En el Maracaná un espectáculo, en las calles “Fuera Temer”
Una jornada de protestas
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RÍO DE JANEIRO.- A las ocho de la noche comenzaba un espectáculo de luces y color al estilo Circo del Sol ya visto en otras ceremonias olímpicas. Una decisión de última hora provocaba un cambio en el protocolo: tras nombrar al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, no llamarían al presidente interino, Michel Temer. Mejor omitirlo, era la orden.
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El viernes amaneció soleado después de unos días nublados en Rio de Janeiro. A las once de la mañana en una panadería del barrio de Flamengo, Aline se quejaba de su nuevo uniforme. Durante las próximas tres semanas y hasta el final de las Olimpíadas, su jefe le había impuesto a ella y al resto de empleados que sirvieran el café con la camiseta de la selección brasileña: “Da mucho calor, estoy deseando que acaben los Juegos para quitármela”, decía esta camarera que admite que “no le importa demasiado” el evento deportivo: “En mi barrio no ha cambiado nada, es aquí en estas zonas turísticas que quieren maquillar la ciudad”.
A pesar de que Rio de Janeiro conquistó ser sede olímpica durante el gobierno Lula, y las obras relacionadas con el evento fueron avaladas por el Partido de los Trabajadores (PT), los Juegos Olímpicos en estos momentos se asocian al nombre del presidente interino, Michel Temer: un político curtido en el Congreso, que jamás ha ganado una elección directa, y que no consigue despertar el afecto ni de la derecha, ni de la izquierda.
Una jornada de protestas
La jornada de manifestaciones del viernes comenzó en Copacabana poco después de las once de la mañana. A la una de la tarde alrededor de tres mil personas se concentraban entre la recién inaugurada cancha de voley-playa y el emblemático hotel Copacabana Palace. Cariocas y extranjeros se juntaban para gritar “Fuera Temer” y llamar la atención de los medios interacionales con eslóganes en diversos idiomas: “En este país hay un golpe de estado y en cuanto acaben estos Juegos se irá la prensa y las cosas van a empeorar”, decía Maria das Graças, sindicalista de 48 años.
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A las dos de la tarde en Vila Autódromo el sol no daba respiro. Esta comunidad pegada al Parque Olímpico ha sido uno de los símbolos de la lucha contra los Juegos: “No tengo nada en contra de las Olimpíadas, pero por este evento acabaron con mi casa y con la de mis vecinos. Los que conseguimos quedarnos sufrimos mucho”. María da Penha, a día de hoy uno de los emblemas de los derechos humanos en Río de Janeiro, se refiere a las seiscientas familias que fueron desalojadas desde 2014, y a las otras veinte que resistieron a las presiones y amenazas del ayuntamiento.
Rafael venía de Mato Grosso y era la primera vez que estaba en Rio de Janeiro: “Hay algunos problemas de transporte pero en general todo está bien, mucha seguridad y la ciudad no está tan llena”. Este joven de 26 años ha gastado 500 euros para ver la ceremonia de apertura: “Donde yo vivo solo hay cocodrilos y vacas, para mi ver este espectáculo es algo muy especial”. Prefiere no hablar de política y no le gusta que haya gente manifestándose contra los Juegos: “Es una oportunidad para el país, no entiendo porque la gente está tan enfadada”.