Manifestaciones El ‘octubre rojo’ del planeta: 15 protestas que han invadido las calles del mundo
Fuera de nuestro país, más allá de las protestas del 'procés', hasta en otras quince latitudes la población se ha echado a las calles para exigir mayores libertades democráticas, pedir la renuncia de gobiernos corruptos y, sobre todo, reclamar conquistas sociales que se perdieron en la historia o que se han evaporado tras la crisis.
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madrid,
Una oleada de protestas ciudadanas recorre este otoño el mundo. No se asemejan, como en los años que siguieron a la crisis de 2008, a los movimientos de indignación por los daños colaterales del tsunami financiero que precipitó a la quiebra a una lista extraordinaria de naciones, que ha destruido a la mayor parte de la clase media o que ha ensanchado la brecha de desigualdad en el reparto de la riqueza entre ricos y pobres. Aunque algunos guardan aún reivindicaciones que entroncan con el 15-M español, por ejemplo.
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Son manifestaciones de sociedades civiles que han tomado las calles en Hong-Kong, El Cairo, París o Moscú, entre otras capitales, y casi ninguna de ellas, con connotaciones independentistas, como la que propulsa el procés catalán, si se tiene en cuenta que las marchas en Hong-Kong obedecen a un intento de mantener el status quo que ha regido hasta ahora el destino de la ex colonia británica con el régimen de Pekín. Con la única excepción de algunas de las manifestaciones que asolan a la India. La vorágine de protestas en las calles incluye objetivos tan diversos como la reconquista de derechos laborales en el caso de los chalecos amarillos en Francia, la lucha contra el draconiano código criminal que ha aprobado el Gobierno de Indonesia o el descontento por los altos niveles de corrupción política en Irak. O aquéllas que tienen como leitmotiv el combate contra el cambio climático.
Estas son las quince mayores protestas que se mantienen activas alrededor del planeta, a partir de informaciones recogidas por el portal Business Insider.
Hong-Kong. Contra la ley de extradición acordada por Pekín. El estallido social surgió el pasado mes de junio, pero el conflicto está lejos de apaciguarse. La escalada continúa. Decenas de miles de personas se han lanzado a las calles de este territorio autónomo chino en protesta por una ley que permite la extradición de personas a las que el régimen de Pekín acuse de algún delito criminal, con objeto de ser juzgadas fuera del distrito hongkonés. La autoridad hongkonesa ha retirado la norma. Pero los manifestantes prosiguen con una lucha en la que han hecho uso de bombas incendiarias, han arrojado piedras y ácido contra la policía que, a su vez, utilizó gases lacrimógenos. El punto álgido de la protesta fue el disparo de un agente en el pecho de un joven de 18 años que se mantiene en estado crítico. En la jornada en la que se conmemoraba el 70 aniversario del triunfo de la República Popular China, los activistas acudieron a las protestas vestidos de negro e instauraron un “día nacional de duelo” por estos acontecimientos.
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Indonesia. Un código penal demasiado punitivo. Miles de personas se congregaron en Yakarta y cargaron contra el cordón policial en protesta por un nuevo código penal recién aprobado por el Gobierno. Entre otras medidas, prohíbe y persigue las prácticas sexuales fuera del matrimonio e impone seis meses de arresto a parejas no casadas que vivan juntas. Entre otros delitos, en el país con mayor población musulmana del planeta. Las fuerzas policiales han empleado cañones de agua y gases lacrimógenos contra los manifestantes, en su mayor parte, estudiantes. Son las mayores exhibiciones de protesta social desde la salida masiva de indonesios desde 1998, que se saldó con el derrocamiento del entonces presidente Suharto. El Parlamento de este país de Asia meridional ha decidido retrasar la aprobación de esta nueva legislación criminal.
Holanda. Protestas de granjeros y agricultores. Cientos de ellos bloquearon las principales vías rodadas con sus tractores. La Haya se mantuvo aislada el 1 de octubre. Llegaron a las cercanías del Parlamento en protesta porque varios de los diputados acusaron al sector primario de ser los principales causantes de las altas emisiones de CO2 y promovieron el cierre de sus granjas e instalaciones agrícolas. Según la asociación holandesa del automóvil, ocasionaron el colapso en más de 1.000 kilómetros de autopistas en horas punta durante su traslado a la capital holandesa.
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Francia. Los ‘chalecos amarillos’ mantienen activas sus reivindicaciones. La llama de réplica a las políticas liberalizadoras del presidente Emmanuel Macron promovida por profesionales del transporte sigue viva y se expande. Ni el retraso, sine die, en la subida del precio del combustible ni las ventajas fiscales anunciadas por el Gobierno galo parecen fórmulas para hacer remitir esta protesta. Todo lo contrario. A ellos se han unido los agricultores, furiosos por la política de corte liberal que pretende acabar con sus subsidios, y que provocaron el corte de carreteras vitales en la comunicación con la capital francesa el pasado 8 de octubre. Durante la Jornada de Huelga contra el Cambio Climático, se incorporaron a las manifestaciones decenas de miles de personas. La inclusión de movimientos anarquistas vinculados a los chalecos amarillos –el llamado bloque negro– obligó a que París movilizara a 7.500 agentes para mantener el control. La ciudad sureña de Toulouse ha sido otro de los focos de protesta. Las reivindicaciones también han llegado a la misma policía. Por las altas tasas de suicidio entre sus oficiales, que atribuyen al alto estrés que les provoca el despliegue constante de dispositivos para contener a los chalecos amarillos. En 2018, cuando se iniciaron estas movilizaciones, 35 oficiales se quitaron la vida. A lo largo de este año, el número ha crecido hasta las 49 defunciones, informa Reuters.
Rusia. Por los arrestos de manifestantes. Detrás de ellos está la intensa oleada de arrestos por parte de la policía antidisturbios del Kremlin. Miles de personas salen a las calles en petición de la liberación de los detenidos en las manifestaciones masivas del pasado verano, en la que se llegaron a congregar más de 60.000 personas en Moscú. Las protestas se han intensificado desde la reelección de Vladimir Putin en 2021. Critican el déficit de derechos civiles en el país y claman a favor de normas respetuosas con la libertad de expresión. El líder opositor, Alexei Navalny, ha llamado a perseverar en las protestas hasta que aquellos que han sido acusados de desórdenes públicos y violencia contra la policía queden totalmente libres de responsabilidad penal.
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Perú. Crisis democrática de final incierto. Desde que el presidente Martín Vizcarra disolviera a comienzos de octubre el Parlamento, después de meses en los que sus esfuerzos para eliminar la corrupción no dieran sus frutos. Las formaciones de derecha elevaron el tono para exigir una reacción contundente de las fuerzas de seguridad. Los diputados intentaron revocar a Vizcarra y designar a su vicepresidenta, Mercedes Araoz, como su sucesora, aunque renunció un día más tarde a protagonizar esta lucha institucional en el país. Desde entonces, Perú está en un limbo político, económico y social. Hasta el punto de que no se sabe a ciencia cierta si Vizcarra, que ha elevado su popularidad por encima del 70% de aprobación ciudadana, se mantiene o no en su puesto. Las protestas en las calles aparecen y desaparecen, según los días. De forma mayoritaria, son partidarios de Vizcarra. Lima ha sido el escenario de los mayores enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden. La confusión se ha apoderado del país andino.
Haití. Contestación a la presidencia del país. La nación más pobre de América Latina no parece simpatizar precisamente con su presidente, Jovenel Moïse. Las protestas, de tinte violento y que empezaron el 25 de septiembre, cuando en un discurso a la nación llamó a la unidad y descartó su renuncia al poder, se han sucedido a lo largo del mes pasado. Desde entonces, Moïse no ha aparecido públicamente, según el corresponsal de The New York Times.
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Mientras, los haitianos soportan la carencia de alimentos, de combustible y de electricidad, con constantes cortes en las redes de suministro. El origen del descontento social fue la supresión de ayudas y subsidios a los hidrocarburos, en julio de 2018. Moïse, además, ha sido imputado por delitos de corrupción en la gestión de programas de cooperación energética con el Gobierno de Venezuela. Ha tratado de designar varias veces primer ministro, pero la oposición ha bloqueados todos sus intentos en el Congreso. Piden su renuncia inmediata.
Egipto. La Sociedad egipcia, contra el autoritarismo de Al-Sisi. El país de los faraones atraviesa por una segunda fase de revueltas populares contra el autoritarismo del presidente Abdel Fattah Al-Sisi. Empezaron el 20 de septiembre, contra la prohibición al derecho de manifestación, que han generado graves consecuencias económicas en una nación en la que la tercera parte de su población vive en situación de pobreza. Durante el periplo presidencia de Al-Sisi, el Gobierno de El Cairo ha encarcelado a figuras de la oposición e intervenido medios de comunicación. Unos 2.000 manifestantes han sido detenidos y las redes sociales, como Twitter, desconectadas.
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Líbano, en plena crisis monetaria. A los trece días de protestas generalizadas en Beirut, la gran reivindicación social, la caída del Gobierno de unidad nacional, se ha consumado, con la renuncia del primer ministro libanés, Saad Hariri. El estallido social se produjo el 29 de septiembre, según señala Associated Press. El empeoramiento de las condiciones económicas, después de que la libra libanesa, en una relación cambiaria con el dólar estable desde 1997, se agravó súbitamente con la decisión oficial de restringir drásticamente la circulación monetaria.
Las revueltas acusan al Gobierno de ser el responsable de los problemas de una economía que ha sido equiparada a lo largo de varias décadas como la Suiza de Oriente Próximo. Miles de manifestantes han pedido, además, “el final del capitalismo”, como rezaba una de las pancartas habituales que aparecieron en las proximidades del Parlamento. Líbano ostenta una de las deudas más elevadas del planeta y, pese a la entrada masiva de capital extranjero, no ha conseguido solventar la multiplicidad de problemas en sus infraestructuras.
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Siria. La población kurda, en plenos ataques militares turcos y rusos, protesta por su exclusión del comité de Naciones Unidas encargado de la reedición de la Constitución siria. El anuncio de esta mesa negociadora, estrenada el 23 de septiembre, incluye entre sus miembros al Gobierno de Al Asad, a 150 representantes de la sociedad civil y a líderes opositores, pero deja fuera a la etnia kurda, que combatió junto a EEUU la contienda bélica para derrocar al Estado Islámico, en un giro sin precedentes, por su celeridad, de la Administración americana, que ha permitido a Turquía entrar en el escenario sirio sin apenas resistencia.
Ankara considera grupo terrorista a las formaciones de origen kurdo, cuya comunidad se extiende por regiones de Turquía, Siria e Irak. El secretario general de la ONU, el portugués, António Guterres, definió a este comité como “un paso hacia adelante en el difícil camino para la resolución del conflicto” sirio. En el mismo, habrá representantes kurdos a título personal, pero el histórico Partido de los Trabajadores Kurdo, fundado en 1978 por Abdullah Öcalan, al que respalda la tercera parte de la población de esta etnia en Siria, ha quedado al margen de este circuito de deliberación oficial. Turquía ha insistido en considerar a los combatientes kurdos como “amenaza terrorista”, afirman diarios como The Washington Post.
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Irak. Revueltas contra la corrupción. Dirigidas hacia el primer ministro, Adel Abdul Mahdi y su gabinete. Que se ha saldado con varias decenas de muertos desde su inicio, el 1 de octubre. The Times se hace eco de que las protestas revelan el descontento contra la acción del gobierno de Bagdad y, en concreto, contra su incapacidad para mejorar los servicios públicos y reducir el desempleo. Además de por el cese, decretado por Mahdi, del teniente general Abdul Wahab Al-Saadi como responsable de la política contraterrorista. Al-Saadi goza de gran popularidad. La policía inició la estrategia de contención contra los manifestantes con gases lacrimógenos, pero a los pocos días de las protestas, empezaron a utilizar munición real. Hay centenares de heridos, casi 50 de ellos, miembros de las fuerzas de seguridad.
Israel. Hospitalización por supuestos malos tratos a un detenido palestino. En el más candente e histórico de los conflictos internacionales, cualquier detonante, enciende las hostilidades. En esta ocasión, la mecha prendió por la hospitalización de un detenido palestino acusado por las fuerzas armadas israelíes de ser el artífice del asesinato de un joven hebreo de 17 años en uno de los asentamientos de la Franja de Gaza. El estado de salud del supuesto terrorista palestino se desconoce. Aunque se sabe que se le llevó de urgencia después de haber sido sometido a un duro interrogatorio por parte de las fuerzas israelíes, informa Reuters. Las protestas sociales se están desarrollando en Jerusalén. El Shin Bet, el servicio secreto de Israel en la jurisdicción de su territorio, señala que Al Arbid se sintió mal durante su declaración policial, pero su abogado y la autoridad palestina acusan a Tel-Aviv de tortura. Casi de forma simultánea, estudiantes árabe-israelíes del norte de la Franja de Gaza abandonaron las aulas en protesta por la violencia contra la comunidad árabe, que ha perdido a más de 60 de sus ciudadanos a lo largo de 2019. Cuatro de ellos el 20 de septiembre.
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EEUU. Trabajadores del automóvil, en huelga. Durante dos semanas, el periodo más largo de reivindicación laboral desde 1982 en la mayor economía del planeta. Trabajadores del sindicato United Auto Workers (UAW), bajo el protagonismo de empleados de General Motors, iniciaron al inicio de octubre una protesta por la decisión de la multinacional de despedir a enviar al paro a casi 50.000 miembros de su plantilla.
Chile. Oleadas masivas contra el aumento de la desigualdad. También por el estancamiento de los salarios y el efecto sobre la población del alza en el precio de los carburantes. El detonante fue, sin embargo, el aumento del billete de metro. Los movimientos estudiantiles fueron los que propagaron las revueltas, que se han prolongado a lo largo de octubre. Business Insider asegura que mientras la economía chilena crece por encima de la de los países de su entorno, las clases medias se sienten abandonadas por un Gobierno, el de Sebastián Piñera, multimillonario, y los estratos más bajos sobreviven con ingresos insuficientes.
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El tono de las manifestaciones se hizo más contundente, al incorporar en sus reivindicaciones el final del sistema privado de pensiones que rige en el país desde tiempos de la dictadura de Pinochet y el retorno a un modelo público para acceder al retiro. Tampoco las disculpas soterradas, pero oficiales, de Piñera ni la posterior remodelación de su gabinete ha apagado el fuego de unas protestas que se han saldado con 11 muertos, casi 200 manifestantes detenidos y 57 policías heridos. La lucha prosigue. Piñera se ha visto en la obligación de renunciar a la organización de la cumbre del Clima, que se trasladará a Madrid.
Ecuador. Lideradas por las comunidades indígenas. Diez días, en la primera quince de octubre, que puso en situación límite al Gobierno de Lenín Moreno. Protestas contra los ajustes y, más en concreto, por la decisión del Ejecutivo de suspender las subvenciones a los hidrocarburos. En la que hubo jornadas de huelga general. A las revueltas se sumaron sindicalistas, estudiantes y organizaciones próximas al anterior jefe del Estado, Rafael Correa. Instituciones internacionales han criticado la represión policial. Moreno llegó a trasladar la capital de Quito a Guayaquil y a imponer el toque de queda. Pero las manifestaciones dieron sus frutos. El gabinete ecuatoriano decidió dar marcha atrás a la batería de medidas de austeridad y los indígenas pusieron fin a las protestas, que dejaron siete muertos, decenas de heridos y miles de detenidos.