La maldición kurda y la mentira de Oriente Medio
El azote del Estado Islámico
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MADRID.- Mem es un joven apuesto, hijo de un funcionario. Zin, una hermosa princesa que pertenece a otro clan, a otro mundo. Nada más conocerse, se enamoran, rebelándose contra el orden social establecido. Sin embargo, un malvado hombre, que no soporta tal sublevación, se interpone y provoca la muerte de ambos, lo que motiva que los amigos de Mem, como venganza, inicien una rebelión. La historia de estos enamorados, inspirada en el Romeo y Julieta de Shakespeare (publicado un siglo antes), es la historia de todo un pueblo. Él, los kurdos; ella, el Kurdistán. Y su amor imposible, la tragedia del mayor pueblo sin Estado del mundo.
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Manuel Martorell (Elizondo, 1953) es uno de los mayores expertos en la cuestión kurda, sobre la que ha publicado numerosos trabajos. Su última obra, Kurdos (Catarata), recoge la historia de Mem y Zin para repasar la ancestral idiosincrasia del pueblo kurdo y, a través de ella, desmontar las mentiras que rodean a Oriente Medio.
El azote del Estado Islámico
Los kurdos, el pueblo más antiguo de la región, han saltado de nuevo al primer plano de la actualidad por su lucha contra el Estado Islámico. Los yihadistas, con sus decapitaciones, matanzas y destrucción del patrimonio histórico representan un islam en el que muy pocos se reconocen. “Su posición radical no se corresponde con la vida cotidiana social y religiosa de la región”, enfatiza Martorell. Los combatientes kurdos han demostrado que el Estado Islámico no es invencible y, gracias a ello, se han convertido en el mejor socio de las potencias occidentales, que han perdido el apoyo de los regímenes dictatoriales desacreditados por la primavera árabe, para frenar la expansión islamista.
La actuación de sus fuerzas armadas tiene un claro carácter político ya que
"para un kurdo la religión es muy importante, pero aún más lo es su proyecto cultural y social"
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Curiosamente, los kurdos, de mayoría musulmana y además suníes, practican la misma religión que los combatientes del Estado Islámico, el Frente Al Nusra o Al Qaeda. Sin embargo, tienen una concepción radicalmente opuesta a esa interpretación rigorista del islam. La actuación de sus fuerzas armadas tiene un claro carácter político ya que, explica Martorell, "para un kurdo la religión es muy importante, pero aún más lo es su proyecto cultural y político".
Los representantes de las organizaciones kurdas más importantes saben y reconocen que crear un Kurdistán independiente es “objetivamente imposible”
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El Kurdistán forma un laberinto de valles y montañas que se asienta en una zona cuyo valor geoestratégico y económico no ha parado de crecer. Los kurdos, a merced de los intereses de tantas y tantas potencias, han sido condenados a vivir separados por muros, alambradas y campos minados. En Siria y Turquía niegan su existencia y en Irak e Irán su presencia ha quedado limitada a un territorio bien acotado.
Autonomía a través de un modelo político de carácter federal
Los kurdos tampoco pretenden redibujar las fronteras de la región. Su objetivo es conseguir una autonomía dentro de los Estados en los que viven, crear un modelo político de carácter federal que respete la diversidad política, social y, sobre todo, cultural y religiosa. Y ahora ha llegado su momento, incluso en Turquía, donde la situación “es realmente terrible”, comenta Martorell. Tras un sin fin de tragedias, los kurdos se encuentran por fin ante una “oportunidad irrepetible, el momento histórico que esperaban”, destaca el periodista. Su lucha contra el Estado Islámico ha abierto muchos ojos. “Sus victorias permitirán que la comunidad internacional vea de otra forma las reivindicaciones kurdas”, augura el periodista.
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“Sus victorias ante el Estado Islamico permitirán que la comunidad internacional
vea de otra forma las reivindicaciones kurdas”
El especialista en Oriente Medio pone de ejemplo a los kurdos sirios. Han llegado a crear un gran ejército, que derrota continuamente al Estado Islámico, y a plantear una "independencia de facto", algo que hace sólo cinco años parecía una quimera: pedir un Estado federal donde poder tener su propio Gobierno y su propio Parlamento.