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Marruecos lleva al límite su enfrentamiento con Argelia y redobla su presión sobre el Sáhara

En el último año, Marruecos ha consolidado la ocupación del Sáhara Occidental a nivel internacional. Esta tendencia arrancó con la normalización de relaciones con Israel en 2020 y ha ido aumentando durante los últimos meses. Sin embargo, en lugar de que esta normalización llevara estabilidad al Magreb, como indicaron Israel y Marruecos, está sucediendo lo contrario.

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Saludos de vecinos, desde ambas partes de la frontera argelino-marroquí. — amekinfo / Wikipedia

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El año 2021 ha sido especialmente productivo para Marruecos al conseguir un amplio reconocimiento de su disputada soberanía sobre el Sáhara Occidental con el coste por ahora mínimo de tensar un poco más sus relaciones con Argelia, un país que respalda al Frente Polisario y aboga por el cumplimiento de resoluciones internacionales que solo se aplican en algunos casos, según a quien convenga.

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La suerte de Rabat obedece a haber seguido el célebre consejo que la madre del Lazarillo de Tormes le dio a su hijo antes de enviarlo a que se buscara la vida en un mundo hostil: que "se arrimara a los buenos" para medrar y prosperar, entendiendo por "buenos" en este caso, y por este orden, a Israel y Estados Unidos. La madre no recomendó al Lazarillo que se arrimara a la justicia o a los oprimidos, sabiendo muy bien que en ese caso no prosperaría.

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Con unos Estados Unidos cada día más desinteresados de Oriente Próximo, Israel es el país que decide lo que tiene que ocurrir en la región, juntamente con sus discípulos en los Emiratos Árabes Unidos y Egipto. El objetivo de estos socios de conveniencia es claro: desbaratar cualquier intento del islam político de levantar cabeza a través de las urnas e impulsar la estabilidad en estados autócratas como Marruecos, Egipto o los Emiratos.

El coste que Marruecos ha tenido que pagar no es muy elevado a día de hoy: la ruptura de relaciones con Argelia. Ciertamente, las relaciones con Argelia no eran buenas antes de 2021, pero ahora son pésimas y da la impresión de que no van a mejorar a medio plazo justamente por la situación en el Sáhara.

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A cambio, ha establecido relaciones que se irán profundizando con el estado judío, tanto en lo diplomático como en lo militar y en la seguridad, es decir la inteligencia, lo que ha quedado patente con las recientes visitas a Rabat de los ministros de Exteriores y Defensa de Israel y la firma de acuerdos preocupantes para la estabilidad en el Magreb.

Israel y Estados Unidos han reconocido de facto la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara mientras Marruecos ha reconocido de facto la soberanía israelí sobre los territorios ocupados palestinos y el Golán sirio. Una operación sencilla para dos países a los que la comunidad internacional permite saltarse las resoluciones internacionales cada vez que se les antoja.

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Esta película comenzó en diciembre de 2020, en las últimas semanas de Donald Trump como presidente. El 10 de diciembre Trump reconoció la soberanía marroquí en el Sáhara y el 22 de diciembre, mediante un acuerdo tripartito con Estados Unidos, Marruecos e Israel establecieron las bases para todo lo que ha venido después.

El mismo 22 de diciembre de 2020, un avión israelí aterrizó en el aeropuerto de Rabat, siendo el primer vuelo comercial entre los dos países. El pasajero más destacado a bordo era el yerno de Trump, Jared Kushner, amigo íntimo del primer ministro Benjamín Netanyahu desde su infancia, que iba acompañado por Avraham Berkowitz, responsable de la Casa Blanca para las negociaciones entre Israel y los países árabes para la normalización de relaciones a cuenta de las penalidades de palestinos y saharauis.

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A partir de aquí todo ha sido coser y cantar. Lo más resaltable es la visita a Rabat del ministro de Exteriores Yair Lapid, quien firmó entre otros un acuerdo para crear un sospechoso "mecanismo de consultas políticas", probablemente un eufemismo por el que Israel se compromete a defender la soberanía marroquí en el Sáhara en los foros internacionales.

Habría que comprobar hasta qué punto ese curioso "mecanismo de consultas políticas" no está detrás del paso que este mes dio Alemania con respecto al Sáhara, o detrás del reconocimiento claro del Sáhara como una parte de Marruecos por parte de los países árabes del Consejo General del Golfo Pérsico, un órgano estrechamente vinculado a Israel.

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Poco después, la visita a Rabat del titular de Defensa Benny Gantz dio como resultado la firma de un memorándum de entendimiento en el área militar y de cooperación de seguridad, el primer acuerdo de este tipo entre Israel y un país árabe. En el memorándum se hace referencia a "las amenazas y desafíos de la región", según dijeron en su momento los israelíes en clara alusión al islam político.

El caso es que Marruecos podrá adquirir a Israel tecnología y equipamientos militares punteros, y los dos países planificarán operaciones e investigaciones y desarrollo en el campo militar. En principio, esto no parece que contribuya a la estabilidad en el Magreb, en contra de lo que afirman Israel y Marruecos, sino que más bien sugiere lo contrario.

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Las cosas se han agravado después de varios incidentes, en el último de los cuales murieron dos camioneros argelinos en el sur del Sáhara Occidental. El pasado 24 de agosto, Argelia cortó las relaciones diplomáticas con su vecino y prohibió que los aviones marroquíes sobrevuelen su espacio aéreo.

Además, Argelia no renovó el acuerdo para uso de un gasoducto que conecta con Marruecos y España. Por otra parte, Argelia acusa a Marruecos de usar el programa de espionaje israelí Pegasus para espiar a sus altos funcionarios. En resumen, el año que arrancó en diciembre de 2020 con la normalización entre Marruecos e Israel ha visto un gran número de incidentes graves que no auguran estabilidad en el Magreb.

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Así mismo existe la amenaza real de una ascendente carrera armamentista en el Magreb, similar a la que está ocurriendo en el corazón de Oriente Próximo, con la venta de decenas de aviones americanos de última generación a los Emiratos con la necesaria bendición de Israel, y con el incremento del arsenal de Arabia Saudí. La carrera armamentista es la consecuencia más inquietante de los Acuerdos de Abraham.

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