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Miles de refugiados piden ayuda para volver a casa

Los extranjeros huidos de Libia esperan en campamentos a ser repatriados

MAYTE CARRASCO

Decenas de egipcios se manifestaban ayer en la explanada de acceso al paso fronterizo de Ras Ajdir, en Túnez. Recuerda la plaza Tahrir, de El Cairo, escenario de la revolución egipcia, símbolo de los éxitos de las revoluciones árabes, aunque aquí no hay cánticos pro-Hosni Mubarak ni gritos revolucionarios. Ya no piden libertad democrática, sino simplemente la de movimiento. Parados en Túnez, en concreto en unos metros cuadrados, miles de egipcios esperan a que alguien les ayude a regresar a su país tras salir de uno hostil, Libia, donde los pro-Gadafi ya no los quieren.

Los soldados tunecinos, desbordados, intentan controlar a la enorme masa de refugiados que huye de la guerra con escasos medios y mucha lentitud. Confiscan los pasaportes y los llevan en autobuses hacia un campamento a pocos metros de la frontera. En los centros de acogida hechos de tiendas de campaña, los refugiados esperan largas colas para conseguir bollos y leche. Algunos piden en discursos públicos ayuda de su Gobierno, que intenta sacarlos en barcos y aviones que despegan del colapsado aeropuerto de Djerba, a una hora y media de camino de Ras Ajdir.

Los egipcios son la nacionalidad más numerosa entre los más de 180.000 refugiados, según datos de la ONU. La cifra puede ser superior, porque en Ras Ajdir miles de personas esperan poder entrar desde el lado libio de la frontera, sin comida ni techo. Las fuerzas fieles a Gadafi intentaron buscarse su simpatía al cruzar la frontera y distribuir un poco de pan y de agua.

Ayer había numerosos ciudadanos de Bangladesh, que mostraban carteles donde se leía 'Help Us' ('Ayúdanos'). 'Por favor, nos quieren matar, pidan a Túnez que nos deje entrar', gritaba uno de ellos desde detrás de un alambre de espino metálico.

Las autoridades de Túnez los deja entrar a cuenta gotas. Una enorme masa de gente empuja por la minúscula entrada de color azul, donde salen de uno en uno. De vez en cuando un soldado tunecino dispara al aire para calmar los ánimos, pero hay quien no puede más y se desfallece bajo el peso de sus maletas.

La ayuda internacional llega y las tiendas de campaña son cada vez más numerosas, aunque no son suficientes. Ayer llegaron colchones y más comida, aunque miles de personas siguen viviendo al borde de la carretera para ser los primeros en llegar a la cola y coger el autobús que los acercará a su país de origen. El transporte es la gran carencia para estas personas a las que, en su mayoría, les han robado su dinero. Mientras buscan el modo de salir, se acurrucan los unos contra los otros.

En Libia, las fuerzas rebeldes miran a la izquierda y a la derecha: hacia Túnez y Egipto, soñando con su propia revolución y la caída de un régimen que se resiste a seguir a sus vecinos.

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