Lula da Silva, el próximo objetivo político de la justicia brasileña
El “ridículo” del Ministerio Público
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SAO PAULO (BRASIL).- El discurso de Deltan Dallagnol duró casi tres horas y la frase que más repitió fue la siguiente: “Lula era el comandante máximo del esquema de corrupción”. Este fiscal del Ministerio Público Federal (MPF) convocó el pasado miércoles una rueda de prensa en un hotel de Curitiba para dar a conocer a los periodistas las nuevas pruebas que tenían contra Lula da Silva y sus supuestos vínculos con la operación Lava Jato que investiga la corrupción en Petrobras.
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Más allá de los gritos y del “espectáculo de pirotecnia” -así lo calificaron diversos juristas-, las acusaciones concretas de los abogados del Ministerio Público contra Lula fueron por corrupción pasiva y lavado de dinero. Además del expresidente y su mujer, Marisa Leticia, otras ocho personas están acusadas de formar parte de un esquema que desvió al menos 87,6 millones de reales de Petrobras. Según los fiscales, Lula da Silva sería “el jefe del grupo”.
El “ridículo” del Ministerio Público
En la rueda de prensa del miércoles se esperaba que dieran a conocer las pruebas definitivas del supuesto vínculo de Lula y Lava Jato, pero tampoco fue así. En realidad no hubo novedades, sino una denuncia calificada por varios juristas como “frágil, poco técnica y mediática”. Una de las primeras debilidades de la presentación de los fiscales fue el hecho de acusar a Lula de ser “jefe de una cuadrilla criminal”, pero no denunciarlo por participación en organización criminal. “Es algo completamente absurdo; si realmente piensan que es el comandante de un esquema delictivo, ¿por qué no lo denuncian formalmente?”, se preguntaba el profesor de Derecho Wálter Maierovitch.
“Prueben mi corrupción e iré a pie a la comisaría”
Al día siguiente de las acusaciones presentadas por el MPF, le tocó el turno a Lula. Recibido bajo gritos de “Lula guerrero del pueblo brasilero”, dio una rueda de prensa en la sede del Partido de los Trabajadores (PT) de São Paulo. Vestido con un polo rojo para “defender los colores del partido”, hizo lo que mejor sabe hacer: dar un discurso. Como animal político que es, el sindicalista de San Bernardo dijo que quería hablar “no como expresidente”, sino como “ciudadano indignado”. Periodistas y militantes le escucharon en silencio. Hizo reír y emocionó, habló como pueblo y para el pueblo, con una retórica ya conocida que irrita a un sector de la izquierda y enamora al otro.