribunal porque en una sociedad democrática los primeros ministros y los monjes no deben estar por encima del tribunal —apunta Sava.

El exembajador estadounidense, Philip S. Kosnett, nada sospechoso de tener inclinaciones proserbias, manifestó: "Este incumplimiento del Estado de derecho, extendido durante años por varios gobiernos, pone en duda el compromiso de Kosovo con la igualdad de justicia".

Junto a la verja del monasterio se encuentra la iglesia, un reclamo del siglo XIV, en el centro de un patio. Sobre la hierba que la rodea caminan dos hombres que se acercan a nosotros poco antes de que Sava nos atienda. Uno se llama Halil, y poco después sabremos que es albanokosovar y que tiene familia en la zona de Deçan, aunque él vive en Alemania. El otro es alemán.

En un intercambio precoz de palabras, nos emplazamos a tomar algo con los dos extraños. "Aquí no se puede hablar mucho, por la situación política, ya sabes", dice Halil, blandiendo una mano en el aire, con la otra metida en el bolsillo de su abrigo oscuro. "Pero es bueno para vosotros, ¿no?", nos solicita, con una sonrisa ambigua, deslizando la mirada de uno al otro.

Esa misma tarde, en un bar del municipio de Gjakovë, entre chupitos de rakija y botellines de cerveza, Halil asegura que "el monasterio no ha dejado de crecer". "No sé qué hacen esos militares dentro del monasterio. Ahora es como una fortaleza", señala. También defiende que él no tiene ningún problema con los serbios. Tampoco con el padre Sava. "Pero esto es Kosovo. Ellos siguen diciendo que esto es Serbia. Y esto es Kosovo", remacha.

- Visoki Decani tiene checkpoints en todo el perímetro.

En estos momentos, hay 4.500 tropas de la KFOR desplegadas en Kosovo. 700 soldados más que hace un año.

Los soldados de la KFOR forman parte del día a día dentro del monasterio. — Carles Palacio

Veinticinco años de tensión

El domingo llegamos al monasterio tras media hora de caminata bajo un cielo metálico y algo de lluvia. A las ocho de la mañana se inicia una misa ortodoxa a la que estamos invitados, y que irrumpimos una vez ya ha comenzado. Al entrar, tan solo hay diez personas observando la liturgia, dispersadas cerca de la puerta.

Las paredes de la iglesia están recubiertas de frescos, pintados entre 1328 y 1338. Se someten a trabajos de conservación para evitar el desgaste, cuenta el abad, pero los frescos nunca han sido repintados. Parece increíble. Intento retener los detalles observándolos con esmero, pero es imposible. No hay ni dos palmos de piedra desnuda. El conjunto distrae. El techo, de una altura considerable, está coloreado de lapislázuli, un pigmento exclusivo en aquella época.

-Cuando pintaron la iglesia no había luces, así que nunca la vieron con tanta claridad y detalle como la vemos nosotros —nos dirá en otro momento el abad, señalando los pequeños focos que cuelgan de las vigas.

No sé con precisión qué ocurre en la ceremonia, ni cuál es la función de cada religioso -una docena- que participa. Al final del oficio, rinden homenaje al rey serbio Stefan Uros III, creador del lugar, cuyo cuerpo ennegrecido reposa en un féretro que los fieles también veneran. A lo largo de la hora y media que dura la misa, la iglesia acogerá a una treintena de personas. Algunas de ellas, niños. A la izquierda se ubican las mujeres; a la derecha, los hombres. Más tarde sabremos que la mayoría no vive en Kosovo. Son peregrinos.

Una treintena de peregrinos y visitantes acuden a la misa ortodoxa que se celebra el domingo a las 8 de la mañana en Visoki Dečani. — Carles Palacio

La guerra arrojó al exilio a más de medio millón de albanokosovares, y muchos de los que vivían en Deçan perdieron sus casas y tierras. Pero el conflicto también vació de serbios el municipio y otras zonas, especialmente tras los 78 días de bombardeo de la OTAN que forzaron la capitulación serbia en junio de 1999.

En todo el país quedan ahora 40.000 serbokosovares, repartidos en diez municipios, aunque una mayoría se concentra en cuatro de ellos: Mitrovica Norte, Zvečan, Zubin Potok y Leposavić. Suelen trabajar en instituciones paralelas en materias como educación, y recibir salarios y pensiones en dinares. Los sueldos, en general, son bajos, pero la inseguridad atenaza particularmente a esta parte de la población, que dice sentirse abandonada también por el gobierno de Aleksandar Vučić, presidente de Serbia. El número de serbios de Kosovo no deja de menguar.

El conflicto vació de serbios el municipio de Deçan, especialmente tras los bombardeos de la OTAN

Hace más de una década que comenzaron las conversaciones para normalizar las relaciones entre Serbia y Kosovo, amparadas por la Unión Europea. Sin embargo, desde hace un par de años, el pasado reverbera aquí con fuerza.

En septiembre de 2023, treinta hombres armados irrumpieron en la aldea de Banjska y se atrincheraron en un monasterio. Hubo un tiroteo que resultó en la muerte de un policía albanokosovar y tres de los asaltantes. Inmediatamente, Serbia desplegó miles de fuerzas militares en la frontera. Este episodio se juzga como una de las confrontaciones más graves desde los estertores de la guerra.

Un año antes, el primer ministro, Albin Kurti, anunciaba que todos los vehículos debían llevar placas kosovares. Las matrículas serbias, expedidas por Belgrado, incluyen ahora una pegatina blanca que tapa el país de origen.

Como respuesta, dimitieron los alcaldes y otros funcionarios serbokosovares de los municipios del norte, y boicotearon las elecciones. Ocasión que el Gobierno aprovechó para tomar los edificios municipales e instaurar alcaldes albanokosovares. Ese envite desencadenó un enfrentamiento que acabó con treinta heridos entre los cascos azules de la OTAN.

Monumento en honor a Lazar Hrebeljanović, último zar serbio, en el Norte de Mitrovica, con un gesto que señala hacia la parte albanesa. — Carles Palacio

De todas las cuestiones suspendidas en el aire, la más urgente es la creación de una Asociación de municipios serbios, una especie de comunidad autónoma. A finales de 2023, el Alto Representante para Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, anunció: "Presentamos una nueva propuesta europea seria y equilibrada para la creación de esta asociación, que sería un gran salto para evitar nuevas espirales de violencia. Pero las partes no estaban dispuestas a llegar a un acuerdo".

-Serbia insiste en la Asociación como primer paso hacia la normalización. Y Kosovo insiste en que reconozca Kosovo como Estado y luego hablamos de lo otro. Esto no va a ninguna parte. Kurti cree que si presiona a los serbios, Serbia tendrá que hacer concesiones. Y, en medio, la gente que trata de sobrevivir —considera Sava Janjić.

Serbia siempre ha trazado su línea roja en el no reconocimiento de Kosovo

El partido de Albin Kurti, Vetevendosje! (Autodeterminación), de marcado discurso nacionalista, se dio a conocer bajo la proclama "No negociamos". Una frase que lanzó como una promesa. Serbia, por su parte, siempre ha trazado la misma línea roja: no reconocer a Kosovo. Además, Vučić, un político camaleónico, inflama las pulsiones etnonacionalistas de algunos sectores de la población según la época y sus conflictos internos.

El contexto general de Europa, expectante por la guerra de Ucrania, no ayuda a conseguir la estabilización. El proceso de ampliación europea de los Balcanes Occidentales hace tiempo que quedó estancado, y buena parte de los ciudadanos han perdido la confianza de entrar en la Unión Europea. Los países tienen, por ello, menos incentivos externos para avanzar en sus procesos de democratización interna.

A principios de febrero, Kurti anunció que prohibirá la entrada de dinares serbios al país, bajo pretexto de bloquear capital que pueda financiar a extremistas y, a su juicio, impedir sucesos como el tiroteo del año pasado.

"Vivimos en un limbo. Nunca sabes lo que puede pasar", asegura Sava, la tarde del sábado. Minutos después de concluir este primer encuentro, el abad de Visoki Dečani sale apresurado del refectorio que nos estaba enseñando, decidido a buscar una estampa de un santo y una botellita de licor "para bendeciros". Una botella con un ribete del monasterio que, admito, esconderé bajo la chaqueta mientras descendemos a pie hacia Deçan, a las seis de la tarde, ya con la noche encima.

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